Miguel Ángel Ordóñez
Musa del existencialismo, amante de los excesos, Edith Piaf fue uno de los grandes iconos de la Francia del siglo XX. De madre drogadicta y borracha, abandonada a muy temprana edad, y padre acróbata, la Piaf queda al cuidado de su abuela y de una tía que regenta un burdel. Criada con vino (su abuela aseguraba que el agua era mala para el cuerpo), su peculiar y potente voz llama la atención del gerente de un cabaret de moda en 1935, con Francia a las puertas de la guerra. Louis Lepleé la bautiza como “la môme Piaf” (la niña Gorrión) iniciando giras hasta llegar al ABC, el gran music-hall de la capital parisina. Muchos son los romances adjudicados a la Piaf: Marlon Brando, Charles Aznavour, Yves Montand, Georges Moustaki y otros artistas de la farándula pasaron por su cama, pero la relación que mantiene con el boxeador Marcel Cerdan (objeto del film de Lelouch “Edith y Marcel” en 1983), muerto en un accidente de aviación, marcará para siempre su vida. Adicta a la morfina, muere en la más absoluta miseria en 1963.
Con una vida tan intensa, llena de exageraciones y giros imprevistos (ella misma llegó a proclamar que quedó ciega de pequeña y recuperó la vista gracias a un milagro), era cuestión de tiempo que el cine francés montara una nueva revisitación del personaje. El director y guionista Oliver Dahan (“Érase una vez…”, “Los ríos de color púrpura 2”) es el responsable de esta producción que ha costado 21 millones de euros y que inauguró el último Festival de Berlín.
Para el apartado musical, Dahan ha contado con el británico Christopher Gunning, magnífico compositor que no ha obtenido hasta el momento el reconocimiento merecido. Iniciado en los 70 en los estudios Hammer, a él debemos partituras tan interesantes como “When the Whales Came”, obra mágica y misteriosa asentada sobre la etérea voz de una soprano; “Firelight”, maravillosa creación romántica que descansa en lírico pasajes a violín; “Rosemary and Thyme”, grácil composición que versiona pequeñas tonadas tradicionales como el “Scarborough Fair” (convertida en éxito por Simon & Garfunkel durante los 70); o las opulentas “Cold Lazarus”, abrazada al suspense y al fantástico, y “Wild Africa”, con potente manejo de coros (aunque el uso de algunos loops percusivos acaban por deslucir el resultado final).
La extraña presencia de Gunning en un biopic sobre una de las artistas francesas por excelencia, responde a la parte de coproducción inglesa del filme (también los checos han colaborado de manera mínima). Sin embargo la elección no puede considerarse errónea, a priori. Básicamente un producto de este estilo demanda tres capítulos musicales (tal como quedan desglosados en la edición de EMI): la lógica inclusión de canciones a mayor gloria de la artista, la precisa situación musical según el contexto histórico manejado (la película se centra en tres cuadros temporales: la dura infancia, la gloria y el amor, y el descenso y muerte de la artista) y el propio score incidental para abarcar aspectos emocionales no contenidos en las canciones de época.
En lo relativo a los grandes éxitos de la Piaf, EMI incluye once canciones que abarcan sus composiciones más conocidas, aquellas que la encumbraron, como “La vie en rose”, “L´hymne a l´amour” o “Non, je ne regrette rien” y otros títulos, entre los que destacan aquellos compuestos por sus famosos amantes, como “Milord” (Moustaki) o “Rien de rien” (Aznavour). Un gran proceso de remasterización a cargo de Robert Chauvigny nos permite oírlas con gran cuidado de matices.
Respecto a las canciones que sirven a Dahan para fijar el contexto histórico de la trama, para jugar con las elipsis temporales, la edición de EMI se antoja insuficiente y poco atractiva, acudiendo a canciones que no han podido ser rescatadas con la voz de la cantante, interpretadas por Jill Aigrot (alejadísima del timbre de voz de Piaf), o con temas entregados al piano y al acordeón de pesada escucha.
La aportación de Gunning a la edición de EMI sobrepasa discretamente los 21 minutos (incluyendo una versión del “Mon Légionnaire” de Asso y Monnot asociada a los momentos más trágicos de la Piaf). Un score centrado en la cuerda, la madera, el piano, el acordeón y un moderado complemento coral (que abre y cierra la contribución del inglés al disco).
La música original de Gunning cumple como retrato psicológico de la artista utilizando dos motivos melódicos: uno de corte melancólico y cauteloso romanticismo abrazado a los deseos de vivir de Edith, que es maravillosamente orquestado en “L´Abc”, frente a otro mucho más oscuro e impreciso que reflejando sus últimos años de vida tiene su mejor rendición en el corte “Derniere nuit”.
A la postre, el trabajo de Gunning, dominado como siempre por la elegancia y el regusto por las orquestaciones clásicas y gentiles, resulta demasiado académico y convencional. Como el disco de EMI, todo ocurre sin sobresaltos, dentro de unos cánones formales repleto de clichés, tópicos y elementos puristas. Un buen disco que quizás entre en contradicción con la tormentosa vida de la propia artista, nada convencional a la hora de mirar a la vida con descaro y cierto desprecio.
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