Ignacio Garrido
Trevor Rabin es un compositor que incomprensiblemente para un servidor se ha visto acosado y atacado hasta la saciedad por un sector un tanto exaltado del mundillo de aficionados, que lo han venido tachando prácticamente desde sus inicios como un antiguo mediaventures más o lo que es lo mismo como un Hans Zimmer con aspiraciones venido a menos. Lo cierto es que para el que esto suscribe Rabin desde su primer trabajo conocido para la gran pantalla “Con Air” se me asemejó ya de entrada como alguien bien distinto a un émulo del compositor alemán, algo que en sucesivas obras se confirmó por completo para satisfacción de algunos y continuo motivo de desprecio para otros.
No son pocos los músicos modernos y recién desembarcados en el panorama cinematográfico que pueblan los largometrajes con mediocridad y clichés para desgracia generalizada, pero sin duda por aquello de la audacia y el riesgo expresivo me siento más inclinado a denostar antes los esfuerzos de esta gente supuestamente preparada pero sin atisbo de personalidad alguna frente a los de aquellos que consiguen unas líneas musicales mejor o peor definidas, pero cargadas de una indudable fuerza en sus sentimientos y poseedores en cualquier caso de un estilo propio, que difiere en su profundidad, vanguardismo o sencillez como es el caso de Rabin del resto de autores que siguen los dictados de otros.
Sin llegar a ser un compositor innovador o un autor de factura exquisita, ni mucho menos un talento excepcional en el empleo de la orquesta, las virtudes del responsable de “Armageddon” las podemos encontrar en la capacidad de expresión que consigue con sus melodías, de una armonía prácticamente exenta de complejidad alguna, pero de enorme calado emocional en su oscilación de acordes, lo que da prueba de su enorme talento a la hora de jugar con elementos tan sencillos a priori pero que al final tan solo los grandes son capaces de hilar con éxito. Además de esto, son las poderosas percusiones rítmicas y el inteligente manejo de los sintetizadores de los que hace gala, los factores determinantes que unidos configuran su estilo, fresco, directo, espectacular, quizás comercial o facilón para unos pero siempre efectivo y emocionante en las imágenes, y lo que es mejor para el aficionado a su música, plenamente disfrutable en su audición externa.
Rabin como artista proveniente del rock sinfónico puede no siempre responder a las demandas formales de una elevada categoría o formación clasicista, pero como tal no está obligado a ello al igual que Mark Knopfler, Tom Waits, Peter Gabriel o Jon Brion nunca lo han estado y los resultados de sus mejores trabajos son incuestionables. Por otro lado el compositor ha demostrado con creces su capacidad orquestal en partituras tan notables como “Deep Blue Sea” o “The Great Raid” y pidiéndole respuestas firmes ante desafíos como la revolución del western en la soberbia “American Outlaws” o el lirismo preciosista de “Jack Frost”, ha salvado con éxito prácticamente cualquier género al que se ha enfrentado hasta la fecha.
Como todo músico de cine que se precie de serlo Rabin está obligado a trabajar con los materiales que las historias le ofrecen y adaptarse a ellos de la mejor forma posible, siendo responsabilidad suya conseguir la mejor ilustración sonora que sea capaz de crear y dados sus precedentes en las historias de superación personal a través de la temática deportiva, es más que comprensible su aparición en el apartado musical de “Gridiron Gang”, film dirigido por el irregular Phil Joanou como vehículo para la nueva y simpática estrella de la acción The Rock donde ejerce como entrenador de rugby de un grupo de chavales descarriados a los que consigue imprimir los habituales valores de la forma más típica y predecible. Tras “Coach Carter”, “Glory Road” y en especial la formidable “Remember the Titans” (que le ha acarreado al compositor todo su éxito en este campo), el autor se ha visto un tanto condicionado en esta clase de cintas a repetir las claves de esta última, uno de sus mejores trabajos por otro lado, dados los excelentes resultados obtenidos allí.
Con las mismas bases de los titanes como punto de partida para los de Gridiron, la banda sonora se inicia en “Camp Kilpatrick” con la fusión de la que suele hacer gala el musico de electrónica y orquesta, recordando en su ambiente inicial y en el punteo minimalista de un breve motivo con los teclados a su previa “National Treasure”, obra que se recordará en más de un momento del score al igual que algunos pasajes de “The Great Raid”, pese a ser su partitura para “Remember the Titans” la principal referencia de este trabajo. Los pasajes rítmicos y vibrantes que en aquella se hacían de rogar aparecen aquí desde el inicio en cortes como “We´re Better Than This”, “Sorry, Football Is Over” o “A Baddington Game”, quizás con menos rotundidad de la esperada, pero con la suficiente energía y potencia como para ir desarrollando con interés el tema principal, una melodía de seis notas de carácter noble y heroico que aparecerá con asiduidad a lo largo de la creación. Momentos sugerentes en el empleo de los sintetizadores por lo oscuro de su tonalidad en “Roger´s Dead” o por su delicado intimismo reflexivo en “Training Day”, demuestran la solvencia y buen gusto del compositor en el acercamiento a los registros más difíciles (musicalmente hablando) que se abordan a lo largo de la cinta.
Cortes más intrascendentes en su desarrollo como “Rap up”, “Flowers” o “Junior”, que se limitan a repetir casi sin variación ni cambio alguno de orquestación el tema central y el ambiente melódico ya conocido, consiguen estancar en parte el ecuador de la composición, pese a que el orden de las pistas seleccionadas no responda como es habitual en el compositor al del film. No obstante una vez llegamos al tema “Celebration Epilogue” Rabin desata la faceta de su música que mejor domina y que la composición parecía estar reservando para el final; el espectáculo, pues tanto aquí como sobre todo en “We´re Better Than This (Part 2)”, la mejor pieza de todo el disco, tenemos los momentos más trepidantes, agresivos y emocionantes de este trabajo. Triunfal y optimista el guitarrista de Yes recurre a ritmos pegadizos, percusiones potentes, empleo de metales poderosos y cuerda frenética para modelar pasajes como “Calvin Gets Shot” con una sensible resolución o “We´re Better Than This (Part 3)” de enorme fuerza en su tramo final.
Para acabar los tres últimos cortes presentan a modo de resumen de la banda sonora las ideas más importantes en “Forgiveness” con el tema central pausado y lírico de nuevo para teclados, “Junior Returns” como una emotiva extensión del mismo y en “Mustang Challenge” los ritmos percusivos, la agresividad sonora y la emoción épica que acaban por ratificar que Trevor Rabin no solo es un excelente músico de cine, también es, mal que les pese a algunos un gran compositor.
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