Manuel Ruiz del Corral
Repaso esta exquisita banda sonora de James Newton Howard después de mi reciente inmersión en la fantasía esbozada por M. Night Shyamalan en su “Lady in The Water”. Me resulta especialmente interesante el concepto creativo de este peculiar cineasta, su juego constante entre lo banal y lo sublime, sus matices dentro de un mundo aparentemente infantil, lleno de luces y sombras.
La música juega un papel esencial en el carácter de la película, Shyamalan trabaja con ella desde dos puntos de vista, tanto como fuente de contrastes, como de refuerzos del drama escénico. Dentro del tono serio, continuo y esencialmente ambiguo del score creado por Newton Howard, lleno de matices tímbricos y clichés de fantasía y misterio, la puesta en escena de la música satiriza las escenas más banales y rocambolescas, y engrandece los momentos más profundos y simbólicos. Un extraño juego, perturbadoramente sencillo, que de algún modo refuerza el concepto cinematográfico de su director. Si nos rendimos a este juego, si aceptamos sus reglas y no las racionalizamos, disfrutaremos de los matices del cine de Shyamalan.
La edición discográfica de “Lady in the Water” nos brinda 42 minutos de exquisita música orquestal, siendo mi sensación final la brillante elegancia y solvencia de James Newton Howard (una vez más). Como siempre me sorprende su versatilidad creativa y su claridad musical. No es nada fácil, en un mundo lleno de ahogantes plazos y presiones, dar con un concepto musical único y sólido por cada película, resolverlo de forma elegante (con mayor o menor brillantez), y cambiar totalmente el registro para el siguiente trabajo. Esta capacidad sólo está al alcance de los más grandes.
Las cinco pistas iniciales nos aportan ya el concepto completo del score. No se ordenan cronológicamente con respecto a su aparición en la película, lo cual denota una intencionalidad de Newton Howard, en la edición del CD, de mostrar dicho concepto. El resto del trabajo juega con estas ideas musicales de una forma tan cómoda como correcta, sin grandes aportaciones, llegando a un interesante clímax en “The Great Eatlon”, que confluye suave y naturalmente en los “End Titles”.
El juego entre clichés de fantasía e intimismo, unido a las constantes referencias minimalistas (juegos de ritmos, timbres y cambios cromáticos, que nos recuerdan en momentos a Philip Glass o Steve Reich, especialmente en la pista “Charades”), y a un pequeño concepto motívico construido en base a una dulce sucesión de acordes en cambios modales, tan característica del compositor (aparece inicialmente al final de la pista “Prologue”, como leitmotiv principal), destacan como concepto central del score.
De las cinco primeras pistas me resulta complicado destacar algún momento en particular, ya que las concibo como una amplia suite orquestal. Es “Charades” la que aparentemente me llama más la atención en el conjunto, por su juego de timbres orquestales y ostinatos rítmicos, con estética muy cercana a la minimalista. Sobre estas texturas escuchamos el leitmotiv principal y varios esbozos melódicos en escalas modales utilizando las maderas.
No obstante, el oyente puede disfrutar de muchas sutilezas de interés en el resto de las pistas de este conjunto, por ejemplo las secciones ambientales con piano y electrónica en “Ripples in the Pool”, las interesantes secciones rítmicas con percusión cromática en “The Party”, o el tono más oscuro de “The Blue World”, que desemboca en un bello crescendo orquestal con clichés de música de cine fantástico.
Estas cinco primeras pistas constituyen un estupendo ejercicio de composición tímbrica, rítmica y armónica, de ambiente e impresión. Para mí, sin duda la experiencia más disfrutable del CD, un suave fluir de colores musicales sin aparente pauta ni pausa.
Obviando las siguientes pistas, algo más incidentales y reincidentes en la estética anterior (no por ello carentes de interés), la cúspide dinámica del score se encuentra en “The Great Eatlon”. Esta pista sella y culmina la película y su banda sonora, con la exposición grandiosa de los temas principales.
Termino el repaso al CD con un comentario al bellísimo e interesante corte intimista, quasi camerístico, “End Titles”. Corte que por su forma y carácter parece estar compuesto fuera del marco del film, no obstante inspirado en una insinuación temática de la bellísima “Ripples in the Pool”. Un regalo inesperado.
“Lady in the Water” es, en su conjunto, un excelente ejercicio de ambiente tímbrico, con algún que otro sobresalto incidental necesario por la imagen, que encaja de una forma francamente interesante con la propuesta de Shyamalan.
Newton Howard demuestra una vez más su gran capacidad y talento, y que pese a su apretada agenda y proyectos de tan diversa tipología, lucha por no caer en la cómoda repetición de ideas. Quizá esto pueda conllevar pagar el precio de la pérdida de intensidad y fuerza en algunos de sus contenidos, pero es esencialmente loable la lucha por aportar una atmósfera única a cada película, en la que el compositor sea un mero transmisor de un concepto musical, con integridad en sí mismo y en su imagen fílmica... en el caso de James Newton Howard, con una elegancia y solvencia más que brillantes.
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