Pablo Nieto
Lo siento, pero si no lo digo reviento: estamos de remakes hasta la coronilla. ¡Ya está bien! El resumen de la decadencia del cine actual encuentra su hilo conductor en la dictadura del remake. Parece ser que a la hora de apostar por uno u otro proyecto, los grandes magnates de la industria, prefieren jugar a lo que ellos creen que es una “carta segura”. Nada más lejos de la realidad. Ni artística, ni económicamente, los remakes son rentables. Las cifras, las críticas y la opinión generalizada del público habla por sí sola.
El cine siempre ha sido imaginación, un medio para explorar nuevos horizontes, para experimentar, para expresarse artisticamente sin límites. Con esta condenable moda, todo esto se desvanece. El castillo de naipes se va al garete, y la gente, que aunque algunos piensen lo contrario, no es tonta, termina por olvidarse de la pantalla grande y centrarse en la pequeña. Ahí tenemos para elegir. Si no es “Perdidos”, es “House”, y si no “Anatomía de Grey”, “Prison Break” o “Mujeres Desesperadas”. ¡Basta ya de tomarnos el pelo!.
Bien, dicho esto tenemos “The Wicker Man” , repetición de escaso gusto, aburrida imitación del clásico de 1973 dirigido por Robin Hardy, tomando como base la novela de Anthony Shaffer, que nos cuenta la historia de un policía que llega a una misteriosa isla donde deberá investigar la desaparición de una niña, entre medias de una perturbadora trama que alienta todo el pueblo. El sobrevalorado Neil La Butte dirige el remake, protagonizado por Nicholas Cage y Ellen Burstyn. Una perdida de tiempo, para variar, donde sólo la existencia de una “chocante” trama feminista.
Al frente de la música, tenemos a Angelo Badalamenti. Un compositor excesivamente “vanagloriado” por sus colaboraciones con David Lynch, y con un estilo poco dado a los grandes alardes. Casi siempre más interesado por la experimentación, creando agobiantes cuerpos atmosféricos con gran importancia de la electrónica. Puntualmente decide sorprendernos con intimistas scores folk (“Una Historia Verdadera”), apoteósicas piezas románticas (“Largo Domingo de Noviazgo”) o divertimentos como “S.O.S. Ya es Navidad”.
Para “The Wicker Man”, escribe una partitura donde no prescinde de ninguna argumentación orquestal, como asevera en "Overture for the Wicker Man", presentación temática con inserción de solo de voz femenino asociado a la niña perdida. Aquí podremos apreciar la diversidad melódica representada por el tema del policía, el tema de amor o el tema de la isla como objeto referencial.
Quizás chirrie el uso de la electrónica en algunos pasajes, especialmente el referido a las escenas de flashback (“Flashback Memories”), pero esto es compensado con la viveza orquestal de intensas piezas que intensifican la tensión que busca (y no consigue) el director como “The Barn”. Mucho más inspirado se muestra en "Kiss of Bees”; recuperando al Badalamenti “terrorífico” en "Trapped in Water", con interesante juego de las disonancias y los coros, y por supuesto el clímax de "The Confrontation" y "The Burning".
Que nadie espere una revelación vital en este nuevo score de Badalamenti, y por supuesto una reinvención de un género que no da más de sí. Pero al menos es un trabajo que se puede escuchar, que en absoluto molesta y cuya misión final (ayudar a la película) la cumple con creces. Por supuesto, un score que nada tiene que ver con el folk rústico de Paul Giovanni para la primera versión del film, no sabemos si buscada u obligada. Aunque atendiendo al resultado final de las imágenes, poco o nada podía hacer el bueno de Angelo.
Ahora lo único que toca es esperar al próximo proyecto del neoyorkino, que a todas luces apunta al esperado reencuentro con Jean Pierre Jeunet ("La Ciudad de los Niños Perdidos", "Amelia") en “The Life of PI”. Un director cuya particular imaginería visual casa a la perfección con el sonido bizarro y perturbador de las notas de Badalamenti ¿The Wicker Man? Quien sabe.
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