Ignacio Garrido
De nuevo en la brecha el maestro del terror Christopher Young revisita el rencor de los fantasmas japoneses de Takashi Shimizu, que vuelve a dirigir la función terrorífica de ”The Grudge 2” con la magistral mano de la primera parte, contando de nuevo en el apartado musical con el saber hacer del compositor de “Hellraiser”. Como no podía ser menos cumple con creces en su cometido de asustarnos y sorprendentemente, de ofrecernos nuevos y originales retazos de sonoridad japonesa y ambientes cercanos a la música concreta con la que el autor coqueteó en sus inicios musicales en piezas como “Mases” o “Coku-Ryu” e incluso tangencialmente en trabajos para cine como “Bat 21”.
El nuevo film vuelve a retomar la idea de “The Grudge” con renovado brío en su puesta en escena, alcanzando la maestría visual de su predecesora, e incluso por momentos superarla (a base de repetir la fórmula se liman asperezas lógicamente) en chispazos de puro horror, pese a que la continua sucesión de escenas progresivamente más aterradoras, pueda llegar a resultar hasta algo incómoda para el espectador poco avezado en estas lides, más dado a encontrarse en los muy abundantes y mediocres films de terror adolescente actuales, planteamientos mucho más previsibles y en el fondo menos impactantes. Esto, no obstante, supondrá la reafirmación de la inteligente postura de los productores hacia la continuidad de las bases instauradas con el original, pues se demuestra otra vez que su efectividad en la taquilla no está reñida con la consecución de una calidad cinematográfica intrínseca en este tipo de cine.
Para su banda sonora, el punto de partida no deja de ser conocido por el aficionado, sea o no seguidor de la saga, pues en el recorrido que la edición discográfica nos ofrece, encontraremos tanto la agresiva atonalidad de Penderecki del primer film (cuya reseña puedes leer aquí), como el suspense inquietante de las voces e instrumentos solistas típicos del género, así como el lánguido tono melódico que acompaña el drama de los seres que pululan sin rumbo por el más allá y por la casa en la que se inició la maldición que arrastran consigo. Se aporta tanto como se toma prestado de las páginas preexistentes.
El norteamericano reincide en la exploración del material temático de la primera parte con sutileza e ingenio, destacando la variación del motivo central que recupera de forma alterada en el corte que abre el disco, “Ju-On 2”, donde se apoya en unos lúgubres y ominosos coros masculinos para darle profundidad y contraste a la melodía de la saga, reconvertida ahora en una cuasi-nana infantil de perturbadora sonoridad. La siguiente pieza, “Hitan” es Young en estado puro, un brillante pasaje de suspense y misterio resuelto con cuerda, piano y leve acompañamiento electrónico, deudor de los mejores momentos del compositor en el género, como en los temas centrales de “The Glass House” o “Judicial Consent”.
Con “Gishiki” se abre brecha en la atmósfera musical de la serie, al aportar una nueva vía expresiva del terror con la inclusión de instrumentación étnica japonesa. Efectos de reverberación, golpeos y percusiones brutales, se entremezclan con efectos sintéticos creando una amalgama de sonidos secos, hirientes y desconcertantes, que en lo impecable de su aplicación visual consiguen alcanzar ese lacerante miedo a lo desconocido que se esconde en la maldición que persigue a los personajes de la nueva cinta. Así pues, tanto con lo familiar de los recursos clásicos -que no albergan secretos para el compositor como así lo demuestra, por ejemplo el corte “Higeki”- como con la experimentación de la nueva paleta orquestal expuesta en los cortes “Seme” o “Ritsuzen”, el músico exprime su expresividad atenazadora cada vez más hasta alcanzar al final su brutal conjunción.
Del mismo modo que en la primera parte los mejores momentos de ésta, y cumbre de la composición, se reservan para la conclusión de la película. En ellos asistimos a las revelaciones más importantes de la misma, mientras Young despliega todo su poderío en los temas “Shikyo” y “Asuma”. A lo largo del primero, el más extenso de todo el compacto, asistimos tanto a la aparición de la cortante sonoridad de unas flautas japonesas, como a una fantasmagórica voz solista marca de la casa (con ecos a la magistral “El exorcismo de Emily Rose”) que desgrana una hermosa y apagada melodía bruscamente interrumpida por una explosión orquestal. El segundo corte supone el desarrollo del salvajismo sonoro del compositor en su máxima expresión, pues tras la explicación del pasado de la trama, la huida del presente se hace inevitable. Para ilustrar la macabra secuencia, el compositor construye un fragmento atonal in crescendo, donde primero fuerza el extrañamiento con coros y efectos acústicos al tiempo que cita lejanamente el tema central, para luego de forma rítmica y despiadada, alcanzar un climax asfixiante con chillidos de cuerda y percusión. Una de las piezas más extremas escuchadas en la música de cine de los últimos años.
Para el cierre de la trama, se acude otra vez a una variación del tema principal en “Inochi”. Ahora con el empleo de los coros en menor medida y la introducción de la instrumentación japonesa, se resuelve la narración musical con una inquietante coda, desarrollada en base a un desasosegante motivo para cuerda concluido con unas notas de xilófono. Llegados este punto, cabe destacarse al igual que en muchos otros trabajos del compositor, la dificultad inicial que presentan obras como las que nos ocupa para oídos sensibles y solo gustosos de gratificantes escuchas con pegadizos temas o ampulosidad orquestal. Ese no es el juego que el compositor nos propone, más bien se trata de todo lo contrario, una propuesta arriesgada, cortante, honesta. Esta es la música del miedo, no esperen encontrar otra cosa.
Como no podía ser menos, es de nuevo la casa discográfica Varèse Sarabande, la responsable de la edición en CD de la banda sonora. Repite grafismo, duración aproximada, selección de pistas (con el inconfundible sello de su autor en los títulos) y escueta presentación, pero acredita en esta ocasión –cosa que no se hizo en el disco anterior- a los orquestadores y al director de la orquesta, este último el otrora apreciable compositor canadiense Hummie Mann. En resumidas cuentas y como viene siendo habitual en Christopher Young, tenemos en “The Grudge 2” el mejor score de terror del pasado año 2006, como “The Grudge” lo fue en el 2004 o “El exorcismo de Emily Rose” en el 2005. Sigue siendo insuperable en su terreno.
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