José-Vidal Rodriguez
Creo que todos los aficionados estaremos de acuerdo en que estos últimos dos años están siendo ciertamente aciagos en lo que a fallecimientos de compositores de cine se refiere. Si el 2004 supuso el adiós de dos maestros de la composición como Jerry Goldsmith y Elmer Bernstein, este 2006 nos ha sobrecogido por la muerte de otro clásico como Malcolm Arnold, la del querido Basil Poledouris, y tan solo unas semanas después, la de de una compositora de estilo tan atípico como sugerente, que sin embargo no acabó de prodigarse demasiado en solitario pese a sus indudables virtudes.
La figura de Shirley Walker fue la de una mujer que se atrevió a ahondar en unos registros musicales tradicionalmente reservados al ámbito masculino. A diferencia de sus colegas Debbie Wiseman o Rachel Portman, autoras enmarcadas en ese lirismo asociado en principio a la sensibilidad musical femenina, Walker explotó de manera continua la música de acabado más explosivo y complejo orquestalmente hablando, cuyos frutos se tradujeron en numerosos encargos plagados de música de acción de tal contundencia, que pocos la asociarían al típico estilo de composición de una mujer en el cine.
Aunque su obra no pasará a la historia del cine por su excesiva trascendencia, lo cierto es que su atrevimiento y buenos resultados a la hora de afrontar partituras de corte -si se me permite la expresión- “más masculino” y ambicioso, constituye un dato absolutamente digno de destacar, sobre todo si tenemos en cuenta que además la autora se convertiría en una excelente orquestadora y directora musical, y que incluso pondría música adicional a filmes tales como “El Gángster y la Corista” o “Colmillo Blanco”.
Evidentemente, la modesta carrera artística de esta californiana, que fuera de sus incursiones como música adicional, se circunscribe únicamente a la televisión y filmes de escasa repercusión, explicaría la ínfima cantidad de obras suyas disponibles en el mercado.
Entre los pocos álbumes con cierta repercusión comercial, encontramos este "Escape from L.A.”, uno de sus últimos intentos por abrirse hueco en las grandes producciones de Hollywood, con una partitura en la que aunaría esfuerzos con el cineasta-músico John Carpenter, tras su anterior contratación para “Memorias de Un Hombre Invisible”.
Secuela de aquél exitoso filme de principios de los 80 ”1997: Rescate en Nueva York”, el largometraje prosigue las aventuras de aquél antihéroe Snake Plissken (Kurt Russell), que ahora es enviado a un apocalíptico Los Angeles, separado del continente por un terremoto e infestado de los seres más indeseables, con la misión de recuperar a la huída hija del Presidente, junto con la poderosa arma destructiva que porta con ella.
Si bien la obra no es de las mejores escritas por Walker (alguna que otra joya televisiva permanece aún inédita), el principal acierto de ”Escape from L.A.” radica en la espectacular capacidad de la compositora para asimilar los minimalistas y peculiares ejercicios musicales de John Carpenter. Algo que en principio podría parecer sencillo, dada la simpleza de estructuras manejadas habitualmente por el cineasta, pero que va más allá de esa “camaleónica” transformación de Walker (en su día llegó a decir que este score era completamente diferente a todo lo que había hecho antes), para ofrecer una nueva y remozada aproximación al personaje de Kurt Russell, basándose en la recuperación de la electrónica carpenteriana (mucho más elaborada, obviamente, que la del filme de 1981), fusionada con su propio estilo sinfónico, tan afortunado en lo relativo a orquestaciones como ambicioso en lo referente a texturas rítmicas y armónicas.
De hecho, la reinterpretación del “Main Title” de “Rescate de Nueva York” con la que arranca el álbum (totalmente re-arreglada por Walker, con ese ostensible incremento del tempo), ejemplifica de forma clara el punto de calidad con el que la autora complementa el minimalismo conceptual de Carpenter, cuya labor aquí se limita a escribir un nuevo motivo a harmónica y guitarra eléctrica para Plissken (“Snakes Uniform”, “Showdown”), que claramente apela a esa metáfora de forajido de western con el que el guión retrata al protagonista.
Walker, en cambio, toma las riendas de la práctica totalidad del score, centrando su labor tanto en la oscura recreación del ambiente caótico de un Los Angeles devastado (“Beverly Hills Surgeon General”, las sonoridades étnicas en claro tono ecléctico del “Sunset Boulevard Bazaar”), como enfatizando los instantes de mayor dinamismo del protagonista, en donde Walker explota de manera afortunada su reconocible estilo arrollador (no sin antes ofrecer, en cortes como el insólito “Mototcycle Chase”, otro ejemplo más de que no estamos ante su partitura de acción al uso).
Por si fuera poco, no solo Shirley programa y arregla con fortuna los cortes propios de Carpenter, sino que le rinde un claro homenaje en el motivo que más repite la compositora en su parte del score: el “Submarine Launch”, un tema electrónico de “preparación” en el que apela a ese estilo directo y repetitivo propio del cineasta, pero del que no obstante la californiana obtiene resultados más elaborados. Así, será éste el leitmotiv que aplicará para identificar los momentos de mayor heroismo del protagonista (“Hang Gilder Attack”), entre los cuáles destaca sobremanera uno de los fragmentos más apabullantes que se recuerdan de la autora: el ”Fire Fight”, traducción sinfónica de aquél motivo, en el que Shirley maneja superposiciones a cuerdas y bloques ritmos francamente estimulantes, mientras reconduce a los metales reales la retentiva frase del “Submarine Launch”.
Igual de contundente se mostrará en “Escape from Colisseum”, “Helicopter Arrival” y “Escape from Happy Kingdom”, que junto con el excelente “Fire Fight” antes comentado, conforman los cortes en dónde mejor apreciamos las habilidades orquestales de la californiana.
Las conclusiones una vez escuchado el álbum, son bastante favorables hacia lo que es un trabajo atípico pero recomendable. Estamos quizás ante el más “audible” de los scores de la filmografía de John Carpenter. y la labor de Shirley Walker resulta satisfactoria tanto por su acierto en la adaptación y recreación de sonidos carpenterianos. como en lo referente a aplicar, ya desde su estilo personal, un sinfonismo aderezado con la electrónica que no sólo fascinó a Carpenter (como reconoció después en varias ocasiones), sino que permite además que la escucha aislada del CD se convierta en un agradecido tributo del oyente a la recientemente fallecida autora.
Descanse en paz, Mrs. Walker.
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