José-Vidal Rodriguez
Cuando todavía el alemán Hans Zimmer no había revolucionado radicalmente el panorama musical de Hollywood con su inconfundible estilo -el mismo que luego daría pie a la creación de la tan defenestrada como alabada factoría Mediaventures-, el autor comenzaba desde finales de los 80 a participar en proyectos de indudable envergadura y proyección, gracias en buena parte a la nominación recibida a los Oscar por su score electrónico para “Rain Man”. Partituras de aquel período como “Bird on a Wire”, “Days of Thunder” o “Backdraft” contienen esos registros musicales con los que, casi sin percibirlo los aficionados de la época, ya empezaba el germano a asentar bases de su peculiar -y tantas veces polémica- impronta.
Paralelamente a lo anterior, por aquél 1989 el director Ridley Scott se pasaba al género policíaco con un sobrio largometraje que ahondaba en el misterioso y a la par atrayente mundo de las mafias japonesas, los códigos de conducta ancestrales de los yakuza y demás parafernalia nipona, ”Black Rain”. Todo ello trasladado a nuestros días y aderezado con el choque de culturas occidental-oriental surgido entre dos policías americanos (Nick y Charlie) que en su persecución al peligroso narco Sato deberán viajar a Japón y aceptar la ayuda del receloso inspector Masahiro que desconfía de los medios usados por ambos.
Sin dejar de mencionar la existencia de un disco pirata que recoge más de una hora de la música escrita por Zimmer, esto es, prácticamente el score íntegro (eso sí, con un sonido no demasiado brillante), el álbum oficial editado en su momento por Virgin -y que aún podemos encontrar en las tiendas a un precio muy reducido-, incluye tan sólo 20 minutos de la partitura, relegados a aquella suite final en detrimento de un compendio de canciones de diversos estilos, indudablemente de corte más comercial para el público ajeno al ámbito de las soundtracks. Respecto a las mismas, y pese a no ser evidentemente el centro de atención de la presente reseña, bien es cierto que encontramos piezas destacadas como el “Living in The Edge of the Night” del inconfundible Iggy Pop, o el ecléctico vanguardismo oriental de Ryuichi Sakamoto en “Laserman“. Pero es “I´ll Be Holding On”, interpretada por un tal Gregg Allman, la que podríamos denominar canción central de la película, al estar basada en aquella melodía original de Hans Zimmer que actúa como main theme por su continua referencia en el score.
Adentrándonos ya en la partitura instrumental en sí, Zimmer asienta las bases de su trabajo en el aparato electrónico, francamente bien concebido y con el que consigue, como objetivo primordial, crear la tensión suficiente basada en las sonoridades orientales, lógicamente asimiladas al entorno geográfico de la trama argumental.
Así mismo, y pese a presentar en su conjunto una amplitud sonora primordialmente centrada en los mencionados sintetizadores, el autor incluye también durante momentos puntuales algunas secciones de orquesta real, conducida aquí por la recientemente fallecida Shirley Walker. De esta forma, nos encontramos ya en este ”Black Rain” con una génesis muy clara del sonido “Mediaventures”, representada en la mencionada fusión de electrónica con instrumentación real, y que además comienza a exteriorizarse mediante la composición de temas melódicamente muy directos, huérfanos de virtuosismos o complejidades estilísticas, y fácilmente identificables a cada situación o personaje.
Cuatro cortes constituyen la citada suite original de Zimmer, que basa su eficiencia en una especial habilidad rítmica, imitando determinada instrumentación oriental con los teclados de manera asombrosa para la época, y creando unas sonoridades -durante largos pasajes meramente incidentales- francamente ajustadas al contexto del largometraje. Una suite en la que, pese a su escasa duración, se incluyen afortunadamente dos de los highlights de todo el grueso de la partitura.
El primero de ellos es, sin lugar a dudas, el que sirve cómo tema central, que aún sugerido levemente durante varios instantes de la suite, no es sino hasta el último fragmento “Nick & Masa”, el momento en el que es desarrollado en toda su plenitud y contundencia instrumental. El alemán nos ofrece en dicho corte un distinguido motivo de siete notas en variación, hermosa frase que será ejecutada por diferentes samplers de maderas orientales, hasta desembocar en la espléndida explosión rítmica final de percusiones electrónicas y metales -esa secuenciación musical que tanto usaría Zimmer para más de un encargo posterior-. Este magnífico main theme, tan pronto se asocia a la relación entre Nick y su colega japonés (la mencionada rendición triunfalista del “Nick & Masa”), como también aparece en clave introspectiva y dramática durante un dterminado momento del “Charlie Loses His Head”.
Los primeros cuatro minutos del corte “Sugai“ conforman el segundo fragmento que por sí solo justifica la compra del compacto. Describiendo la vigorosa secuencia de la persecución del personaje de Michael Douglas a su enemigo Sato hasta una fábrica de acero, la música torna en vibrante, con una estupenda progresión rítmica pop aderezada con diversos samplers de flauta oriental, los cuáles desarrollan una sencilla pero retentiva frase que va creciendo en intensidad conforme se incrementan los riesgos de la interminable caza Nick al criminal. Es probablemente, junto con algún instante de la pista “Sato”, el corte en el que mejor percibimos esa especial importancia adjudicada a la percusión sintética, tremendamente ágil aquí, siguiendo los patrones de la mejor -aunque temprana- tradición zimmeriana.
En definitiva, ”Black Rain” es un trabajo serio e interesante nacido del pentagrama de un primerizo Hans Zimmer, deslucido desde luego por la escasa cantidad de su música incluida en el álbum oficial. Pero lo poco que podemos escuchar suyo ejemplifica que si algo han demostrado los años, ello es que las polémicas a sus métodos de composición nunca han podido vencer un argumento de gran peso en el cine actual: la usual eficacia del compositor alemán en un amplio abanico de registros.
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