Pablo Nieto
Aaron Zigman entra en el mundo de la música de cine sin hacer mucho ruido, pero con interesantes propuestas como el drama “John Q”, el romántico homenaje a Barry de “El diario de Noah” y la fresca y dinámica partitura de “Flicka”. Ahora se atreve con otra fantasía para niños en la línea de “Las crónicas de Narnia” o “Eragon”. ”The Bridge to Therabitia” sin embargo es otro producto artificioso, saturado de infografía para crear un mundo mágico donde hasta los niños se sienten desubicados, con un guión plano y pretencioso. Sin embargo, este tipo de películas son un perfecto soporte para que la música fluya de manera casi independiente. Reivindicando un papel protagonista en la narración y tratando de tapar los agujeros del film. En cambio, si Patrick Doyle y Harry Gregson-Williams, aprovecharon su oportunidad magníficamente, no podemos decir lo mismo de Zigman.
Quizás la falta de experiencia en el medio, y por supuesto la ausencia de estímulos cinematográficos, le lleva a componer un score carente de imaginación e identidad propia. Un trabajo sin personalidad. Música sin novedad en el frente: coros llenos de clichés, típicos crescendos orquestales pretendidamente emocionales, y melodía de estudio falsamente retentiva.
Casi simultanea a la edición oficial de la banda sonora, con la típica selección de canciones sin sentido, y con apenas 14 minutos del score, Zigman ha impulsado la distribución de un completo cd promocional, donde su música pueda ser apreciada con mayor detenimiento. Aunque esto, en absoluto salva de la quema su trabajo.
No podemos negar la belleza de pasajes como “Entering the Forest”, con cromática melodía a lo Williams, la fuerza de “The Battle”, con gran intensidad en el uso de coros y metales, el pseudo-misticismo de “Seeing Therabitia”, el divertimento de “The Race” o “Troll Hunting” o la nostalgia implícita en cortes como “Jess´ Bridge” o “Jess Grieves”. Sin embargo, la falta de atrevimiento del compositor y su propuesta comercial no deberían nublar los ojos del aficionado a la hora entregar laureles. Bajo un todo muy bien ornamentado, hay un peligroso conformismo en las formas, provocado quizás por la dictadura de los temp tracks y el conservadurismo imperante, siendo prueba palpable de esto su atractivo leitmotiv, con un parecido tonal y formal más que sospechoso a “Las crónicas de Narnia”.
Quizás la inserción de guitarras para compensar la fuerza de la orquesta y ensalzar la utilización de los coros (por cierto, estupenda la labor de Dennis Sands en el sonido, evitando la saturación y la superposición de capas, tan habitual en estos scores), al tiempo que se reclama el aire folk de la cinta, pueda ser lo único destacable. Cortes como los títulos de crédito (iniciales y finales) o pasajes intermedios como “Crossing the River” o “Building the Fort” (mucho más country) así lo demuestran.
La calidad de una banda sonora como está, no radica en su belleza o la ejecución de la orquesta. Estos, aunque valores a tener en cuenta, no pueden considerarse piedra rosetta de la lectura final de un producto plano y carente de espíritu. Un paso atrás en la evolución artística, en la carrera cinematográfica, de Aaron Zigman.
2-abril-2007
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