Miguel Ángel Ordóñez
Mientras ese estrafalario reportero de Kazakhstan surgido de la imaginación de Sacha Baron Cohen, Borat, retrataba su país de origen como un multicentro de analfabetismo y subdesarrollo, la incipiente industria cinematográfica kazaja presentaba por primera vez una película para competir al Oscar de habla no inglesa. Estrenada en su país de origen en el 2005 y con un presupuesto de 40 millones de dólares, “Nomad” suponía la antítesis de lo ofrecido por Cohen; una historia épica sobre la formación del país en el siglo XVIII. Tres tribus nómadas luchan ante un señor de la guerra, consiguiendo formar la nación de Kazakhstan al amparo de una profecía que coloca a un recién nacido como símbolo de esa unión. Este niño, Mansur (Kuno Becker), crecerá y cumplirá la profecía gracias a la ayuda de su amigo Erali (Jay Hernandez), compitiendo ambos por el amor de la bella Gaukhar (Ayanat Yesmagambetova).
Dirigida por el ruso Sergei Bodrov (“El prisionero de las montañas”, “Corriendo libre”) y el checo Ivan Passer (“Iluminación íntima”, “Haunted Summer”), la película no repara en feroces batallas entregadas a miles de extras y en explotar los bellísimos paisajes kazajos, sin preocuparse por dotar de credibilidad a sus actores. Un elenco internacional de clase B (Kuno Becker, por ejemplo, es el irrisorio protagonista de la patética “Goal!”) es la inútil apuesta de unos productores interesados en atraer a un público de otras latitudes que permita compensar el desproporcionado presupuesto de la película.
En el fondo, el interés real reside en contar una historia repleta de elementos simbólicos de un país para venderla con las técnicas de marketing de otro, la todopoderosa industria americana. Copiar fórmulas de éxito, llámese el “Gladiador” o la más exótica “La casa de las dagas voladoras” de Yimou (mil excusas al magistral director chino por compararle con el acabado Scott), que disimulen el carácter local de la trama.
Dentro de ese elenco internacional, destaca la presencia en el apartado musical del italiano Carlo Siliotto. Nominado este trabajo en los últimos Globos de Oro, la edición discográfica era esperada con inusitado interés. He de reconocerles que para el que esto suscribe, la música de Siliotto, dotada de un cuidado formalismo, no logra emocionarme lo más mínimo. Ni sus aclamados experimentos americanos (llámese “Fluke” y en menor medida “The Punisher”), ni los biopics televisivos en su Italia natal (“Julius Caesar”, “Francesco”, “David” o “Esther”), ni ese reivindicable encontronazo con la música popular de su país (“O patrone do cane”), logran arrancarme más allá de un simple respeto. Todo en Siliotto me huele a prefabricado, un verdadero artesano que asimilando adecuadamente el continente, es capaz de plasmar un atractivo contenido sin rasgos de aparente autoría. Vaya por delante que esto mismo puede trasladarse a un amplio elenco de compositores que trabajan hoy día para el cine. Reflexiones sin menosprecio.
“Nomad” no es sino un fiel reflejo de lo expuesto con anterioridad. Por un lado, Siliotto construye un poderoso score sinfónico (interpretado por la Bulgarian Symphony Orchestra) dotado de fuerte tono étnico (a ello, contribuyen solistas de instrumentos tales como el shehnai, kobiz, arpa mouth y dombra) aderezado con el inestimable apoyo de las famosas Voces Búlgaras. Por otra parte, y partiendo de esos mimbres estilísticos, la composición se antoja funcional y práctica, funcionalidad repleta de clichés que encuentra sus principales razones en una narración que en todo momento transita por los senderos de lo “americanizado”.
Partitura construida sobre dos temas centrales, el épico asociado a Mansur (“Nomad”) y el noble dedicado a su amigo Erali (“Erali´s dream”), ambos, de bellísimo acabado, sorprenden sin embargo por su palpable falta de imaginación. Un tema épico edificado sobre balalaikas y uno noble cimentado sobre armonías a lo Barry son soluciones obvias que cumplen su función dramática, pero que extrapoladas a un análisis sustantivo de la edición, emergen como fórmulas desgastadas y manidas. Otro tanto podemos decir del empleo de una poderosa percusión que se potencia con el uso de samplers (“Mansur prepares for the battle”), o de un tema de amor desabrido y resuelto desde la simpleza (“Meeting Gaukhar”). De este modo, uno es consciente de asistir a un ejercicio de fuerte impronta épica, con un adecuado formato sinfónico, pero que atendiendo al fondo del mismo, queda limitado a una progresión convencional y plana.
Es lo que tiene cuando el riesgo de una producción por encima de sus posibilidades económicas, prima sobre la propia capacidad artística de la obra: que uno acaba por aceptar la dinámica de sus planteamientos quedándose sin recursos con los que analizar un trabajo que, a la postre, no llega a cruzar esa delgada línea que le separe de lo obvio Por más que Siliotto intente disfrazarlo, “Nomad” es un bello envoltorio que una vez abierto irradia ese ligero tufillo rancio que llaman ahora “música de la globalización”.
19-marzo-2007
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