Ignacio Garrido
Una de las costumbres más afianzadas, entre las modas del mundillo hollywoodiense de los últimos años, viene siendo el dedicarse a producir parejas de películas gemelas en cuanto a argumento y posible público. Lanzadas a una carrera por la victoria en taquilla y/o crítica por parte de los sectores correspondientes, las productoras afianzan, de este modo, cierto malsano gusto por la superación en calidad y espectacularidad respecto de sus competidoras, a fin de conseguir en resumidas cuentas más éxito que el vecino.
Estas tretas, en las que uno podría encontrar más de una similitud con diversos aspectos de su propia vida, además de, en particular con muchos otros dentro del sufrido camino del aficionado a la música de cine, sirven a la postre para realizar, cuando menos, interesantes comparaciones. El reciente caso de los dos films dedicados a la vida y obra (la más famosa de todas ellas, claro esta; “A sangre fría”) del escritor norteamericano Truman Capote, abarcan como motivo central el periodo de escritura de su célebre novela y las relaciones que dicho autor entabló con los asesinos, como medio de documentarse con la mayor profundidad y veracidad posible, a la hora de plasmar en papel los terribles sucesos que rodearon el famoso crimen.
La calidad o popularidad de numerosas cintas dedicadas a narrar la misma historia en paralelo, como pudieran ser el caso de “Tombstone” y “Wyatt Earp” respecto a la vida del archiconocido sheriff, o “Deep Impact” y “Armageddon” respecto a enormes meteoritos que amenazan la población mundial, por poner tan solo un par de ejemplos, nos muestran como los mismos hechos reflejados desde diferentes puntos de vista o sencillamente con diversas intenciones, hacen variar el sentido de los mismos. Así pues, pasaremos del drama biográfico en el film de Lawrence Kasdan, a la aventura sin pretensiones de George Pan Cosmatos, o del sentimentalismo de Mimi Leder al estruendo testosterónico de Michael Bay. En cuanto a lo que ahora nos ocupa, si bien las intenciones narrativas parecen ser las mismas (véanse fidelidad histórica, retrato descarnado de los hechos, profundidad emocional, etc...) los resultados parecen a priori algo más diferenciados, como suele ocurrir en estos casos, respecto del tratamiento sonoro de la historia.
Recordemos que el trabajo previo de Mychael Danna para “Capote”, se basaba en un frío concepto minimalista de breves pero concisas intervenciones musicales, hasta concluir en un liberador pasaje final. Aquí Rachel Portman crea para “Infamous” una composición variada y ecléctica, pero con base mayoritariamente dramática, recuperando en parte su buen hacer en los registros más agónicos y profundos entresacados del viento y la cuerda. Si bien es cierto, en los últimos tiempos la compositora parecía algo estancada en unas formas demasiado encorsetadas que ella misma se había labrado, con esta obra consigue distanciarse parcialmente de ese estilo meloso y facilón de estructura tan funcional como predecible, acercándose en cierto modo a la intensidad obsesiva de “The Manchurian Candidate”, una partitura tan interesante como poco valorada.
Con una buena historia entre manos, Portman consigue profundizar en las imágenes con emoción y certeza, al acercarse en cortes como “Perry´s Story” o “Truman & Perry Kiss” a una sentida melancolía, para lograr con “Clutter Home” y “Truman Decides To Open Up/The Killings”, un soterrado terror contenido. Como descripción de la fundamental figura materna de Capote, la compositora desgrana una hermosa, triste y sencilla melodía para madera en “Truman´s Mother”, al mismo tiempo que es capaz de ilustrar la época con música propia de factura intachable, que bien podría pasar por selecciones diegéticas, en “La Cote Basque” o “Truman Tries Out Lines”. Incluso, cita tangencialmente el ambiente difuminado de Thomas Newman, que Danna empleará en su creación durante el corte “Safe Place”. Finalmente las últimas piezas de la compositora, “Porn Magazines” y “Friend Truman/End Titles”, sintetizan la esencia de la partitura al retomar de forma plenamente desarrollada el tema desenfadado que dibuja los quehaceres cotidianos de Capote como escritor, así como el dramatismo de su propia historia y la desgarradora relación que establece con los asesinos. La sección intermedia de este pasaje, el más extenso de la banda sonora, interpretada por un desnudo piano, resulta soberbia tanto por la belleza desoladora de la melodía, como por la sencillez con la que plasma el drama de la historia.
De la edición discográfica es responsable la conocida casa Milan, que completa la media hora del buen score de Portman con una selección de canciones que hacen su aparición durante el metraje de la película, a modo de complemento de la composición original. Aún así y en esta ocasión, lo que se echa en falta es una mayor duración de la partitura, dado que su estimulante propuesta convence por encima de la media.
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