Miguel Ángel Ordóñez
El caso de Robert Folk es el de tantos otros compositores cinematográficos cuya carrera explotó en los 80 y que mediados los 90 no supieron adaptarse a los nuevos ritmos imperantes en el establishment o al menos, su elegante sonido sinfónico no tuvo la cabida necesaria en un sistema dominado por los ritmos simples con base electrónica. Como Broughton o Poledouris, es posible que igualmente su deficitaria selección de proyectos les hubieran llevado a un callejón sin salida, perdidos entre producciones de medio pelo. Sea como fuere, en los aficionados estos tres nombres son sinónimos de grandeza orquestal, de música con mayúsculas.
Sin ser tan conocido como los dos anteriores, Robert Folk cimentó una magnífica carrera (no tanto por el renombre de los proyectos en los que intervino, sí por sus soluciones musicales) mediados los 80 con el éxito de “Loca Academia de Policía”. A ésta siguieron multitud de comedias, filmes de fantasía o animación que llevaron su inconfundible impronta sinfónica (clásica y abigarrada de formas, aunque menos personal que en el caso de Broughton y Poledouris). Lamentablemente, pocos dramas pueblan su filmografía. Una de las espinas clavadas de Folk. A partir de mediados los 90, decidió dar un giro nuevo a su carrera con el fin de adaptarse a los nuevos ritmos demandados por la industria: surgen así sus peores trabajos y la demostración palpable de que aquello no sirvió para nada. Ni “Ace Ventura 2”, ni “Nada que perder”, ni por supuesto “Maximum Risk” (por hablar de scores editados) dejan de ser algo más que puros divertimentos que abusan de la fusión para quedarse en tierra de nadie. No era su estilo, pero para Folk parecía haber pasado ya el tren. Paradojas de esta disciplina: flojos trabajos para sus mayores éxitos de taquilla. Algo había cambiado en la industria: la calidad por la inmediatez.
En 1993, vio la luz una de las mas importantes piezas de coleccionismo actual: su promocional “Selected Suites”, gracias a la ayuda de la discográfica que nos dio a conocer gran parte de su trabajo, Intrada. Diez obras, en forma de suites, editadas en un doble CD que resumían el concepto musical de Folk.
La edición se abre con “The Thief and the Cobbler”, adaptación para sala de concierto de su partitura para el film de animación “Arabian Knight” (película que acabó estrenándose en 1995). La pieza resume durante sus trece minutos la capacidad sinfónica de Folk. Un tour de force orquestal con excelso manejo de metales, percusiones y coros, donde el compositor se muestra muy acertado en la realización de un mickey mousing melódico que salta entre géneros, desde la acción a la comedia, pasando por la aventura épica. Un pieza antológica a la que la London Symphony sabe sacar todo su partido.
“Toy soldiers” (1991) es quizás el trabajo mas famoso de su autor. Una película que pasó sin pena ni gloria, pero que escondía un dinámico score dominado por su omnipresente y retentivo tema central, una marcha gentil para cuerda y metal (trompeta y trompas). Un trabajo que sintetiza las necesidades de la película: acción y epicidad. Sin embargo y para el que esto escribe, se trata de un buen trabajo que ha sido sobrevalorado por sistema, ya que un cierto abuso en su linealidad, en la previsibilidad y esquematismo de sus formas, juegan en su contra. Sin duda su memorable tema principal es de esas piezas capaces de eclipsar al conjunto de la obra.
“The Neverending Story II” (1990) es otro prodigioso trabajo sinfónico. Construida para gran orquesta y coros, la amplia suite incluida en esta grabación es sencillamente sublime. Su delicado tema central tiene una asombrosa capacidad melódica, jugando con quiebros elegantes y suspendidos en la cuerda. Un trabajo que se desmarca del realizado para la primera entrega de la franquicia por Klaus Doldinger y que puede considerarse infinitamente superior a su precedente. Un ejercicio sinfónico brillante que nos remite a formas melódicas propias de los 50 y que sabe adaptarse a texturas musicales mas modernas y atrevidas cuando la acción lo requiere. Una obra maestra.
“Tremors” (1990) es una de las sorpresas de la edición, pues sin renunciar a su estilo predominantemente sinfónico, Folk acude al aparato electrónico para identificar al monstruo que habita el subsuelo de Nevada. Pura serie B que posee un score muy por encima de sus imágenes, y que permiten al compositor de New York apostar por ritmos atonales, con extrañas texturas melódicas que inciden en la urgencia y el peligro. Un score dominado por la acción y que sirve de referencia en posteriores ejercicios del género como “The Relic” de Debney o “Alien Resurrection” de Frizzell.
Por lo que respecta a “Troll in Central Park”(1993), es un filme de animación con una hermosa melodía central para cuerda, coro y campanillas. De toque navideño, el score se desenvuelve con suma frescura entre continuas formas que apelan a lo mágico, destacando el fuerte peso de una melodía secundaria gentil en el uso de flautas y chelos. De armonías líricas, Folk otorga primacía al clavicémbalo y las maderas para tomar el mando en los momentos mas descriptivos de la acción, instantes donde los ostinatos al metal dotan de vigor y fuerza al conjunto.
El segundo compacto se abre con “Miles from home”(1988), uno de los momentos álgidos en la carrera de Folk. Drama rural dirigido por el también actor Gary Sinise, supone un acercamiento a la americana tradicional, donde los dinámicos ritmos sincopados conviven con momentos de gran intimismo dramático, momentos en los que la armónica y la guitarra dan un sentido toque folk al score. Un trabajo que auna un delicado acento épico y un marcado tono abatido como ámbito donde se subraya la desesperada historia de dos hermanos que deben abandonar su granja presos de la deuda y que se convertirán en héroes de la localidad al robar los bancos que ejecutan sus créditos contra los oprimidos agricultores. Una obra mayor marcada por la sutilidad y elegancia.
Dentro del tono mas pausado e intimista que predomina en el segundo CD de esta edición, “The Planets” (1983) es un documental televisivo que permite al compositor jugar con elegantes valses (estructura en la que se perfila su tema principal), formas cercanas al impresionismo con delicadas figuras descendentes al arpa, tensiones cromáticas marcadas por el metal o una romántica puesta en escena de la cuerda en un trabajo de clasicismo arrebatador, demostración de la estructura sinfónica de sus trabajos al margen del cine. Basado libremente en la obra de Gustav Holst, la música es un elemento primordial sobre el que fluyen las imágenes, de manera tan coreográfica que puede considerarse un filme musical.
“Can´t Buy My Love” (1987) es una comedia en la que un universitario borde y algo chulo ofrece a la atracción de su escuela, una guapa animadora, mil dólares para que se convierta en su novia y así alcanzar la popularidad entre sus compañeros. Folk demuestra su gran capacidad para la comedia romántica mezclando aparato electrónico (cuya aparición es breve y discreta) y orquesta para lograr un tema central de delicadas formas que obtiene un gran poder evocador en el tratamiento de las notas sostenidas a la cuerda. Un bellísimo trabajo que sin duda es lo mejor de un filme mediocre y casposo, constante que ha perseguido al de New York durante su carrera.
“Police Academy” (1984) es su primer éxito a nivel popular. Comedia irreverente y subversiva, tan del gusto de los 80, el score sirve a Folk para hacer una demostración sutil de cinismo e ironía. Homenaje a la marcha de “Patton” de Goldsmith, el tema central se muestra perfecto en su conjunción de seriedad épica y simpatía bufonesca, mientras el cuerpo sonoro se desliza entre impecables ejercicios de acción convencional en tono wagneriano. Como contrapunto a tanta trastada en la pantalla, el compositor apuesta por un score más ceñido a concepciones formalistas, incluyendo una impagable marcha secundaria que se inicia bajo acordes de pompa y circunstancia.
Para terminar “To Dream of Roses” es un ballet compuesto para el Osaka Worlds Fair. Grabado por la London Symphony, la pieza es magistral en cuanto puede mostrarse tan elegante de formas en el empleo de púdicos pizzicatos como violenta en su fuerte explosión de metales, refinada en el uso de trémolos a la madera como apremiante en su rítmico fulgor de trompas y trompetas, tan divertida cuando adquiere formas propias del cabaret a ritmo de ragtime como apasionada en su sereno despliegue de interludios líricos al viento.
“Selected Suites” es una impresionante muestra de un compositor que fue llamado a ocupar un lugar de honor dentro de la música cinematográfica, pero que lamentablemente, acabó siendo engullido por eso tan peligroso que conocemos como la modernidad. Milagrosamente en activo (tiene pendiente de estreno “Antonio Vivaldi”, una película que pretende reverdecer el éxito de la ochentera “Amadeus”), este disco promocional es, sin lugar a dudas, una de las mas afortunadas y necesarias ediciones jamás realizadas, por mostrarse tan esencial a la hora de descubrir la calidad musical de un compositor poco reconocido.
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