Pablo Nieto
Sin pretender entrar en consideraciones formales sobre la calidad del cine de Michael Bay, no debemos pasar por alto la interesante y rentable faceta como productor que está llevando a cabo en los últimos años. Como ha reconocido en más de una entrevista, quedó marcado en su juventud por películas como “La Matanza de Texas”, “Terror en Amytiville” o “Viernes 13”. Décadas después y con la cuenta de ahorro llena gracias a meteoritos que caen sobre la tierra, presos que escapan de alcatraz, policías mal hablados y un estilo videoclipero de consumo fácil y ligero por el aficionado que busca entretenimiento fácil, Bay decidió en 2003 darse el capricho de comenzar a homenajear a aquellos clásicos de género, comenzando por el film de culto de Tobe Hooper “La Matanza de Texas”. Las buenas y sorprendentes críticas, le llevaron a animarse con "Amytiville" y a comenzar a preparar su particular visión de “Viernes 13”. Por supuesto él ni ha dirigido ni dirigirá ninguna. De hecho, si algo ha aprendido de su mecenas Jerry Bruckheimer, es a controlar un proyecto sin que el proyecto le controle a él. El director es un esclavo de la financiación. La película es el del productor. Blanco y en botella.
Mientras, terminaba de retocar “La Isla” y comenzaba a trabajar en “Tranformers”, decidió aprovechar el efecto “Matanza” , retrocediendo siete años en el tiempo para descubrir el origen de la legendaria historia de terror, el origen de los asesinatos de Leatherface, una interesante historia con la guerra de Vietnam como trasfondo, y las ganas de huir de la misma de un grupo de amigos que tras un desgraciado accidente en el que el destino les cruza en el camino con el sádico Sheriff Hoyt, su vida cambiará para siempre. Su verdadera pesadilla tiene un nombre: los Hewitt.
Dirigida por Jonathan Liebesman (“En la Oscuridad”), al frente de la música tenemos al compositor oficial y hombre de confianza de Bay en los últimos años: Steve Jablonsky. Este alumno aventajado de Hans Zimmer se ha situado en una posición privilegiada en la industria, y aunque su talento esté a años luz de los Powell, Gregson-Williams, Badelt o Mancina, no hay duda que sus colaboraciones con Bay, sus aportaciones al género de la animación ("Steamboy"), y su equipo con Danny Elfman en la serie de culto “Mujeres Desesperadas”, han ayudado y mucho a la carrera de este compositor.
Jablonsky elabora un score especialmente duro e inaccesible, de enorme intensidad orquestal, chirriante, violento y terrorífico, sin variar un ápice sus propuestas musicales para “La Matanza de Texas” y “Terror en Amytiville”. Un score donde adquiere una enorme importancia el diseño de sonido de Mel Wesson, imprescindible para crear esa atmósfera opresiva y desquiciada que busca el compositor. Por supuesto nada agradecido para su escucha aislada, pero si especialmente ajustado y efectivo con las imágenes.
En continua huída de cualquier identificación melódica o forma orquestal colorista, Jablonsky consigue un score robusto y compacto. Sin alardes y excesivamente maniqueo en su propuesta. Aunque en cierto modo lógico. Un trabajo cuyas primeras conclusiones pueden llegar a un oportunismo engaño con el que criticar al compositor y su trabajo (algo muy bien visto siempre que se trata de un compositor con vínculos con Hans Zimmer), pero que en un análisis crítico, serio y constructivo no seria justo vapulear. Y sin pretender insinuar que esta reseña reúne todas esas virtudes, sí que conviene defender la propuesta y el resultado de Jablonsky. Así pues, permítanme el atrevimiento de recomendar con enormes reservas esta composición, que tiene en la acertada y siempre aplaudible edición de Varèse su oportuno reflejo.
Ya en los disonantes y amenazantes “Main Title”, quedará bien claro a lo que nos atenemos, y por si alguien tuviera alguna duda, la aparición violenta de percusiones y la furiosa irrupción de la orquesta en “Birth” terminará por despejarlas.
En total 18 cortes, de identifica factura e intensidad progresiva. La música siempre va de menos a más. Algunos de estos cortes con pasajes orquestal y percusivamente más intensos (siempre arropados en el recurso a electrónica y la manipulación de las guitarras eléctricas), como “Biker Chase”, “Ten Push Ups”, “Eric Death” o “Meat Factory”; otros con cierta tendencia épica como “Atempted Rescue”, “Dean Death” o “Chrissie Finds Eric”. Sin olvidar momentos para una falsa calma y pequeño espacio para la reflexión dramática como “Chrissie Alone”.
En resumen, una propuesta directa a la par que insana, eficiente a la par que poco atractiva, y sobretodo, aceptable. Una conclusión inconcebible a la hora de abordar el análisis inicial de la misma. Es lo malo de los prejuicios. Quién consiga dejarlos a un lado, es posible que hasta quede gratamente sorprendido, si es que se le puede llamar así a la experiencia tan poco agradecida que supone escuchar un score de estas características.
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