José-Vidal Rodriguez
En 1987, la franquicia James Bond comenzaba a dar muestras de evidente y lógica fatiga. Ya no había la expectación de antaño con cada nueva aventura del agente 007, y tras el retiro de Roger Moore acabado el rodaje de “Panorama Para Matar”, se abría una pequeña crisis en la que el británico Timothy Dalton fue el peor parado, al ser el nuevo -y vilipendiado- actor elegido para encarnar al agente. Una crisis que se resolvía tan sólo dos años después, con el cierre temporal de la saga ante la gélida acogida del público de la aburrida “Licencia Para Matar”.
“007: Alta Tensión” es una cinta que para algunos figura dentro del grupo de las mejores aventuras bondianas, y que para otros no dejaba de ser una muestra más del desgaste que sufría el personaje por aquella época; película entretenida, primera de las dos en las que intervino Dalton, que supuso también el adiós de otro clásico de la saga: John Barry, cuyo broche final consistió en la composición de un score tan curioso en su filmografía como acertado sobre el papel. ”Curioso”, sobre todo porque el autor acudió a una inusitada abundancia del aparato electrónico; y ”acertado” porque no sólo ofreció una mayor amplitud temática de lo que nos tenía acostumbrados en la serie, sino que además la adecuación de su música a las imágenes resulta indudable y nos recupera al Barry algo más pletórico de antaño .
El propio Barry y Paul Waaktaar, lider del trío noruego A-Ha, escriben la sintonía de los títulos de crédito, ”The Living Daylights”, una de las mejores de la saga que estuvo muy cerca de colocarse como número uno en las listas de la época. Además, como peculiaridad inusual en la franquicia, otro grupo musical diferente (los incombustibles The Pretenders), sería contratado para interpretar dos canciones más, ”Where Has Every Body Gone” e “If There Was A Man”, ambas con indudable trascendencia en el score al constituir la base para sendos leitmotivs.
En lo que respecta a la parte instrumental, estamos ante un trabajo ciertamente eficaz, cuya principal sorpresa radica en el continuo uso de sintetizadores, fusionados en todo momento de forma brillante con el sonido orquestal. De todos es conocido el amor del inglés por los recursos clásicos, su entrega habitual al sinfonismo tradicional puro; pero lo cierto es que aquí el compositor se “suelta el pelo” (algo que en esta década hizo en más de una ocasión) y acude a la electrónica como aderezo rítmico que transmite energía, color y gran dinamismo al conjunto. Algo similar, salvando las distancias, a lo que hizo dos décadas antes en “On Her Majesty´s Secret Service”. También el autor aporta mayor frescura en lo que a variedad melódica se refiere, algo que directamente se explica por la diversidad de entornos mostrados en la cinta. Desde Gibraltar hasta Afganistán, pasando por Praga y Austria, escenarios todos que influyen de una u otra forma en la aproximación musical de Barry, principalmente en lo concerniente a la orquestación.
Así, ”Necros Attacks” introduce el motivo asociado al secuaz del malvado de turno, conformando la misma melodía que oimos en la canción “Where Has Every Body Gone”. Un leitmotiv que conoce varias rendiciones, como por ejemplo la escuchada también en “Murder At The Fair” o “Inflight Fight”. A su lado, la persecución automovilística del ”Ice Chase” se convierte en el fragmento de acción más destacado del compacto, incluyéndose el archiconocido “James Bond Theme” abrazado a esos ritmos electrónicos tan agradecidos que Barry utiliza muy eficazmente no sólo aquí, sino en el resto del score. Tremendamente disfrutable es también el ”Hercules Takes Off”, otro arranque de acción frenética que con similares arreglos nos ofrece esta vez la canción central en su versión instrumental.
En cuanto al tema de amor para Bond y la sensual Kara (Maryam d´Abo), el compositor utiliza una dulce frase totalmente inscribible en su meloso estilo, que luego arreglará en una extensa suite para lo que iban a ser los originales “End Titles” (corte 21), que a última hora serían sustituidos en el filme por la segunda canción de The Pretenders, “If There Was A Man”. Repetido también durante varios fragmentos del score, el "modernismo" de Barry en esta ocasión es tal, que en este main theme se permite hasta sustituir sus cuerdas clásicas por el sonido del sintetizador, concretamnte en la pista “Into Vienna”.
La presente edición expandida del sello Ryko, cuidadísima tanto en lo referente a inclusión de material nuevo, como en la presentación (el libreto del CD hasta se convierte en un póster), nos ofrece cerca de media hora de música inédita, con estimulantes temas que fueron obviados por la edición original. Nos referimos, por ejemplo, al trepidante ”Exercise at Gibraltar”, prólogo del filme que contiene el famoso “Gunbarrel Theme” (esos golpes de metal escuchados siempre en la escena de cabecera del disparo de Bond); el ”Airbase Jailbreak”, introduciendo un nuevo motivo en clave militarista para acompañar las intrigas del Ejército ruso; o el ”Assasin and Drugged”, en el que Barry realiza una interesante reinterpretación instrumental de la canción “The Living Daylights”, como ya hiciese por otra parte en el anterior “Hercules Takes Off”.
En resumen, con sus virtudes y defectos (que los tiene), estamos ante un compacto ciertamente recomendable en el que el autor pone sin duda un destacado broche a su despedida de la saga, sobre todo si tenemos en cuenta su inexperiencia a la hora de escribir la cantidad de música con aderezo electrónico que aquí se muestra.
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