Pablo Nieto
En 1977, Alan Resnais, uno de los padres de la Nouvelle Vague, se decidió a realizar su primer largometraje enteramente en inglés. Sin llegar a alcanzar la fama o el éxito de alguno de sus compañeros de "revolución", el cine de Resnais siempre fue admirado. Sus comienzos, no pudieron ser más prometedores, gracias a sus cortos "Gauguin", "Guernika" y sobre todo "Van Gogh" (1948), por el que ganaría el Oscar. Su documental, "La Noche y la Niebla" (Night and Fog), sobre los horrores de los campos de concentración nazis, le sirvió de trampolín para hacer su primera película: la provocativa y rompedora "Hiroshima Mon-Amour" (1959). Un film que marcaría toda su carrera, tanto positiva como negativamente.
De hecho, ni "Muriel", ni "El Año Pasado en Marienbad" tuvieron la misma acogida que esa extravagante historia de amor entre una actriz francesa y un arquitecto japonés sobre la que gira la trama de "Hiroshima mon amour", de cuyo guión se encargó Marguerita Duras ("El Amante").
Hemos de esperar hasta "Providence" para encontrarnos con el renacer de Resnais. Y de hecho, después de esta película de nuevo volvió a entrar en barrena, únicamente mereciendo la pena destacar , film de 1983.
Pero centrémonos en "Providence". Para esta película, se reunió de actores de la talla de Dirk Bogarde, Sir John Gielgud o Ellen Burstyn. Un argumento que trata de ahondar en los vericuetos del pensamiento humano, de la memoria y los recuerdos que proyectamos en el día a día. Algo que ya hiciera, salvando las distancias, en "Muriel", pero que en "Providence" lleva a límites insospechados al jugar también con la agonía de la vida y los estados etílicos.
Se nos cuenta la historia de Clive Langham (Gielgud) un anciano escritor, amargado y huraño, que padece un cáncer terminal doloroso e irremisible. Una noche, tras emborracharse debidamente para minimizar los dolores de su enfermedad, comienza a reflexionar sobre su última novela, basada en las conflictivas relaciones entre los miembros de su familia. Clive deja volar la imaginación y junto a recuerdos reales nos encontramos con otros cuya veracidad es discutible. Sólo al día siguiente, con la aparición de los protagonistas de los sueños en casa de Clive seremos conscientes de la experiencia única que hemos vivido. Sólo entonces conoceremos si la realidad supera a la ficción o sí por el contrario solamente hemos sido testigos de los pensamientos de un loco.
La carrera de Miklos Rozsa cambió radicalmente después de "Ben-Hur". La que a día de hoy es para muchos todavía la mejor banda sonora de todos los tiempos, modificó los hábitos de trabajo del gran Maestro húngaro. Sí durante las décadas de los años 40 y 50, Rozsa solía escribir no menos de cinco bandas sonoras por año por regla general, a partir de "Ben-Hur", optó por recuperar el tiempo perdido y a espaciar en años sus colaboraciones para el cine. De hecho, desde 1959 hasta 1982, que es cuando escribió su última partitura, para el film "Cliente muerto no paga", sólo trabajó en 15 películas más. Sin embargo, esta reducción de la productividad no afectó en absoluto a la calidad de sus trabajos. Es más, para muchos, estamos ante los años de mayor madurez del compositor. De hecho, "Ben-Hur" la compuso con 52 años, una edad ideal para cualquier música de cine. Así, nos encontramos con obras maestras como "Rey de Reyes", "El Cid" o "Sodoma y Gomorra". Scores espectaculares como "El Viaje Fantástico de Simbad", ejercicios de virtuosismo como "La Vida Secreta de Sherlock Holmes" (para la que adaptó su Concierto para Violín y Orquesta) o joyas del cine negro como "Fedora".
"Providence" debe unirse a este selecto club. Score por el que obtuvo el César a la mejor banda sonora, y que va más allá de las oníricas imágenes de Resnais. Rozsa escribe una partitura de espíritu gótico y fuerte componente dramático. Un compendio de todas sus virtudes como compositor tanto a nivel melódico y de orquestación.
A principios de los 90, CAM Soundtracks en asociación con Sony y Epic, editó una colección con algunas de las mejores bandas sonoras del cine europeo de siempre, y que por una razón u otra todavía no habían sido editadas en CD. En especial se centró en la banda sonora italiana, con autores como Nino Rota, Ennio Morricone, Luis Bacalov o Riz Ortolani. Pero por suerte, miraron más allá de los Apeninos, y se acordaron del gran Maestro nacido a orillas del Danubio, y por supuesto de su score para "Providence", hasta entonces inédito.
A continuación, pasamos el contenido de esta edición, comenzando por el corte de apertura: el "Valse Crepusculaire". Auténtico corazón de toda la partitura. Hipnótico y hermoso tema central a piano y contrapunto de cuerdas. Un vals que viene y va, que nos habla de la vida de Clive Langham, de sus recuerdos. De cómo, poco a poco su espíritu se va consumiendo esa noche en la que su pasado sale a relucir. El deseado y el que realmente es.
Para el siguiente corte, "Generique", Rozsa construye una brillante versión orquestal del tema central, mucho más intensa, más dramática... más oscura e inquietante. En francés, "Generique" se utiliza para hacer referencia a los títulos de crédito, y en esta ocasión no iba a ser diferente.
"Feuillages" es un corte mucho más ambivalente, con apuntes del tema central y el tema de misterio. Un motivo a la sombra del "vals" pero omnipresente, como veremos, en todo el disco, y que coge acordes prestados del propio tema central, aunque luego el tono y el desarrollo sean diferentes, dando lugar al típico motivo antagonista que Rozsa ha escrito siempre para sus scores. El corte alterna un comienzo tenso debido al uso continuado del sostenido de cuerdas, y un final optimista y relajado, con la aparición del clarinete.
"Poursuite" y "Arrivée Dans la Maison", giran en torno al tema de misterio. Aquí presentado en toda su plenitud, con predominio de los metales. La sensación de peligro y el agobio es constante. "Sonia et le Saint Suaire" rompe el clima de tensión. Una hermosa melodía a cuerdas con ciertas reminiscencias al tema central hace acto de aparición. Es el tema de Sonia.
En "Providence" el Rozsa sinfónico y melodramático vuelve a irrumpir. La orquesta interpreta con apasionamiento y virtuosismo el tema central. Cerca de dos minutos de éxtasis rozsiano. Un tema que presenta todas las virtudes que han hecho grande al compositor húngaro.
"Desenchantement" arranca con un solo de clarinete que parece estar recordando al tema de misterio. Lo induce pero no termina de desarrollarlo. Las cuerdas poco a poco irán entrando en acción, hasta llevar todo el peso narrativo de la escena.
Para "Kevin et Sonia", se vuelve a incidir en la línea melódica ya mostrada en "Sonia et le saint suaire", con el desarrollo del tema al que da nombre la mujer.
Ya en "La Ville Morte", nos volvemos a encontrar el tema de misterio, con las cuerdas de nuevo asumiendo el reto narrativo, tras el cual llegamos a "Helen". En este corte Rozsa comienza con vagas referencias al tema de misterio, para luego pasar al tema de Sonia, aunque siempre teniendo presente el anterior.
"Le Jardin Public", arranca con unos divertidos compases de clarinete en diferentes en escalas, que tras una transición de cuerdas, nos llevará al tema de Sonia con el que concluye el tema.
"La Rue" es un breve pero intenso corte donde vuelve a hacer acto de presencia el tema de Misterio, y que nos llevará al "Final". Una suite un tanto "agridulce", en cuanto que no termina con el poderío orquestal que suele ser habitual en Rozsa. Más bien todo lo contrario. Estamos ante un tema pausado y en cierto punto sereno, que dentro de un tonalidad lineal introduce recordatorios del tema de misterio, del tema de Sonia, y más fugazmente del tema central. Un final muy apropiado y respetuoso con la propia figura de Clive Langham.
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