José-Vidal Rodriguez
John Milius y Basil Poledouris conforman una de esas parejas artísticas a las que el Séptimo Arte no acabará de agradecer sus fructíferas colaboraciones. Lo cierto es que Milius no es un cineasta que haya ofrecido grandes obras maestras al público, pero lo que sí ha hecho es brindar al músico de Missouri la oportunidad de componer absolutas joyas sonoras durante su carrera. Desde su primer filme juntos, ”El Gran Miércoles”, hasta la última y convencional ”El Vuelo del Intruder”, pasando por dos scores que bien podríamos situar entre el grupo de obras emblemáticas escritas para el cine de las últimas décadas: ”Conan The Brabarian” y la que ahora nos ocupa. Y es que el caso de ”Farewell to the King” es otra de las constantes en la filmografía de Milius. Un filme con ciertos medios, con un actor de la talla de Nick Nolte al frente, pero que pasó de puntillas por las salas de proyección medio mundo. La cinta narra la historia de Learoyd, un soldado americano que en plena Segunda Guerra Mundial se convierte en “rey” o lider de un grupo de indígenas asentados en una remota isla del Pacífico; todo ello tras escapar de la muerte a manos de los japoneses, contra los que tendrá que volver a enfrentarse ahora desde su peculiar trono.
El trabajo de Poledouris ha pasado con el tiempo a conformar una de las obras de los 80 más admiradas y refere3nciadas por los aficionados. Un álbum cotizadísimo, que en su día publicara Varése Sarabande para el mercado americano, y el sello Milan en Europa, y que ahora los belgas de Prometheus rescatan para nuestro disfrute en su versión expandida, añadiendo algo menos de 20 minutos adicionales al material ya existente.
Salpicada por las lógicas referencias étnicas a la geografía escenario de la trama, la partitura posee un claro halo épico que Poledouris sabe transmitir desde un grado de inspiración que sólo puede calificarse de extraordinario: extraordinario en su enorme ampulosidad sinfónica, en su rica y medida orquestación (sin su inseparable Greig McRitchie esta vez, siendo sustituido por el eficaz Steven Scott Smalley), y en su capacidad de ligarse a las secuencias evocando al mismo tiempo sonoridades casi poéticas en relación al paisaje selvático retratado en la cinta. Y sobre todo, es un trabajo excepcional en lo concerniente a su riqueza melódica, virtud que culmina en una obra repleta de temas con tan marcada carga de expresividad y belleza, que superan con suma facilidad el siempre estrecho márgen de las imágenes. Interpretada esta vez con solvencia por la irregular Hungarian Opera State Orchestra, el score fue grabado en Budapest y supervisado porDan Wallin, uno de los grandes nombres en la grabación de estudio, cuyo gran logro aquí es conseguir ese sonido más cristalino de una orquesta que no suele ofrecerlo en demasía.
A imagen y semejanza de su anterior “The Blue Lagoon", Poledouris se entrega abiertamente a lo lírico como recurso para enfatizar esa sensación de pretendida occidentalidad, independientemente del constante uso de instrumentos autóctonos tales como la flauta de pan, o lo que parece ser un puntual sakauhachi. Con este acercamiento abiertamente melódico, el autor incide además en el subrayado del carácter anti belicista de la historia. De hecho, cuentan las notas del CD que tal grado de lirismo musical deseaba Milius, que sugirió a Poledouris una aproximación cercana a la ópera "Turandot" de Puccini. Escuchando ya el ”Prologue - The Trek”, una pieza eficaz en ese afán de servir como introducción al ambiente de la paradisíaca isla de Borneo, el oyente puede intuir de entrada el profundo carácter épico-melódico con el que el compositor resolverá la obra; sobre todo cuando al final del corte nos presenta el maravilloso tema central, que acabará por explotar en la secuencia del ”Main Title”. Es este, sin duda, uno de los fragmentos más inspirados en la carrera del autor, que nos traslada con suma amplitud épica a las vivencias de Learoyd, intercalando una frase de tono bucólico como contrapunto intimista a la grandeza del inicio.
Las posibilidades del tema son enormes, y Poledouris no cesará de usarlo a medida que presenta el material íntegro de su partitura. Especialmente destacada es la rítmica rendición que nos regala en ”Battle Montage”, grandísimo corte en el que acude a arreglos de cierto sabor medieval que nos devuelven a los tiempos de su no menos soberbia “Flesh & Blood”.
El segundo motivo en importancia, presentado por primera vez en el inédito “Flare of Youth”, se alza también esplendoroso a lo largo y ancho del score, aun cuando parece estar originalmente concebido a subrayar la relación de amistad del personaje de Nolte con el Capitán inglés Fairbourne. Un fragmento lírico con total apariencia barryniana (esos acordes “alargados”, la delicadísima cadencia en las cuerdas), del que Basil extrae resultados escandalosamente emotivos en cortes como ”Learoyd Saves the Child”, “Nigel´s Trip” y en el apoteósico final del “Learoyd Sacrifice”.
A partir de estas dos sensacionales ideas -fundamentales pero no las únicas-, el compositor desarrolla un score pleno de matices en casi la practica totalidad de sus fragmentos, ya sean los más ambientales (“The Wait”, ”Realization”) o aquéllos en donde más significación alcanza la música fuera de la escena (”This Day Forth”, “Night of the Living”).
Y teniendo en cuenta la moralina pacifista del filme, no debe sorprendernos la ausencia de música bélica o de cierto acabado agresivo, sustituida aquí por puntuales instantes dramáticos que, de una u otra forma, siempre acaban por explotar a lo melódico en las cuerdas (”Learoyd Saves Nigel”, “Village Attack”). Al respecto, el ”Zed Force” (el antiguo “The Training March”) es de los pocos cortes con evidentes aire militaristas, si bien Poledouris acaba por desarrollarlo en un claro acabado bufonesco como sintonía para las maniobras de instrucción de aquél curioso ejército.
Aunque ya sólo la re-edición del score supone una grata noticia para el aficionado, es justo señalar que en cuanto a los temas inéditos incluidos, poco o muy poco nos ofrecen los chicos de Prometheus: algún que otro corte diegético (”Japanese Radio Source Cue”), un curioso dueto a flautas (”Rising of the Moon”) así como múltiples -e innecesarias- variaciones del tema central, que no parecen alicientes suficientes como para recomendar una nueva compra a aquellos que ya posean cualquiera de las anteriores ediciones. Todo ello sin mencionar el molesto ruido de fondo del que sufre algún que otro corte, inexplicable en una grabación que data de 1989.
En definitiva, estamos ante una maravillosa e imborrable partitura que no hace sino confirmar la desbordante inspiración del Basil Poledouris de aquél momento, así como lo tremendamente injusto que resulta su actual inactividad en el marco de un Hollywood en el que no parece tener hueco. Incomprensible.
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