Ignacio Garrido
En ocasiones, dentro de la música de cine, ciertas carencias como músico suponen ciertas ventajas como narrador fílmico a la hora de acercarse a las imágenes que se tienen delante. El caso de Trevor Rabin es uno de los máximos exponentes actuales de este peculiar contraste, que desde luego no pretende ni mucho menos reducir la calidad de la banda sonora a un mero aditamento secundario del proceso creativo, pese a que hoy día mucha de la música de cine que se crea, se aborde con meros motivos de acompañamiento propulsivo de la acción, cuando no como subrayado lineal sin implicación emocional alguna ni elaboración intrínsecamente musical.
Cuando el aficionado suele comentar la riqueza ornamental de Williams, el contrapunto de North o la polifonía de Goldsmith, también se suele dejar de lado la más básica de las ideas que debe abordar un buen músico de cine, como es la fuerza plástica de una buena pincelada sonora sin más complejidad que la propia sencillez de un planteamiento básico bien ejecutado. Cuando un film requiera profundidad psicológica, engarces polirrítmicos o romanticismo desbordante, bienvenida será toda la riqueza sonora y orquestal posible, pero no nos engañemos ya no se hacen films como los que musicaban los maestros, ahora prima el espectáculo y el cumplir con las demandas esperables en el medio actual: eficacia y eficiencia.
Si a esto sumamos el temp-track, las limitaciones temporales o el volumen de minutaje a cubrir, la búsqueda dentro de la música cinematográfica de un nuevo Mesías que cumpla con las expectativas de todos, se torna en una tarea más bien utópica, dados los tiempos que corren. Ahora bien, teniendo lo que tenemos; ¿por qué anular un concepto tan válido como el de Trevor Rabin dentro del mundillo, como es la potencia expresiva en su vertiente más directa e impactante? A un servidor se le sigue escapando la respuesta negativa de cierto sector ante dicha cuestión. No todo ha de ser complejidad, ornamentación, filigranas o piruetas de orquestación. Que aburrida sería entonces la música de las películas si fuese toda igual.
Pues he aquí un autor que propone, en la mayor parte de sus trabajos, unas líneas de personalidad y definición bien delimitadas. Ya sólo con esto, le basta al que esto suscribe para sentir cierta simpatía hacia un compositor, que al menos se puede reconocer escuchándolo cuando cambia de registros, sin perder el estilo, ni un ápice de calidad. El ex-guitarrista de Yes capta la atención del oyente con un sentimiento primario de implicación que no necesita de nada más, excepto de su empaque proveniente del rock sinfónico a la hora de abordar melódicamente la historia que se nos muestra.
En "Flyboys" encontramos una aventura del Escuadrón Lafayette, un grupo de jóvenes pilotos americanos que se presentaron voluntarios para luchar entre las filas del ejercito francés antes de que Estados Unidos entrase en la Primera Guerra Mundial. El protagonista de la cinta es James Franco, que mantendrá la inevitable relación amorosa que complete la trama y ofrezca la posibilidad a Rabin de crear un ampuloso y pegadizo tema de amor que utilizará en varias ocasiones destacadas a lo largo del score.
La composición se articulará en rededor de tres temas importantes. El primero de ellos hace su aparición de forma inmediata en el "Main Title", una melodía noble con resonancias al tema central de "American Outlaws" (quizás el mejor trabajo de cuantos haya compuesto su autor hasta la fecha). Con una sencilla base armónica se desarrolla dicho tema con frases melódicas que alternan el intimismo y la grandeza, oscilando metales y cuerda. El apunte localista del acordeón nos sitúa la acción geográfica y cierra el pasaje inicial de forma animosa.
La segunda melodía de mayor trascendencia en la narración aparece inmediatamente después, en el tema "Training Montage" a modo de marcha militar pegadiza para percusión y viento. Como prototipo y cliché compositivo, las variaciones de esta pieza obedecen por cuestiones estéticas a muchas referencias dentro del género como puedan ser "The Patriot" de John Williams o "Independence Day" de David Arnold, pero no dejan de ser apuntes de colorido y rítmica inevitables en estereotipos tan codificados como éste. Sus posteriores versiones incidirán mucho más en la épica que en lo castrense, como la espectacular variación ejecutada en "The Last Battle", uno de los mejores pasajes de la banda sonora, donde la grandiosidad de la melodía interpretada por toda la orquesta se engrandece por el empleo de los coros, que elevan el heroísmo de los pilotos hasta convertirlo en mítico.
El tercer motivo importante lo encontramos plenamente desarrollado en "Rawlings and Luciane Fly", pese a que su primera aparición importante sea al final del corte previo "Cassidy Funeral". Se trata de un tema de amor romántico y envolvente, donde la cuerda y los metales predominan acompañados por leves coros femeninos y ocasionales arabescos para piano. A partir de aquí el score se completará con líricos momentos de suaves cadencias como "Rawlings and Luciane" o "Briefing Room" y abruptos estallidos de acción rítmica y sincopada como el breve pero arrollador "We´re Out of Gas" o el trepidante "Dogfight", donde el mejor Horner se les vendrá a muchos a la cabeza. Asimismo Rabin introduce un juguetón instante distendido en "ID the Planes" o un trágico lamento coral rematado con percusiva determinación en "Battle Hymn", para alcanzar el climax de la partitura en los pasajes finales, "Heroes" y en especial "Black Falcon", siendo el primero de ellos el momento heroico y aventurero más destacado, mientras el segundo ofrece un espectacular resumen de las virtudes de su responsable, aunando la agresividad orquestal con la grandiosidad emotiva y melódica. Toda una demostración de poderío e impronta personal.
La edición corresponde, como tantos otros títulos últimamente, a la compañía Varése Sarabande, responsable del grueso de la filmografía cinematográfica en CD de Trevor Rabin. Para la ocasión su duración resulta generosa y la presentación correcta (aun repitiendo la fórmula de no colocar los cortes en el orden de la película), pese a no acreditarse orquestadores ni formación musical aparente. Pese a la importante presencia de samplers en el sonido final de la obra, estos no restan la más mínima rotundidad ni sensación de excelente acabado formal. Si se busca evasión, espectacularidad y una audición cargada de emoción sin complejos, sin duda este es uno de los mejores discos de la temporada.
13-marzo-2007
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