Miguel Ángel Ordóñez
La erótica del poder y el reinado del terror son aforismos que desgraciadamente han asolado el siglo XX, tomando cuerpo en países en vías de desarrollo regidos por el tirano de turno (Pol Pot en Camboya, Kim Jong en Corea del Norte), en estados de escala económica media (Pinochet en Chile, Videla en Argentina o Franco en España) y en auténticas superpotencias mundiales (Mao en China, Stalin en Rusia o Hitler en Alemania). Un mal endémico que en la mayoría de los casos no ha dado como fruto el final que todos ellos merecían.
Si un tirano africano simboliza la crueldad y la violencia ejerciendo de encantador de serpientes, ese es el ugandés Idi Amin Dada. Apasionado de Escocia (tanto que hizo vestir a los militares ugandeses con scottish kilts en algunos actos públicos), Amin, famoso por su electrizante magnetismo, fue el máximo responsable de un brutal régimen que acabó con la vida de más de medio millón de compatriotas, abrazó el nacionalismo extremo expulsando del país a más de 50.000 asiáticos, instigó la guerra con sus amigos vecinos e incluso ofreció ayuda a la OLP tras el secuestro de un avión de Air France. Ex cocinero y boxeador apoyado por los ingleses, subió al poder en un golpe de estado en 1971 contra el régimen del pro-comunista Milton Obote, gobernando, de acuerdo a sus estrafalarias visiones místicas y paranoicas, con una crueldad insoportable a un pueblo que llegó a acusar de canibalismo a las más altas esferas de su Gobierno (haciendo un lacónico chiste, llegó a contestar a un periodista que le preguntó si le gustaban los niños con la frase “Sí. Yo como de todo”).
El espléndido documentalista Kevin McDonald (soberbias sus “Touching the Void” y la oscarizada “Un día de Septiembre”) dirige su primera película dramática con este “The Last King of Scotland”, un filme que mezcla ficción y hechos reales y que se ha convertido en uno de los sleepers del año. Un filme apasionante que narra la historia de un doctor escocés que se convierte, seducido por el poder, en médico personal y mano derecha de Idi Amin, para acabar descubriendo las atrocidades del régimen y luchar por salvar su propia vida. Forrest Withaker, a pesar de ejercer de secundario si medimos en tiempo sus apariciones en pantalla, se ha alzado con todos los premios imaginables por una actuación absolutamente soberbia, dando vida a un dictador fascinante, contradictorio y cruel.
Alex Heffes ha demostrado en su corta carrera cinematográfica una sólida formación sinfónica abrazada a películas de escasa difusión. La atrevida vis cómica de “The Parole Officer” o “Vet Hard”, la mixtura épica y ambiental de la magnífica “Touching the Void”, o el intimismo dramático de “Dear Frankie” y “A Day of September” han llamado la atención por un estilo musical particularmente inteligente e incisivo, denotando una gran capacidad para la construcción de largas frases musicales y por un desarrollo temático ejemplar y dinámico.
La edición de “The Last King of Scotland” cuenta con el inconveniente, para el que esto escribe, de potenciar las canciones de origen africano respecto a la inclusión de la música incidental realizada por Heffes. Sólo siete temas corresponden al score (algo más de 24 minutos) frente a 48 minutos de ritmos étnicos donde sobresale el “Toko” de Momo Wandel y el “Nakawunde” de Percussion Discussion Africa, contribuyendo el propio compositor en los arreglos y la producción de dos de ellas (“Kasongo” y “The Bonnie Banks O´ Loch Lomond”).
En relación al score, Heffes articula su trabajo sobre dos premisas. La primera abriga la parte dramática de la historia, con dos cortes de naturaleza étnica que potencian el uso de instrumentación autóctona. “Idi´s Story” es un tema que se inicia al nyatiti (lira africana) y que deriva hacia acordes sombríos, aquellos que forman el centro neurálgico de “Voice of the Forgotten”, donde la voz de Kawesa y la introducción de la electrónica dibujan un paisaje desolado y desesperanzador. Dentro de esta temática pero con intenciones totalmente opuestas, “Down Over Lake Victoria” retrata la salvación del médico escocés, con una elegía para cuerda de plácida belleza y contenido epicismo.
Pero sin duda, es en la temática de acción y suspense donde Heffes aporta lo mejor de todo el disco. Primero, adentrándose en el misterio con “Ambush”, más tarde, en la sensación de urgencia á la Desplat con el portentoso “Press Conference”, vibrante en el uso de las percusiones, para finalizar con los magníficos “Getting the Evil of Nicolas” y “On the Runway”. Dos cortes que comparten planteamientos en su desarrollo in crescendo, instalados en el thriller para desembocar en dos muestras de conmovedora acción a través de calculados contrapuntos entre las cuerdas y los metales, con una energía anclada en los buenos tiempos de James Newton Howard.
“The Last King of Scotland” es una buena muestra del creciente talento de Alex Heffes, quien esquivando el mero convencionalismo asociado al biopic exótico, se adentra en el retrato de un despiadado dictador apelando a clichés como la violencia, el suspense y el toque étnico; eso sí, demostrando a las claras que unas emociones sencillas de evocar pueden trasmitirse desde el buen gusto, no de cualquier manera. Ese alambre que separa lo bueno de lo eficaz.
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