Pablo Nieto
Cuando a falta de un mes para el final de la post-producción, James Horner abandonaba (o le hacían abandonar) el proyecto, saltando a continuación a la palestra los nombres de Marcelo Zarvos y Bruce Fowler para reemplazarlo, ”The Good Shepherd” se convirtió de la noche a la mañana en uno de esos proyectos a seguir muy de cerca. No hay mejor que la polémica para alimentar el morbo de las masas. Y si hay morbo, hay dinero.
Pues bien, el resultado de esta apuesta de última hora ya está aquí, y sinceramente la decepción no ha podido ser más grande. Zarvos, pianista brasileño de reputado prestigio, empieza a dar síntomas de “bloqueo” y linealidad. Dos proyectos de primer nivel (su sosa “Hollywoodland” todavía en el recuerdo), y dos decepciones. Fowler es el eterno orquestador de Hans Zimmer. Procedente de una familia de músicos (trompetistas, directores de orquesta, orquestadores…), Bruce es quizás uno de los más talentosos, sobre todo en el campo de la Big Band (en el recuerdo el gran Ladd Macintosh).
Quizás el punto más decepcionante es que lo que pensábamos que iba a ser una colaboración, al final se ha convertido en un “búscate la vida”, en el que cada compositor ha tenido que trabajar con un determinado número de secuencias, de forma independiente al trabajo del otro. Esto, por supuesto afecta a la coherencia temática y armónica del film. Tampoco ayuda nada, la inclusión de swings, piezas jazzísticas y canciones de la época. Quizás el montador y el supervisor musical, disfrutaran insertándolas, pero el efecto final no es nada beneficioso para la banda sonora.
Dirigida por Robert De Niro, quien repite en la dirección tras la reivindicable “A Bronx Tale”, “The Good Shepherd” cuenta la historia de los primeros años de la CIA, desde el punto de vista del agente Edward Wilson (Matt Damon). Un sobrio e interesante thriller, protagonizado además por el propio De Niro, Alec Baldwin, William Hurt, Joe Pesci y Angelina Jolie.
La aportación de Zarvos, alcanza la media hora. Una composición oscura y pretendidamente misteriosa, que gira en torno al enigmático y minimalista tema de “Edward”. Un motivo donde el piano es el gran protagonista, elevándose sobre una contenida base de cuerdas. Ese “color”, matizado melodicamente por variaciones del tema, lo encontraremos en cortes como “Spy Lesson” o “Spy Trade”. Más incidentales son cortes como “Clover” o “Miriam”, donde potenciará cierta opresión armónica, nada agradecida fuera de las imágenes. Su mejor aportación a esta película es el solo de violín de “The Violin”. Un corte delicado y sugerente, que rompe la monotonía imperante.
Fowler, aparte de arreglar los cortes diegéticos (como ya hiciera en “Pearl Harbor”), nos regala un correcto tema de amor (“Edward and Laura”), y un par de piezas puramente descriptivas y sin mayor historia como “Bay of Pigs”, “CIA” o “First Test”. Escuchando este “pastiche” deshilvanado, uno echa de menos las autoreferencias de Horner para el thriller. Las comparaciones son más odiosas, si nos remitimos a otros films conspiradores como “J.F.K”, “L.A Confidential”, “Todos los Hombres del Presidente” o incluso “Atrápame si Puedes” (ambientado en la misma época). Scores rotundos e innovadores. Eficientes a la par que estimulantes. No como este “The Good Shepherd”, que es posiblemente una de las propuestas musicales más insulsas y fallidas de los últimos años.
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