José-Vidal Rodriguez
”Casino Royale” fue la primera novela de Ian Fleming en la que introdujo el mítico personaje del agente doble cero James Bond, y también la única sobre la que los productores de la famosa saga no consiguieron los derechos para su traslación al cine. De hecho, sería en 1967 cuando bajo su mismo título, se rodó una alocada comedia parodiando la figura de Bond con David Niven como protagonista. Han tenido que transcurrir 40 años para que la compañía EON de la familia Broccoli, recupere los derechos de la película número 21 de la serie, y en la que a modo de precuela se narra la primera misión como agente 007 de James Bond, que le lleva a enfrentarse al peligroso fanático Le Chiffre, para lo cuál deberá vencerle en una partida de “Texas Hold´em” (juego derivado del póker que sustituye al baccarat de la novela original), para evitar con ello que continúe financiando atentados terroristas.
Gran polémica ha traído la elección del nuevo rostro para encarnar al Agente 007, tras el anunciado adiós de Pierce Brosnan. El británico Daniel Craig ha levantado en armas a gran parte de los fans, por su presunta falta de encaje en la particular estética del personaje, de un modo similar a lo que sucediera casi cuatro décadas antes con la efímera sustitución de Sean Connery por el australiano George Lazenby en “On Her Mayesty´s Secret Service”. Peloteras aparte, lo que permanece inalterable en la saga es el nombre responsable de las tareas musicales, el también inglés David Arnold, cuya permanencia en la franquicia (ya lleva con ésta cuatro partituras) parece augurar que nos encontramos ante el sucesor en continuidad de John Barry; eso sí, aun cuando aquí Arnold ofrezca un ejemplo más de su decreciente frescura e inventiva en la saga.
Efectivamente, su soberbia presentación en “Tomorrow Never Dies” no ha tenido la continuidad deseable que muchos esperábamos ante el resultado sonoro de aquélla ejemplar partitura. Mientras que en “The World Is Not Enough” el compositor resuelve el encargo con menos brillantez pero con indiscutible eficiencia, en “Die Another Day” ofreció ya muestras de cierto desgaste y apatía, ciertamente impropias de su excelente debut en el universo bondiano. Desafortunadamente, Arnold no remonta el vuelo demasiado en este ”Casino Royale”, escribiendo una partitura contundente, ambiciosa, atrayente a primera vista y de incontestable eficacia para con las imágenes, pero carente de la notable inspiración que antaño ofreciera el compositor.
La edición de Sony sorprende ya de entrada por la no inclusión en el álbum de la canción central del filme, la sonrojante “You Know My Name“ de Chris Cornell (cuyos acordes, sin embargo, se sugieren en varios cortes). Algo que nunca había ocurrido en los anteriores álbumes de la saga. Estamos pues, ante un compacto que recoge tan sólo la música orquestal escrita por Arnold, un extenso score para la película con mayor duración de toda la saga (ni más ni menos que 144 minutos).
Ahondando en materia, lo primero que ha de tener en cuenta el lector es que nos encontramos aquí con el Arnold en estado puro, para lo bueno y para lo malo. Su particular estilo excesivo, sobrecargado y por momentos aturdidor a los oídos (impronta que explota el inglés con demasiada insistencia, y que otras veces funcionó de forma más adecuada), encuentra en esta nueva partitura el principal hándicap para que el oyente pueda acabar la audición con una dualidad de sensaciones: que Arnold se nos presenta de nuevo como un compositor adecuado para musicar la saga, pero que a la vez se muestra francamente sumido en una rutina sonora que para nada auguraban sus inicios. Rutina que se resume en ese pertinaz empeño en reiterar unos esquemas musicales demasiado previsibles y abusar de una aparatosidad que puede resultar eficaz en las formas, pero no en el fondo.
Partiendo del escaso uso que hace del famoso “James Bond Theme” (eso sí, interpretado casi con los arreglos originales en el corte final “The Name´s Bond... James Bond”, potenciando con ello el carácter de pretendida precuela del filme), el compositor recoge, durante los 75 minutos de duración del compacto, un cúmulo de temas en los que repite la consabida fusión de electrónica y orquesta, dando esta vez un protagonismo mayor a la agrupación sinfónica e intentando mantener el nivel de dinamismo y explosividad de las anteriores entregas. Si visualmente lo consigue, hecho que parece indiscutible ante el enorme despliegue de medios manejado, otra cosa bien distinta es que musicalmente, el autor se muestre igual de atrevido e inspirado que en sus primeras incursiones en la saga. Y ello por cuanto la partitura es, desde luego, un ejemplo de luces y sombras, y una muestra más de, ese eficiente pero plano, panorama musical que últimamente ronda por el Hollywood de los grandes presupuestos.
En el “haber” del score, es justo destacar que Arnold se muestra ciertamente afortunado en las partes más melódicas y calmadas del trabajo, con esa recuperación de sonoridades barrynianas como las escuchadas en ”Solange” o el tema dedicado a la chica Bond Vesper, cuya brillante rendición romántica en ”City of Lovers” depara un fragmento de gran elegancia y belleza, a la vez que en ”Death of Vesper” (muchas gracias a los Sres. de Sony por tan soberano spoiler) rezuma el justo aire trágico requerido, con esas frases iniciales que presagian lo funesto. Incluso resulta curioso cómo la flojísima canción central, funciona de manera mucho más eficaz en su versión de leves alusiones orquestales (“Aston Montenegro”, “Blunt Instrument”).
Pero en el “debe” de la música, hay que reconocer que el autor se ofusca en la composición de esa clase de cortes de acción cuyo brío, exageración sonora y artificiosidad no ocultan sino una cierta ausencia de ideas que ya viene arrastrando desde su “Die Another Day”. Más que nunca, Arnold prosigue su impronta “cuanto más, mejor”, utilizando de manera exagerada los metales (hay pasajes en los que se aprecian perfectamente los esfuerzos “sobrehumanos” de los intérpretes para alcanzar ciertas notas) así como la percusión, y en definitiva, todo lo que tiene a su alcance, que no es poco. La excesiva funcionalidad de la que hace gala el inglés, oculta tras esta apariencia grandilocuente y pretendidamente compleja, tiene su muestra más clara en fragmentos del estilo del ”Stairwell Fight”, “Dirty Mantini” o “The Switch”, salvándose de la quema piezas como el inicial “African Rundowm” o el extenso ”Miami International”, cuya aparente laboriosidad rítmica y lo trepidante de su acabado, prometen un cuanto menos adecuado acoplamiento con las imágenes.
Todo este compendio de pros y contras, convierten a este ”Casino Royale” en un ejercicio musical un tanto descompensado. De intachable empaque y presentación, del suficiente interés como para pronosticar la continuidad de David Arnold en la saga, no hay duda. Pero con los suficientes defectos como para afirmar que sus propuestas distan bastante de ser brillantes (lo fueron antaño). De todas formas, parece que los aficionados nos hemos acostumbrado a una nueva visión en clave impetuosa del mundo musical bondiano que, como en esta ocasión, acaba en ciertos instantes por agotar los oidos del más pintado.
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