Enrique González
La intrascendente obra de Luis Puenzo (“La Peste”, “La Puta y la Ballena”) ha ido siempre acompañada de un significativo aura de interés crítico por su propuesta; corta y limitada, ambiciosa y decepcionante, como este “Gringo Viejo” . Legado del gran Gregory Peck, ambientado en la América de principios de siglo y con la continua amenaza de las turbulentas relaciones con el hermano mexicano. Jane Fonda y Jimmy Smits, por aquel entonces en auge con "La Ley de los Ángeles" (Fonda estaba en otra onda, o señal televisiva, Turner para más señas), arropan al legendario Atticus Finch, defensor de causas perdidas, aunque en esta ocasión poco podía hacer con un producto dirigido a la pantalla pequeña. Todo el interés lo centramos en el haitiano Lee Hooldridge, por aquel entonces con una carrera fluida y en plena ascensión, de trabajos menores eso sí, pero con éxitos televisivos como la generacional “Luz de Luna” y “La Bella y la Bestia” por la que incluso ganó dos Emmys.
Su “Gringo Viejo” es un trabajo fluido y pasional, de gran belleza orquestal. Respetando la tradición del western, introduce un hermoso toque hispano, a través de la cuerda y la guitarra. El score se asienta sobre tres temas principales que representan los tres roles protagonistas, todos ellos dotados de fuerte raigambre melódica: la lúcida madurez de Ambrose Bierce (Peck), la apasionada necesidad de amar de Harriet Winslow (Fonda) y el apego a las ideas revolucionarias del General Tomas Arroyo (Smits) se dan cita en su destacable y elegante “Prologue”.
Sobre esas tres líneas melódicas Holdridge despliega su particular y edulcorado universo, que a la postre contribuye a otorgar al filme un tono ajado y entristecido, símbolo de un mundo en plena desintegración, donde el triángulo amoroso construye su propio “Neverland”, un oasis de ternura que contrasta con el crudo paisaje que les rodea.
Presente el espíritu de Revueltas en el poderoso homenaje al North de “Viva Zapata!” presentado en “Ride to Hacienda”, con el espíritu mexicano aún más presente a través de la orquesta, con percusiones y metales dando cuerpo a la pieza; Holdridge se permite construir una intensa pieza de acción que va más allá de las pobres imágenes a las que acompaña en “The Battle”, así como revisitar el clásico mejicano “Las tres pelonas” en su efervescente “The Mirrors”. Todo parece estar milimétricamente dispuesto en cada nota del compositor de “Splash” para el glosario final confinado en sus “End Titles”, el lógico desenlace que como la desembocadura de un angosto río representa la ansiada libertad y el merecido descanso buscado por sus protagonistas, un corte que es carne de cañón de cualquier recopilatorio de música fronteriza y/o western que se precie. Culminación a modo de suite de un trabajo de calidad constatada.
Cuarenta y dos minutos de un trabajo en su día editado por la lustrosa y ahora parcialmente “estancada” discográfica GNP Crescendo. Una de las compañías que más ayudó en su momento a difundir la música de cine a través de talento, de obras redondas, de piezas musicales inolvidables, dejando a un lado los nombres. Circunstancia poco habitual en los tiempos que corren. Años de nombres mediocres que ven publicados todos sus trabajos por discográficas amigas, las mismas que no tienen rubor alguno en anunciar a bombo y platillo ediciones limitadas de trabajos verdaderamente interesantes y de nombres ilustres, que no hacen sino fomentar el espíritu mercantil de muchos aficionados.
En plena recuperación del western como género, con el “Silverado” de Broughton y Kasdan aún calentito, y con modernas revisitaciones como “Arma Joven”, aparece este “Gringo Viejo”, que aunque cinematográficamente carece de la contundencia pretendida, musicalmente nada tiene que envidiar a memorables trabajos de la misma época como la poética “Lonesome Dove” de Poledouris, la oscarizada partitura de John Barry para “Bailando con Lobos”, e incluso mediados los 90, las creaciones de Broughton para “Tombstone” y James Newton Howard para “Wyatt Earp”.
Un género exprimido hasta su fallecimiento a mediados del siglo pasado, pero que musicalmente hablando siempre ha mantenido un nivel sobresaliente en sus creaciones. Algo a lo que han contribuido sinfonistas competentes y talentosos como Lee Hooldridge, quienes con independencia de la época, siempre han sabido influenciarse por las venganzas de sangre, la violencia llevada al extremo, los conflictos fronterizos y, en resumen, el polvo y fuego del oeste americano (“Texas”, “Gunfighter´s moon”, “Buffalo Girls”). Sin duda, el tono crepuscular de la partitura de “Gringo Viejo” será disfrutada como realmente se merece. Quien ya la conoce lo podrá corroborar, y quien no, seguro que agradecerá su recomendación. Es apostar por caballo ganador.
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