Raúl García
Al más puro estilo Woody Allen, de película por año, el director Ventura Pons, sorprendió a todos con “Amic Amat”, una cinta que arropa un conjunto de sentimientos habituales ya en él y de pequeñas vivencias en un reducido elenco de protagonistas. Película sin pretensiones, visceral, vibrante y cercana a cualquier entorno, muestra la penuria y desasosiego de un profesor de literatura medieval (un magistral Josep Maria Pou), enfermo terminal, que a toda costa busca el sentido a su existencia en el fin de su herencia personal. Si a esto le sumamos que es homosexual, que ha vivido completamente enamorado de su mejor amigo, pero que ahora se debate por la pasión que siente por su alumno más destacado, tenemos el libreto original que en su día escribió Josep Maria Benet i Jornet para la obra teatral "Testament", y que, para este film adapta, junto con Pons. Una adaptación perfecta, sin detrimento de la textura teatral que el director gusta de extender a sus filmes, añadiendo dos nuevas historias paralelas: la mujer de su mejor amigo, interpretada por una siempre correcta Rosa Mª Sardà, sufre la conciencia de un matrimonio gris a través de la segunda historia que se añade, el embarazo de su hija.
Una cinta donde dispares universos personales convergen en el sinsabor de la vida, en la búsqueda de la salvación, el encauce de los verdaderos sentimientos y por encima de todos ellos, la necesidad de una muerte sin sabor amargo. Película importante en el haber del director, quien supo plasmar en la pantalla todo este ecléctico mundo de sentimientos, reportándole varias nominaciones a los Goya en los apartados de Mejor Actor (Joseph Maria Pou), Mejor Actor de Reparto (Mario Gas) y al Mejor Guión Adaptado (Josep Maria Benet).
Para la música de este largometraje, el director barcelonés contó de nuevo con su compositor insigne, Carles Cases. Rozando la docena de colaboraciones, la pareja evita la monotonía de la relación, ofreciendo otra banda sonora del todo recomendable. Pero si en algo falla “Amic/Amat”, es en su correspondencia a la imagen, y sobre dicha perspectiva juzgo esta elegante obra. No cabe duda de la función necesaria de la música respecto de ésta, pero en el caso de Cases (y más directamente en su unión con Pons), el de Sallent gusta de componer al margen de cualquier atadura escénica, tomando como referencia las vagas indicaciones que el director le transmite en este apartado, mucho antes de iniciarse el rodaje. Y esto ciertamente se nota en la visualización del filme, donde a pesar de la genial composición lírica, falta cierta armonía visual, la música se limita a ser mero acompañante sonoro, rehusando lo descriptivo.
Quizás tuviese el director la firme convicción en crear un mundo homogéneo para toda esta compleja batahola de situaciones, que tuvieran como común denominador un único punto de convergencia musical, para no hacer distantes las historias. Pero es justo aquí, en donde se echa en falta la creación y desarrollo de cada uno de los mundos propios de cada personaje, para así con la música, marcar diferencias.
Ante tal anárquica situación, Carles Cases, navegante entre dos mares -el del jazz y el de la música clásica-, toma el timón para homenajear a los clásicos del Siglo XVII y XVIII, a la música barroca, tal y como podemos escuchar en cortes como el “Overture” y “Fanny”.
Resulta harto curioso el diminuto elenco de instrumentos que utiliza el compositor en sus partituras, cosa que no va ni mucho menos en detrimento de los coloristas resultados que siempre obtiene, con frescas melodías para cada uno de los cortes y ajustados momentos íntimos, donde el vacío existencial de sus personajes, su dolor, queda ejemplarmente plasmado.
En esta partitura da especial juego al piano, a los violines/violas/violoncelos y al oboe. Cuenta con sus habituales colaboradores que tan bien se avienen a su modus operandi y a los exigentes resultados que Cases siempre busca: Josep Lluís Pérez, al piano, Ferran Torrents, al oboe y a sus hermanas Maria Àngels y Dolors Cases, al violin, entre los más destacados. Gonçal Comellas dirige a la Orquesta Alba.
Si por algo destaca “Amic/Amat” es por sus melodías bien definidas, con personalidad, perfectamente armonizadas. Así, en el primer corte encontramos los dos temas centrales de la partitura: una marcha marcada con fuertes tempos, implacable, con derroche de violines contrapunteados con el sutil piano; y un tema, más jovial y alegre, con notas muy dinámicas acompañadas también del omnipresente piano, desarrollado más tarde en cortes como “Bourré” o “Finale”.
Merece la pena reseñar los solos entregados a oboe y piano con que nos presenta los cortes “Adagio” y “Variacions en menor”, respectivamente, donde encontramos la música más desnuda, íntima, rendida al vacío de los protagonistas, embaucándonos con sus tristes acometidas.
Cases cimienta la edición sobre suites permitiendo una mejor audición aislada. Para los amantes de la música clásica y para los fans de este genial y ávido compositor, el álbum constituye una buena adquisición. Ahora sólo queda esperar a que un grande llame a la puerta del compositor catalán, y así como “Habanera 1820” le sirvió de trampolín al autor en ámbitos latinos, y “El porqué de las cosas” en los peninsulares, esperemos ansiosos ese futuro trabajo suyo que le catapulte hacia el reconocimiento internacional. Justo el que se merece.
4-marzo-2007
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