Pablo Nieto
La música de cine es más sencilla de lo que algunos a veces lo quieren pintar. Todo se resume a poseer talento o carecer de él. Dentro del primer grupo, sin duda alguna, uno de los compositores más destacados es Alan Silvestri. Su estilo inconfundible, su música potente y directa, sus melodías evocadoras, su magia ilimitada.Es Silvestri todo un profesional del medio, toda una leyenda de este noble arte que por desgracia, en los últimos años ha visto como se hablaba más de él por cuestiones extramusicales, que por sus creaciones en sentido estricto. Tras su extraordinaria partitura para “Polar Express”, se ha mantenido en un segundo plano un poco cansado de los caprichos de la industria. Su reaparición con “Noche en el Museo” no puede haber sido más triunfal. La película ha sido el taquillaza navideño que se esperaba (o no), y su score, la confirmación de que la magia sigue viva.
Aunque siempre quedará la duda de lo que hubiera sido capaz de hacer un John Ottman (capaz de lo peor y lo mejor en los últimos tiempos), es evidente que la propuesta de Silvestri entra dentro de lo esperado. Un score de gran poderío sinfónico, con pasajes propios de esta fantasía de museo, intensas piezas de acción, y cortes pseudo-cómicos.
Hay un tema principal omnipresente, introducido ya en el primer corte “Night at the Museum”. Un motivo, resultado de fusionar dos ideas diferenciadas. Por un lado una melodía misteriosa para cuerdas, maderas, vibrafono que poco a poco se va involucionando con la orquesta y coro (es inevitable el carácter evocador navideño del mismo). El segundo motivo es mucho más oscuro, asociado a la amenaza que se cierne sobre el protagonista. Los metales (trompas) son el elemento definidor del mismo. Esta diferenciación sin embargo no es óbice, para lograr una consistencia temática unitaria.
El siguiente tema, es el asociado al personaje de Larry. El nuevo vigilante, aún desconocedor de la amenaza que se vierte sobre él. “One Of Those Days” and “An Ordinary Guy?”, son los dos primeros cortes donde Silvestri desarrolla el carácter del vigilante. Desenfadado y risueño. Despreocupado. Un tema de divertido de ritmo jazzístico, con el pizzicato como protagonista.
El recurso a los mismos será continuo a lo largo de toda la partitura. Intercalándolos, introduciendo variaciones, reconstruyéndolos. Así el tema central, y en concreto su primera parte, la podemos escuchar en cortes como “Tour Of The Museum”, “Sunrise” and “Study Up On History”. La segunda parte, que representa la magia que emana de la sepultura encantada, está en “Tablet Of Akmenrah” y “Tablet Gone”, aunque también, como complemento melódico a interesanets pasajes de acción en “Civil War Soldiers” y “Meet Dexter”. El Silvestri “juguetón”, nos regala divertidos pasajes de humor negro reminiscentes de “Un ratoncito duro de roer” o “La muerte os sienta tan bien” en “Mayan Warriors”, “Tearing Limbs” y “Caveman On Fire”.
Esta “Noche en el Museo” es, al fin y al cabo, un tour de force de personajes y secuencias diferentes. Un cajón desastre, donde conviene destacar el personaje de Theodore Roosevelt (interpretado por Robin Williams). Para el mismo, Alan elabora una fanfarria victoriosa en “Saved by Teddy”, y un introspectivo motivo para trompa en “Some Men are Born Great”.
El final del score no puede ser más espectacular: primero las dos estupendas variaciones del tema central en “This is Your Moment” o “Cecil Escape”, y el homenaje de Alan al western con el sinfónico pasaje de acción “Stage Coach”. Pero no será el último motivo introducido por el neoyorquino. Atención al emocionante y triunfal tema de “Rally the Troops”, “Heroes Return” y “Full House”, con el que concluirá el score. Una pieza para orquesta y coro, claramente influenciada por esa joya prácticamente desconocida llamada ”Siegfried & Roy”.
Uno de los grandes problemas de este score es la presentación discográfica del mismo. Lo que durante el visionado del film, es una banda sonora atrayente y relevante, durante su escucha aislada se convierte en un ejercicio algo pesado y deslabazado. 35 cortes para 53 minutos de músico resulta a todas luces excesivo. Apenas hay desarrollo temático o musical. No hay tiempo a centrarse en una pieza cuando ya se está en otra. Por supuesto este no es un problema achacable a Silvestri, y aunque doctores tiene la Iglesia, sería conveniente una revisión de esta moda que está imperando últimamente de editar absolutamente todo. No es cuestión de volver a los tiempos de 29 minutos en los discos, pero si sería necesario diferenciar lo que es la música para la película, de la música para el disco.
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