Manuel Ruiz del Corral
Preámbulo
Permítame el lector compartir un pensamiento que me invade tras escuchar el trabajo que reseño, “Serenada Schizophrana”, que enmarca claramente mi impresión tras las profundas y reiteradas escuchas a este magnífico CD.
Puede resultar algo apresurado afirmar que la mayoría de las consideradas obras maestras de la música de cine se concentran fundamentalmente en el ecuador temprano de la vida profesional de su compositor… al lector se le ocurrirán muchos grandes nombres, en una breve reflexión. Esta tendencia me resulta llamativa comparando con los clásicos, cuyas obras maestras, en una vaga generalización, se ubican mayoritariamente al término de su carrera y en su madurez.
No trato de elucubrar acerca de las causas ni de la veracidad esencial de esta afirmación, pero sí de hacer un ejercicio de autocrítica, desde mi posición de redactor y aficionado a la banda sonora. En muchas páginas, revistas y foros leemos acerca de la falta de inspiración de grandes compositores, no sin falta de razón, pero quizá con demasiada frivolidad. Desde considerar a un compositor como acomodado tras conseguir el éxito, hasta la dureza de considerarle falto de ideas, de repetirse a sí mismo permanentemente, e incluso, de imaginarlo acabado.
Bien, recordemos las condiciones de la industria del cine: cuatro semanas de media para componer un score de más de una hora y media de música, temp-tracks con música de otros trabajos (incluso los propios) para orientar la escena, restricciones constantes a clichés sin capacidad para arriesgar… ¿dónde está el margen para la obra de arte, aquello que el aficionado ansía escuchar? ¡Ravel retrasó varios meses el estreno de Daphnis et Chloé (una de sus obras maestras), por no estar conforme con los últimos minutos de la obra! Esto hoy sería impensable. Sin olvidar, el aspecto psicológico del compositor, su motivación, y sus aspiraciones creativas… pueden diluirse fácilmente, tras el primer ímpetu creativo hacia la búsqueda de un estilo y un sello (que si llega a conseguirlo, y triunfa, se le exigirá hasta la saciedad…).
El concepto
Por si no lo sabíamos ya (no haría falta citar sus obras), Danny Elfman nos recuerda en este trabajo quién es: uno de los grandes, uno de los clásicos del mañana. Y nos lo recuerda en unas condiciones muy distintas (una obra clásica de encargo para orquesta), pero intuyo que profundamente estimulantes para él, y asimismo, razón esencial para el empujón determinante de calidad y genio de esta partitura, comparando con sus recientes trabajos.
El compositor insinúa su motivación en el libreto del CD, donde en una esclarecedora y sencilla declaración de intenciones, va desmembrando el tejido creativo de su obra. En estas palabras, quizá con falsa humildad, detalla también sus múltiples influencias y sus problemas para encauzar un encargo de estas características, especialmente desde el punto de vista de la forma musical.
"Serenada Schizophrana" es, ante todo, una obra de su autor. Es Danny Elfman en estado puro, un torrente creativo sin fin; un juego de emociones primarias e intelectuales, de contrastes entre lo grotesco y lo infantil, entre lo humano y lo infrahumano. Como tal, como obra de arte, es intachable. ¿Influencias? Por supuesto, y muy evidentes en ocasiones (como citaré posteriormente, y como el propio Elfman se encarga de señalar en sus palabras). Pero no son más que sutilezas dentro de un mundo apabullante de conceptos únicos y virtuosismo creativo.
Buscando una posible estructura y concepto de la obra, hago una primera aproximación al CD. Dos consideraciones:
En primer lugar, los movimientos de la obra parecen diferenciarse, a priori, en el concepto tímbrico. Así, “Pianos” utiliza una virtuosa sección para piano, y el resto de la orquesta parece estar construida desde un punto de vista pianístico (secciones arpegiadas, sensación de pulsación en todos los instrumentos, etc…). “Blue Strings” juega con la riqueza expresiva de la cuerda (en solo, en secciones camerísticas, en trinos, en tremolos, etc.), “Brass Thing” se centra en el metal, “I Forget” en la voz, etc.
En segundo lugar, puede considerarse que el nexo esencial de la obra es el trabajo explícito del ritmo (algo que hace tan característica y dinámica la música de Elfman).
Más allá de estas dos consideraciones, cada movimiento es una obra de arte única e íntegra en sí misma (salvo la anecdótica “End Tag”, y el bonus track).
Un vistazo, corte a corte
Abre el CD la pieza ”Pianos”, de vocación minimalista y estructurada en dos partes claras. Una primera, con una sección orquestal pulsante que va creciendo en complejidad armónica, y una segunda con claro protagonismo del piano, con una estética cercana a los maestros Rachmaninov y Prokofiev. Una pieza fresca, potente y de técnica impecable, aún siendo errante en forma y sin un concepto motívico claro.
“Blue Strings” nos sumerge en una estética opaca, lúgubre y tétrica en ocasiones. Construida en torno a un motivo inicial que recuerda al dies irae medieval, y con un desarrollo que coquetea con el postromanticismo ruso (especialmente con la estética de Shostakovich), es destacable el trabajo tímbrico de la cuerda. En este sentido, las posibilidades expresivas de la cuerda son utilizadas con exquisitez (combinando el ambiente camerístico con el orquestal, los pizzicati, col-legno, staccatti… ). Bellísima pieza y la más introspectiva de la partitura.
“A Brass Thing” es un punto álgido del CD, una extravagante fantasía a ritmo de tango y swing (alternándolos a placer), y con un brillante trabajo de la línea del metal (sordinas, glissandos, etc.). Todo ello enmarcado en el juego con una sutil frase musical (minuto 02:02, en los metales), con el que Elfman divaga con una imaginación sin límites (combinaciones orquestales, insinuaciones jazzísticas…). Curiosa la exposición final del tema, en flauta y arpa, parece un homenaje directo al tiempo lento de la Quinta Sinfonía de Shostakovich.
“The Quadruped Patrol” es otro ejercicio de vocación minimalista, pero de complejidad orquestal y rítmica apabullante. Un simple ritmo binario (que parece insinuarnos el paso de algún ser extraño en algún ambiente grotesco), crece hasta la exaltación del Elfman más ecléctico y extravagante (oleadas de cuerdas, pseudo-órgano de catedral, staccatti de coros fémeninos…). Un corte breve, bruscamente finalizado (con un diminuendo algo forzado), pero brillantísimo en construcción.
“I Forget” es una verdadera joya inesperada en el CD. El compositor nos brinda una bellísima construcción vocal en castellano, con insinuaciones navideñas y folklóricas, con un trabajo impecable en la conducción de las voces y en la variedad del acompañamiento orquestal. Los matices y las capas melódicas son interminables. Queda aquí patente, si no había quedado ya, el gran trabajo de orquestación, y la búsqueda incansable de la variedad y calidad musical. Como curiosidad, destacar en el mínuto 03:15, una insinuación del “Asturias” de Albéniz, ejecutado por el nutrido grupo de percusión.
“Bells and Whistles” recoge el testigo estructural y conceptual de “Pianos”. Una pieza que trabaja la orquesta emulando sonidos de campanas (en una primera parte) y vientos (en una segunda). Sin claras ambiciones melódicas, la primera parte nos insinúa una frase cuyas notas parecen recordarnos a las notas de campanas de iglesia. La segunda sección, con oleadas de sonido, arpegios en todas las familias orquestales, parecen recordarnos a sonidos de viento, de forma inusualmente agresiva.
Cierra la obra “End Tag”, con una recapitulación conceptual de “The Quadruped Patrol”. Final tan inesperado como excéntrico, contribuye a la ambigüedad emocional del trabajo y a su fuerte eclecticismo, aspectos que lo hacen tan inesperado como original.
El último corte del CD es una pieza considerada como bonus track, “Improvisation for Alto Sax”. Nada virtuosa como pudiera deducirse del título, sino una breve insinuación melódica en un saxo con acompañamiento orquestal. Una pieza que se desmarca en complejidad y concepto del resto del disco (como tal, veo un acierto considerarla como bonus), pero de belleza indudable.
Conclusiones
"Serenada Schizophrana" es un trabajo irrepetible y que marca el sello esencial de su autor: Danny Elfman. Trabajado al detalle línea a línea, nota a nota, sus matices técnicos son impecables, y sus matices emocionales, interminables. Denso, ecléctico y extravagante, es un reto para la asimilación y la inteligencia. Una obra maestra brillante a todos los niveles. Un regalo para el aficionado a la música y para la música de concierto.
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