Miguel Ángel Ordóñez
El indudable éxito que en el género de terror adquirió la Hammer británica, alentó el establecimiento de otras productoras que explotaran el filón abierto por sus creadores, el español Enrique Carreras y el inglés William Hinds. A partir de 1955, ambos iniciaron una serie de películas de terror de bajo coste donde destacaba la presencia de unos actores que veían reverdecer viejos laureles: Christopher Lee, Peter Cushing o Vincent Price.
De este modo, en los 60 surgen competidoras en Inglaterra entre las que destaca por encima del resto, la Amicus, fundada por Max J. Rosenberg y Milton Subotsky, consiguiendo éxitos reseñables dentro del subgénero de film de episodios. Actores y directores provenientes de la Hammer, como los anteriormente citados o realizadores como Freddie Francis y Roy Ward Baker, trabajaron para la Amicus, destacando entre sus títulos “Dr. Terror´s House of Horrors”, “Asylum” o “Tales From the Crypt”, películas que parten de relatos de Robert Bloch o de cómics de la EC (salvo la primera, creada enteramente por el propio Subotsky).
Durante los 70 y en pleno declive de la Compañía, el director Kevin Connor afronta su trilogía de aventura y fantasía sobre obras del escritor Edgard Rice Burroughs (inmortalizado por su novela “Tarzan”). Iniciada en 1975 con “The Land That Time Forgot” (La Tierra olvidada por el tiempo), la serie proseguirá con “At The Earth´s Core” (En el corazón de la Tierra, 1976), para finalizar con la continuación de la primera en “The People that Time Forgot” (Viaje al mundo perdido, 1977). Tras la dirección del proyecto, Connor se refugiaría en el campo televisivo donde logró destacar tibiamente, a finales de los 70, con la miniserie basada en la obra de Dickens “Grandes esperanzas” (que por cierto contaba con un magnífico score a cargo del reivindicable Ken Thorne).
“The People that Time Forgot” puede verse hoy como un ridículo esfuerzo de sus creadores por aunar aventura y fantasía a través de interpretaciones planas y efectos especiales de sabor artesano. Un absurdo mundo creado por Connor mas allá de la Antártica donde habitan animales prehistóricos, tribus primitivas sedientas de sangre con prótesis frontales de auténtico cartón (los Banlu), una maciza nativa (Ajor) con una cuidada permanente a prueba de saltos y resbalones, además de unos malvados Nagas adoradores de un volcán y con un diseño de armaduras propia de los samurais, regentados por un mastodóntico personaje que años mas tarde pareció tomar prestado Spielberg para la secuela del primer Indiana Jones. Fantasía de tercera incapaz de rivalizar con los inquietantes productos de terror de la Amicus en sus comienzos.
Pero, sin duda, lo mas rescatable, amén de una cuidada fotografía a cargo de Alan Hume (responsable en este apartado de toda la trilogía de Burroughs y de títulos míticos de la serie Bond o de la elegante “El ojo de la aguja”), es el score creado por el compositor de Bristol, John Scott.
Huyendo de la primera intención del director de apostar por una partitura electrónica, Scott configura un mundo perdido donde se dan cita el misterio, la acción y la aventura, otorgando suma importancia al elemento fantástico, traducido en el empleo de notas disonantes y tensas, recordando en todo momento al espectador que éste debe ubicarse ante situaciones de peligro incierto, dejando a un lado heroicidades y otorgando seriedad a los acontecimientos. Sin esta perspectiva, la película se caería desde el primer momento, puesto que tanto la falta de presupuesto como la escasez de talento priman en cada plano rodado. Scott logra de situaciones cómicas e inverosímiles sacar algún que otro momento asfixiante y tenso, contribuyendo a hacer pasar solo por aburrido un filme cuanto menos risible.
El tema principal asociado a la peligrosa aventura que afrontan los protagonistas emerge de manera misteriosa en el “Main Titles”, una fanfarria entregada al metal y asentada sobre seis notas que Scott presenta con efectos de ecos y reverberación, otorgando incertidumbre y un tono cercano a la pesadilla al nuevo mundo mostrado en pantalla, rodeado de brumas y altos riscos. Un vergel atrayente pero peligroso. Esta idea es desarrollada según marcan los acontecimientos narrativos del filme: con sensación de urgencia al final de “Crossing the Ice Wall” mientras los protagonistas cruzan la difícil cadena montañosa que les separa del mundo perdido; entre notas descendentes y misteriosas durante el ataque de un terodáctilo en “Crashed Plane”; frente a disonancias marcadas por efectos en los arcos de la cuerda en “Cave of Serpents”; sobre acordes repletos de aventura entre ritmos sincopados con “The Amphibian Flies Again”, o en su versión mas heráldica y noble con la resolución de la película (“End Credits”), aquí con ese tono gentil tan particular en John Scott.
De entre el resto de motivos secundarios destaca por su imaginación, el entregado a los Banlu, una pieza percusiva repleta de efectos y ecos que se presenta en “Banlu Territory” (pieza repetida con escasas variaciones en “Banlu Won´t Give Up”) y que ejemplariza a la perfección el carácter primitivo de la tribu, acompañado de cierto tono cómico y de suspense en la ejemplar por su economía de medios “Captured By the Banlu”.
Junto a piezas descartadas en el filme, como la inteligente “The Stagosaurus Story” (solo se utiliza su primera parte), un quimérico himno sustentado por ostinatos al chelo, Scott incide en tejer una trama de piezas que aúnan tonalidad y disonancia, como la vibrante “The Cave Girl Tells Her Story”, acompañada por una delicada y gentil melodía asociada a la bella Ajor (desarrollada más tarde para maderas en el corte “Ajor Speaks of Tyler”), o la urgente y tensa “Ride to the City of Skulls”, donde desarrolla la temática militar asociada a los Nagas, brevemente apuntada en “Run for Life”.
Cabe destacar en la edición un error producido en la numeración de los cortes. El corte nº13 es el tema “Escape from Death”, corriendo a partir de aquí su turno y hasta el 17 el resto de temas (en nuestro tracklist indicamos la correcta situación de los mismos).
“The People that Time Forgot” es un magnífico score muy por encima de sus imágenes. Un trabajo elaborado e inquietante que requiere de mas de una escucha para su pleno disfrute. Demostración palpable de la capacidad de su autor para afrontar una narración visual plana y desarrollarla con multitud de matices y detalles.
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