Verónica Mellado
Génesis de un autor
Goran Bregovic nos tiene acostumbrados a participar de alguna manera en las bandas sonoras de las películas de Emir Kusturica. Quizás se debe a que en el espíritu de la “charanga gitana” se desenvuelve mejor, con más soltura, y así nos lo demuestra en la banda sonora de Underground, con una mezcla de folk – que reclama sus orígenes ex yugoslavos, como el mismo los denomina- y guitarreo con percusión que, aunque no alcanza los niveles rockeros con que nos extasió e hizo levantarnos del asiento su compatriota director de la cinta durante su gira por Europa, nos atrapa con la misma atracción que ejercen en nosotros esos ritmos de origen desconocido , pero que nos resultan tan familiares, seguramente debido a una explicación antropológica más sencilla de lo que cabría esperar.
Bregovic, todos lo sabemos, fue un niño precoz que a la temprana edad de 16 años fundó su propia banda. Podríamos decir que si su local de ensayo hubiese sido un garaje – o un sótano algo más desmejorado que el que nos sirve de escenario en la película – su música podría haberse denominado como el film, dejando de lado su significado denotativo original y pasando a denominar aquello que se ha dado en llamar “alternativo” independientemente de la cuantía recaudada durante su proceso de comercialización.
Pero a Bregovic sus padres le obligaron a estudiar en el conservatorio. Debieron ver en él un talento innato para transmitirnos la fuerza con que los temas de la banda sonora de Underground nos atrapan. Durante esta etapa aprendió a tocar el violín (el dominio de las cuerdas es evidente y constante en su música), aunque su adolescencia se dejo llevar por el uso de una instrumentación más popular (guitarra), acorde con la edad y el momento que estaba viviendo.
Sin embargo, tras un relativo éxito de su primer disco, y tras una etapa de letargo meditativo, llego la inesperada guerra que recientemente conmovió a Europa: la división de su amada y multicultural Yugoslavia era ya inevitable.
Un clásico con una década de antigüedad
Underground nos habla de la Segunda Guerra Mundial. Otra guerra, atroz sí, pero con otro referente, para situarnos en un plano más alejado, menos sensible para el espectador, que le permite utilizar el humor y la mofa como recurso cinematográfico sobre el que sustenta el guión. Una familia, en el amplio sentido de la palabra - habitantes de una misma localidad, emparentados política y “carnalmente”- se refugia en un sótano a modo de búnker ante el advenimiento de la guerra definitiva. Cómo en las mejores familias, el chiste y la música sirven para amenizar las largas jornadas de espera.
Desde la escena de la boda, en la que el director nos presenta a cada uno de los personajes (el retrato familiar recuerda grotescamente a otro clásico de la pantalla), donde las armas de fuego comienzan el idilio con las melodías polifónicas que exaltan el griterío de sus portadores, el “Kalasnjikov” de Bregovic nos anticipa que la intensidad de los sucesos que acontecerán a continuación irá en incremento.
Temas como “Cajesukarije” y “Ya ya (ringe ringe raja)” con coros de voces masculinas y percusión tradicional, acompañan las escenas de acción también, instando al movimiento y dinamismo en pantalla.
Sin embargo, la colaboración especial de Cesarea Evora, con el tema “Ausencia”, apela a la sensibilidad escénica de la separación de los recién casados por circunstancias adversas. En esta ocasión, letra y música, recurren a la saudade o nostalgia en tempo lento – también la inconfundible voz de la caboverdiana – pero, inevitablemente, con una armonía ternaria muy remarcada a golpe de cuerda.
“War”, en contraposición a “Wedding”, acompañan instrumentalmente los eventos que denominan, y, pese a lo diferente de la temática, el paralelismo armónico también aquí está servido. Es decir, la composición de Bregovic es sumamente personal (pese a sus muchas referencias), y la banda de músicos que utiliza para ello – permítaseme el término “banda” y no orquesta, como a ellos mismos les gusta denominarse- es inconfundible: sus raíces étnicas les delatan y les sirven para personalizar irremisiblemente cada una de las piezas; más lento o más rápido, con un solo cuerpo, más o menos vientos y cuerdas y omitiendo o remarcando la percusión…al cabo, pese a la nominación sajona, continúan remitiendo a la profunda melodía tradicional zíngara que aunaba múltiples influencias de pueblos, que, en otros tiempos, fueron nómadas y se servían de la música como único compañero de viaje.
Underground procede del suelo, del subsuelo, de estas mismas raíces y emana de la tierra, por eso su sonido acude a la percusión, para ser entendido, para trascender más allá, y para que, como espectadores comencemos y concluyamos el televisado de la película con un leitmotiv tangible y contundente y no podamos dejar de tararear el tema principal.
El dúo Bregovic –Kusturica funciona. Logran enseñarnos lo que quieren y que uno salga del cine pensando en pegar saltos por la calle con un arma de fuego disparando al aire.
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