Ignacio Garrido
He de reconocer que Stephen Warbeck me pareció durante bastante tiempo un autor de segunda, un compositor llamado a primera fila al ganar un injusto Oscar por su correcto, elegante y sobrevalorado trabajo para “Shakespeare enamorado” y acreedor de obras tan sosas y escuetas como “Su majestad Mrs. Brown”. De hecho en su momento y dada la enfermedad que Patrick Doyle sufría justo por aquella época en la que Warbeck triunfaba, se me antojó éste un sustituto de segunda para el compositor predilecto de Kenneth Branagh, al que por otro lado no alcanzaba ni de lejos en personalidad, originalidad de planteamientos o calidad musical. Pero hay que saber rectificar sobre prematuros juicios de valor y concederle tiempo al tiempo, pues si bien apenas seguí de soslayo la carrera de Warbeck durante los siguientes años a los que hiciese su fulgurante aparición en el mercado internacional y hollywoodense gracias al susodicho premio, no es menos cierto que puntuales trabajos del compositor veían la luz con cierto interés para un servidor, en los que se notaba bastante mejoría en sus líneas orquestales y melódicas, destacando las inéditas “Mistery Men” y “Billy Elliot” o la serie de televisión “A Christmas Carol”.
Pero sería con la estupenda “Charlotte Grey” y la soberbia “Quills, donde Warbeck alcanzaría un mayor grado de profundidad y madurez emocional en su composición, especialmente con su trabajo para Philip Kaufman en el film sobre la vida del Marqués de Sade, interpretado de forma genial por Geoffrey Rush. En esta partitura (la más completa y estimulante hasta la fecha en la carrera de Warbeck para el que esto suscribe) la corrección de estilo del autor inglés consigue ese altísimo nivel que ha acabado por corroborarse en algunas de las mejores bandas sonoras de los últimos años, como fueron “Love´s Brother” o “Dos hermanos” y demostrar que lo que allí escuchamos no era un espejismo sonoro pasajero, sino la confirmación de un excelente talento musical en todo su apogeo.
Ahora con su carrera bien encauzada tanto dentro del panorama americano donde destaca la reciente “Proof”, como del europeo, por ejemplo la mencionada “Dos hermanos”, el compositor también acepta trabajar ocasionalmente en nuestro mercado cinematográfico, como ya hizo en su día colaborando con Gerardo Vera en la apreciable “Deseo”. Para “Cargo”, co-producción hispano-anglo-sueca, la creación de la música se reparte entre Warbeck y el español Sergio Moure, prometedor autor de la más que correcta “Inconscientes” y acreditado aquí como autor de música adicional. Su colaboración conjunta se antoja, en resultados sonoros, uniforme y sólida en cuanto a su orquestación y producción, dentro de la cual merece la pena destacarse la precisa interpretación de la orquesta Real Filarmónica de Galicia y su grabación en La Coruña. Además la post-producción y mezclas de la música de Moure, de la mano de los nacionales Jose Vinader y Olga Santos, no tiene nada que envidiar al trabajo realizado para Warbeck por parte del veterano Nick Wollage en los míticos Abbey Road, con lo que de entrada la buena factura técnica está asegurada, pese a que la música no se encuentre a la altura de las posibles expectativas levantadas, tanto por el buen momento musical en el que se encuentra el compositor inglés, como por el equipo reunido para la ocasión en esta cinta.
Para conocer más datos sobre la trama del film lo mejor es acercarse dentro de esta propia web a su comentario en la sección de estrenos de enero a marzo del 2006, que en su momento se hizo eco de su aparición en nuestras pantallas cuando no contaba con edición discográfica oficial, ni había noticias de la misma para el futuro y que puedes leer aquí.
La representación en el disco de la música de Moure es más bien anecdótica, pues tan solo podemos encontrar suyos dos cortes que apenas suman cinco minutos y que son “The Hold” y “The Drawing”, ambos algo intrascendentes dentro del conjunto, pese a la cuidada elaboración de los mismos y su coincidencia de sonoridad respecto a los de Warbeck, en los que tan solo cabe mencionar el siniestro piano que aparece en el segundo de ellos. Mientras el resto de temas pertenecen al compositor inglés a excepción de una canción final que cierra la edición de forma algo más comercial que lo que la música es en realidad, pues entrando en materia, la banda sonora se rebela en líneas generales opresiva, asfixiante, oscura, de texturas ambientales y experimentación electrónica y percusiva en combinación con pasajes para cello de lánguida y fría belleza.
El score arranca con un sorprendente y estupendo pasaje para percusión, cuerda y viento en el corte “Cargo”, donde la orquesta se mezcla de forma brillante con elementos electrónicos diversos y fugaces intervenciones del cello solista de Nick Cooper, pero a partir de aquí la evolución de la música queda algo estancada en temas totalmente ambientales, algo reiterativos y sin ningún tipo de progresión interesante como “The Market”, “The Ship” o “Gull” que configuran buena parte de la composición y pese a su excelente conjunción audiovisual o la adecuada intervención de guitarras eléctricas y de efectos sonoros en los mismos, no consiguen traspasar al oyente si este es ajeno a la narración que acompañan, recordando en muchas ocasiones a pasajes de similar factura en obras de Elliot Goldenthal como “Heat” o “In Dreams”, así como la etérea personalidad musical de David Julyan en cualquiera de sus trabajos o incluso toda la música atmosférica de los films de Michael Mann. Frente a estos cortes tenemos otros más elaborados como “Herman” o “The Killing” que parecen estar citando por momentos al Newton Howard de “The Trigger Effect” por su construcción tonal y rítmica así como por su orquestación, pese a ser especialmente destacable en el segundo de ellos el intenso uso de los metales en su sección final. “The Search” también destaca por encima de la media durante su extensa duración de siete minutos en un dialogo entre sintetizadores, cello y percusiones realmente atractivo, donde se conjugan todas las posibilidades que en anteriores pasajes han quedado menos desarrolladas.
Un liberador y breve momento para piano abre el corte “Chris” desarrollando un hermoso y triste tema melódico que es truncado de forma seca por un estallido orquestal y la sonoridad electrónica ya conocida que de nuevo hace las funciones de mantenimiento del suspense de forma correcta pero poco más, algo que si se consigue en mayor medida durante el siguiente tema “Gull Time” donde el empleo de los violines de forma herrmanniana y obsesiva sirve para intensificar la acción más allá de lo que logran los sintetizadores. Pero, sin duda, el mejor corte de la partitura es “Brooks, Subira and Chris” el último de los temas de Warbeck, un esperanzador pasaje final para cuerda de tono elegíaco y solemne que crece de forma arrebatadora con la intervención de nuevo del cello solista y que se cierra con una lúgubre conclusión.
La edición del CD pertenece a una distribuidora española con sede en Barcelona y pese al pobre grafismo, la calidad de sonido y el precio del disco se ajustan a un producto cuyo desconocimiento en el extranjero puede llegar a resultar incomodo al seguidor de Warbeck como ya ocurriría con otros compactos suyos, véanse “Love´s Brother” o la española “Deseo”.
En resumen un trabajo atípico e interesante, quizás demasiado deudor de las imágenes a las que acompaña pero con el que merece la pena arriesgarse, dado que intenta tener una personalidad musical propia pese al gran número de antecesores en este mismo campo que se lo obstaculizan. Aun así el mero hecho de acercarse a ese resultado es, en cierto modo, todo un logro en los tiempos que corren.
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