Pablo Nieto
A estas alturas de la película, uno no sabe qué es más farragoso, si hablar de política o hacerlo de James Horner. Gracias a “All the Kings Men”, tenemos la oportunidad de pisar un sólo charco y salpicarnos con ambos temas. Por suerte, ésta revista no aspira a cuestionar la historia política americana (de la española mejor ni hablar), así que tocará hilar fino analizando las intenciones del bueno de Jimmy.
Si políticamente hablando estamos ante un simpatizante más del partido demócrata (como tantos otros compositores que además contribuyen económicamente para ayudar a este partido, como John Williams o James Newton Howard), sus propuestas musicales bien podrían ser valoradas por el mismísimo asesor de campaña del actual presidente yanki, en un nuevo intento de hacernos comulgar con ruedas de molino.
Y es que Horner es incorregible. Un blanco fácil para detractores, pero también un músico cuyas virtudes, siempre tan bien definidas y coherentes, son más que suficientes para que mantenga una cohorte de admiradores que lo veneran pase lo que pase. Cada proyecto nuevo del californiano da lugar a los mismos debates, a la misma controversia: que si se repite, que si recicla temas, que si se basa en Shostakovich o en Holst, que si aburre a las ovejas, que si es mala persona (curioso argumento, también trasladado a otro compositor de raíces alemanas). Y es que la gente olvida que hablamos de músicos y su música. Uno nunca ha leído cuestionar la humanidad de personajes tan “encantadores” como Herrmann, Goldsmith o Morricone. En fin, es lo que tiene la cultura televisiva de las sobremesas y los sábados por la noche).
Eso sí, cada uno es libre de expresar su opinión y tomar partido. Yo personalmente, defiendo la integridad como compositor de James Horner, la coherencia de su reciclaje temático (todo tiene un porque y una conexión en su obra, lástima que algunos prefieran perder el tiempo en criticar en vez de analizar y buscar el por qué). Defiendo también su capacidad para la lectura del film, creando composiciones que se adaptan como guantes a todos y cada una de las películas para los que crea música.
Hablemos ya de su última propuesta. “All the Kings Men” es un trabajo sobrio, sereno, elegante. Un retrato sombrío y atormentado, de la personalidad de Willie Stark, alter ego del Governador de Louisiana Huey Long, en quien está basada la novela del mismo título escrita por Robert Penn Warren a mediados del siglo pasado, y que le reportó un premio Pulitzer.
En 1949, Robert Rossen ("El buscavidas") ya la adaptó a la gran pantalla (en España se llamó “El político”). Ahora es el reputado Steven Zailian, buen guionista ("La lista de Schindler", "Hannibal") e interesante director ("En busca de Bobby Fisher", "Acción civil"), quien se pone a los mandos de este ambicioso proyecto arropado por actores del nivel de Sean Penn, Jude Law, Kate Winslet o Anthony Hopkins. En este nuevo film, además de la trama principal, encontramos una interesante historia de amor fracasado entre un reportero y su antiguo amor. Sin duda un ambicioso proyecto, con intenciones académicas, pero que no ha obtenido el favor del público.
Ya se hacía de rogar el reencuentro entre director y compositor tras su aplaudida colaboración en “En busca de Bobby Fisher”, uno de los scores más logrados e interesantes de Horner de los años 90. En “Acción civil” estuvieron a punto de repetir, pero motivos de agenda del compositor al final le impidieron tomar parte en aquel proyecto, que al final cayó en manos de Danny Elfman.
Entremos en materia. Horner sienta las bases del score en los poderosos “Main Title”, abriendo con lo que Dan Goldwasser acertadamente ha denominado “Power Theme”, al que seguirá el Tema Principal, una preciosa melodía en la mejor tradición horneriana, para cuerdas y piano, de lógica tendencia dramática. Ambos temas juegan un papel determinante en el desarrollo argumental del film y en la construcción musical de una partitura algo pesada tras varias audiciones, pero a la que no se le puede negar su impecable ejecución.
Interesantísimo y controvertido el corte "Give Me the Hammer and I´ll NAIL EM UP!". El ritmo es la clave de esta pieza, mostrándose pletórico en el desarrollo melódico del "Power Theme", e introduciendo una preciosa melodía de raices americana, a través de las cuerdas, finalizando con el épico crescendo del tema “Sons of Scotland” de “Braveheart”. Apenas unos segundos, pero Horner decide autohomenajearse sacando del baúl de los recuerdos este mítico tema y copiando y pegando. ¿Criticable? Allá cada uno, pero la falta de originalidad se compensa por el hermoso efecto creado.
"Bring Down the Lion and the Rest of the Jungle Will Quake in Fear” es una pieza de arranque sobrio, con los metales y las percusiones fijando la estética del corte, pero que termina dando un giro de 180 grados con la introducción de un nostálgico motivo asociado a la infancia del protagonista, que es presentado por medio de violines y piano. Un tema que escucharemos con mucho mayor detenimiento en “Anne Memories” y en “Jack Childhood”, dos apreciables pasajes intimistas, que arropan la delicada versión del tema central en “Adam World”, con el piano como gran protagonista en la interpretación del mismo, y un interesante contrapunto del "Power Theme".
“The Rise to Power” parecería una continuación del corte anterior, en cuanto a la presentación del tema central, pero pronto el crescendo orquestal con los metales como protagonistas rompen el encanto de la pieza. Entra en juego el "Power Theme", que irá seguido de un complejo y áspero motivo de tempo contenido, con sobresaliente utilización del pizzicato y las cuerdas.
“Love Betrayal” es un corte de transición, donde se introducen variaciones del tema de la infancia y del tema central dentro del tono decadente y sombrío de la partitura. Tendencia continuada en “Only Faded Pictures” y "As We Were Children Once", con un aire aún más melancólico, especialmente el segundo, con una sugerente utilización del piano.
Llegamos al clímax de la película con “Verdict and Punishment”, para el que Horner escribe una versión en adagio del tema de la infancia en conjunción con el tema central. Un pasaje ciertamente duro y dramático, sensación incentivada con una nueva utilización del "Power Theme". Pasamos de un adagio a una elegía en “All Our Lives Collide”, una pieza de transición antes del finale: "Time Brings All Things to Light... I Trust It So", habitual suite Horneriana, de arranque contenido, con el piano y el violín rindiendo tributo al tema central, que posteriormente será desarrollado por toda la fuerza de la orquesta en un emocionante crescendo. La segunda parte de la suite, nos trae de nuevo el "Power Theme", que se irá intercalando con recordatorios del tema central, pero en todo caso siempre en una línea descendente, depresiva, siguiendo la tónica general del film.
Un proyecto que no será recordado como uno de los mejores del compositor, pero que sí da pruebas de cierta mejoría, del asentamiento de su nuevo estilo compositivo. Los tiempos cambian, Horner también lo ha hecho. Por supuesto, pedir que vuelva el compositor brillante, dinámico y vitalista de los años 80 es una utopía. Ahora estamos ante un músico al servicio del film y no de sus propios intereses, y que ha sabido tapar su perdida de imaginación, con una profesionalidad pasmosa, sin perder ni un ápice de la controversia que siempre le ha acompañado, y le acompañará.
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