Joaquín R. Fernández
Cuando Mark Mancina aún era un auténtico desconocido, Jan De Bont peleó con la Fox para que le permitieran contratarlo como compositor de "Speed", sin duda una de las partituras de cine de acción más afamadas de los años noventa. De Bont había quedado muy impresionado con sus aportaciones para "Amor a Quemarropa", pero el estudio prefería que un autor de mayor renombre se hiciera cargo de este trabajo. Sin saber si finalmente sería él el responsable del proyecto, Mancina tuvo que esperar hasta el último momento para recibir una respuesta afirmativa, disponiendo entonces de cinco semanas para componer la banda sonora.
Ya en los títulos de crédito iniciales ("Main Title") se percibe la característica conjunción que realiza Mancina de orquesta y sintetizador. El enérgico tema central resuena al compás del letrero del filme, sucediéndose después un arreglo con algunas de las piezas que mejor describen la tragedia que sustenta el argumento del relato. Aunque vibrante, apoteósica y con cierto cariz épico en algunas de sus notas, la partitura aporta también un especial dramatismo a las imágenes de "Speed". Es el caso de "The Rescue", uno de los pasajes más emocionantes de la cinta, momento en el cual los pasajeros del autobús han de abandonar apresuradamente la mortal trampa en la que viajan.
Pero si hay algo que sabe captar muy bien el compositor es el infortunio de lo que sucede en pantalla, un elemento que en principio bien pudiera resultar trivial a ojos de otro autor, seguramente más preocupado por dotar a la obra de un ritmo adecuado que de un consistente contexto dramático. Su música se torna triste y funesta a la hora de transmitir la jaula en la que se ha convertido el autobús (para comprobarlo, basta escuchar el minuto inicial de "Rush Hour"), acrecentándose la sensación de derrota cuando muere alguno de los personajes ("Helen Dies"). Finalmente, la angustia de esta situación límite alcanza su clímax en "The Gap", donde unos violentos violines y unos furiosos metales nos van avisando del peligro que se acerca, un puente a medio construir que desata el pánico entre los pasajeros del autocar.
Por lo demás, se suceden temas de acción de un incontestable vigor ("Fight On Train") y casi siempre adecuados a lo que sucede en pantalla (Annie llevándose por delante un carrito de bebé en "City Streets"), añadiéndose además momentos sombríos e intrigantes que también sirven para configurar la personalidad de Howard Payne, el villano de turno ("Pershing Square", "Pop Quiz").
En los títulos de crédito finales ("End Titles") Mancina libera toda su contundencia melódica, remarcando su tema de amor el feliz término de la película. Podrá ser calificada como una obra intrascendente por algunos, pero la música de "Speed", que es en realidad una evolución de los trabajos de anteriores autores (caso de Zimmer), ha sido realmente influyente en un género en el que, desgraciadamente, abundan las mediocridades y las fútiles grandilocuencias, tal y como se puede comprobar estos días con "El Núcleo" de Christopher Young.
(Previamente publicada en Filomúsica)
|