Manuel Ruiz del Corral
Los hermanos Danna firman el score de la última fantasía de Terry Gilliam, “Tideland”, un trabajo tan extravagante como lleno de matices de realidad: la protagonista del film, tras la reciente muerte de su madre (drogadicta) y bajo el cuidado de su padre, afronta su nueva realidad con la creación de un mundo que sólo existe en su mente: cabezas de muñecas, ardillas que hablan, o una vecina imaginaria (con velo de apicultor).
Pequeños elementos que permiten a Gilliam crear otra de sus fantasías tan excéntricas como pletóricas de imaginación, y de difícil comprensión en ocasiones. Decía el director, en una reciente entrevista, que para entender su película es necesario verla con ojos de niño (aunque intuyo que será necesario hacer algún esfuerzo más).
Recrear musicalmente un film de estas características es tan estimulante como complejo. Puede sacar el talento más oculto de cualquier compositor, o bien, sumirlo en un bucle creativo sin retorno, ante el surrealismo de la imagen y la irregular evolución de la película. He de decir, con satisfacción, que podemos estar ante uno de los trabajos más interesantes editados en lo que va de año 2006, por lo que me inclino hacia la primera opción.
La apuesta musical de Gilliam y de los hermanos Danna parece a priori clara: la creación de un mundo de fantasía y color, con incoherencias estéticas y estilísticas, muy enraizado en el estilo de los clásicos de Danny Elfman, y con mayor amplitud, en las fantasías de Prokofiev y Stravinsky. En este aspecto, la presencia de los temp-tracks ha podido ser determinante en la definición del carácter musical.
Pero no se quede el lector y oyente en este plano de las referencias, tan simple como vago, sino descubra los recursos creativos y técnicos de Mychael y Jeff, una vez más excelentes, que intentaré desglosar a continuación.
Lo primero a destacar de la edición discográfica (obviando las dos primeras canciones de relleno), es la presencia de un leitmotiv claro: la melodía ejecutada por la flauta en “I´m a Ghost”. Este tema es presentado y variado en “Grandma´s House”, insinuado en “They Won´t be Out Until Tonight”… y así sucesivamente en la mayoría de las pistas del CD. Este leitmotiv, junto con dos motivos musicales con personalidad propia, parecen constituir el núcleo temático del CD. Estos dos motivos son, véase, la sección rítmica inicial en “Running from Del” (quasi Elfman, también aparece en “The Bog Man”), y la insinuación melódica con aires étnicos gitanos en “Corn Swimming” y “The Bad Place”.
A partir de estos elementos, el resto de la partitura es un brillante juego de timbres, armonías y variaciones de los temas mencionados, con algún que otro bache en su desarrollo, pero de exquisita factura técnica.
A destacar, en primer lugar, la paleta instrumental. Encuentro elecciones brillantes, como la utilización del dulcimer (o psalterium, instrumento medieval) en “Madrigal for a Mummy” o “The Bad Place”. También me sorprende el uso de la zanfona en “Corn Swimming” (otro instrumento antiguo), o el sutil uso de los sintetizadores y efectos (“Hunting for Squirrels”), perfectamente empastados con el ambiente orquestal.
En segundo lugar, el fino equilibrio del concepto de orquestación utilizado, y el trabajo de detalles consecuente: ningún instrumento está aparentemente falseado en la mezcla para destacar entre los demás (costumbre últimamente muy usual), y eso que la paleta utilizada es amplísima: celesta, vibráfono, marimba, acordeón, dulcimer, zanfona, piano, corno inglés, voz femenina, piccolos, percusión de todo tipo, etc. La puesta en escena de las combinaciones y dinámicas orquestales es excelente y muy variada, y las posibilidades expresivas y articulaciones de todos los instrumentos está llevada a un altísimo nivel.
Siguiendo con aspectos técnicos, destaco en tercer lugar las sutilezas estilísticas, y las fusiones de conceptos musicales. Me parecen interesantísimas las insinuaciones estéticas étnico-medievales (en pistas como “Corn Swimming”, o “Madrigal for a Mummy”), los guiños al jazz más evidente (“Feather Boa”), secciones camerísticas (“In the Chair with Daddy”), construcciones amagando politonalidad y aires posmodernos (“Under Water, o el final de “Train Wreck”), etc.
Estos tres aspectos técnicos que acabo de destacar (el instrumental, el orquestal y el estilístico) están por supuesto enmarcados en el concepto global de score que comenté anteriormente: una partitura colorista, llena de clichés de fantasía (con alguna sección cercana a Danny Elfman o a Thomas Newman, las cuales, pese a su evidencia y estudiado todo lo anterior, me parecen más anecdóticas que cualquier otra cosa).
Desde el punto de vista del desarrollo musical y temático, el trabajo parece ser bastante incidental y algo estático (sin puntos culminantes, sino un constante vaivén de variaciones de temas y colores). Puede resultar, en ocasiones, una escucha algo plana para la habituación del oyente de banda sonora. Sin duda, este aspecto puede considerarse el punto más débil del CD. No obstante, me parece más fruto de las referencias fílmicas que de la propia creación de los hermanos Danna (que como he comentado, esta llena de virtudes de forma, técnica y concepto musical). Si precisamente por algo se ha criticado a la película de Gilliam en los sectores especializados, es por la farragosa puesta en escena de los elementos de fantasía y el plano desarrollo del guión.
En definitiva, un trabajo profundamente interesante desde el punto de vista técnico y musical, quizá algo desigual en desarrollo temático (por abuso de la presencia del leitmotiv principal, e idas y venidas sin aparente rumbo en algunas pistas), pero realmente exquisito desde el punto de vista creativo, técnico y conceptual. En mi opinión, una de las adquisiciones más interesantes en lo que va de año.
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