Ignacio Garrido
La calidad musical de ciertos compositores implica que en cada nuevo trabajo suyo podamos encontrar al menos unos mínimos musicales imprescindibles que nos contenten como aficionados, pese a que en muchas ocasiones, precisamente por conocer la capacidad de dicho autor, podamos sentirnos algo defraudados al esperar mucho mas de lo que finalmente se nos ofrece en estas creaciones. Ennio Morricone es sin duda alguna uno de esos últimos mitos de la banda sonora en activo. Perteneciente a una raza harto extinta y con lamentables vistas de desaparecer por completo en breve, se trata de un autor que es capaz tras cientos de trabajos, de seguir ofreciendo una elegancia y saber hacer envidiable hasta en obras tan intrascendentes como pueda ser esta reciente “La Provinciale”, una banda sonora modesta y de segunda fila del genio romano, en la que no obstante todavía podemos encontrar suficiente buena música como para superar la media de la composición de hoy día, pero poco mas.
Morricone opta por otra aproximación más a su lirismo más convencional, con cuerda y viento como base de la partitura y algún pasaje atonal también marca inconfundible de la casa. Es del todo comprensible que el maestro acuda a un estilo tan personal y codificado como reiterativo a estas alturas, dado que él lo inventó y lo ha llevado mucho más lejos -de lo que en este trabajo consigue- en algunas de sus mejores composiciones de los últimos tiempos como “Fateless” o “72 Metters”. Por desgracia eso aquí no sucede y el autor de “La Misión” se limita a trabajar a lo largo de la banda sonora en piloto automático, respondiendo a las mínimas exigencias para con su personalidad musical y nombre dentro de la industria, dejando de lado cualquier atisbo de sorpresa aunque manteniendo esa sabiduría y calidad intrínseca a su música antes mencionada que salva la papeleta en esta ocasión, pese a que esto sea algo que pueda no convencer ya a todo el mundo.
El tema central lírico e intimista, es desarrollado suavemente en el primer corte y su cadencia de familiar sonoridad recuerda a otras obras suyas como “Misión a Marte” o incluso a “Cinema Paradiso”. Temas melódicos como “La Provinciale” o “Sereno e Il Cielo” reinciden en las mismas ideas musicales del maestro con sensibilidad y elegancia, pero aflorando en ellas una incapacidad para llevarlas un poco más allá como si ha conseguido Morricone en “Cefalonia” o “Il coure nell pozo” por ejemplo. El clásico ostinato del genio romano aparece en temas como “Risacca” o “Mare”, dando las bases rítmicas a un nuevo tema de carácter elegíaco en el primer caso y un triste momento romántico en el segundo.
Algunos pasajes interesantes por su carácter oscuro como “Ombre” o “L´Altra Spiaggia” actúan como contrapunto misterioso al lirismo general de la obra, con el piano o violentos staccatos en los violines, de nuevo marca de la casa, como siniestras voces del suspense. Tras pasajes melódicos para cuerda y viento totalmente morriconianos, tenemos en el corte “Succede a Orvieto” uno de esos fantasmagóricos pasajes del compositor de atonalidad inquietante donde un violín desgarrador aporta un dramatismo más que estimulante al desarrollo de una pieza por otro lado nada innovadora en la carrera del autor, pero que vuelve a dar nuevas pruebas de su audacia sonora y convicción musical absoluta.
En la pista 10 “Tornare e Ricordare” surge una nueva melodía, desarrollada en torno a la variación de uno de los más famosos temas musicales de todos los tiempos, en lo que no sabría decir si se trata de una coincidencia o un sentido homenaje del maestro italiano a una de sus melodías favoritas, pues indefectiblemente al escucharlo se le vendrá a todo aficionado que se precie el “Nessu Dorma” de Puccini en su sonoridad y construcción melódica, pasado todo ello por el tamiz de la inconfundible orquestación de Morricone.
En cualquier caso la banda sonora sigue ofreciendo en el resto de los cortes más o menos lo mismo que ya se ha expuesto en los primeros, es decir pasajes sosegantes con ocasionales intervenciones del piano o la flauta, así como típicos momentos puramente ambientales sin desarrollo ni interés alguno (“Stress”), mientras que otros aportan alguna idea más como “La Spiaggia”, un estupendo momento musical cercano a un schezo minimalista. La última pista del CD retoma el tema central de forma extensa con arabescos en la cuerda, realizando el desarrollo más extenso del mismo y cerrando un trabajo de agradable audición, sensibilidad innegable y estilo inconfundible, pero que lejos de aportar nada a la abultadísima carrera de Morricone, se contenta con volver a explotar cierta autocomplacencia que puede llegar a exasperar a unos y encantar a otros, lo que nos lleva de retorno al inicio de esta reseña y a mis palabras sobre la calidad intrínseca de ciertos autores llamados a ser historia dentro de la música de cine, pues pese al descenso de creatividad que puedan ofrecer en trabajos menores como esta “La Provinciale” que nos ocupa, seguimos encontrando en su música todo el poso y buen gusto de un músico capital. Y eso pesa mucho.
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