Miguel Ángel Ordóñez
¿Qué es “The Big Empty”? Una película del 2003, opera prima de Steve Anderson, director de la reciente y escandalosa “Fuck”. ¿Qué nos cuenta? Difícil de explicar. Digamos que es una comedia negra de cowboys, extraterrestres, maletines azules y bolas de bolos. Cosas extrañas que suceden en mitad de ninguna parte. Perdonen mi capacidad de síntesis telegráfica, pero veo razonable que todos nos situemos o sepamos el terreno que vamos a pisar.
Ahora es cuando viene la pregunta del millón: ¿qué aporta “The Big Empty”? A todos los niveles, nada de nada. Uno se pregunta en ocasiones el por qué de la existencia de determinadas películas, con el hambre que asola el Tercer Mundo. Pueden acusarme de dogmático y oportunista, pero sigo sin entender que productos como estos se dirijan a un sector devorador del establishment, que yo al menos desconozco. En una etapa en la que a las compañías discográficas dedicadas a este noble y seguro que poco rentable sector les da por editar de todo, ya sea en tiradas convencionales o limitadas, y en una vorágine donde el coleccionismo tiene cada día más pobres adeptos (apelando a un aforismo puramente económico), uno (sintiéndose parte del sistema) no puede más que aceptar, cabizbajo sea dicho, que necesita una cura urgente frente a los males de la sociedad consumista.
Lo cierto es que uno se autoexige contarles como anda el panorama de las ediciones sobre música de cine, iluso si lo que se pretende es que ustedes estén al día de lo que se publica aquí, allí o en el más allá. Les confieso que Brian Tyler, compositor de este “The Big Empty”, me parece un músico que realmente confundió su verdadera vocación, la de modelo de pasarelas (si se me permite la irreverencia), y no sé por qué avatares del destino tuvo la oportunidad de martirizarnos (perdonen que me muestre absolutista) con su innovador talento hace ya unos años con esos engendros llamados “Six-String Samurai” y “Bartender”, bautismos que bordean peligrosamente el patetismo.
Funcional en ocasiones, el bueno de Tyler anda a la búsqueda de un sonido propio centrado en batí burrillos ajenos: sólo de su extensa carrera (extensa para los méritos contraídos) salvaría de la quema momentos interesantes de “Frailty” (película trasgresora que se le va de las manos a Paxton, pero que no deja de tener su gracia) y de “Paparazzi” (precisamente por su tono menor). Pero por mucho que luche por acercarse al sonido del lobby sinfónico, carente de alma, que domina los terrenos actuales de la banda sonora (llámese “Children of Dune” y “The Greatest Game Ever Played”), su clara tendencia al rock y al pop electrónico (que marcaron sus inicios en este campo) son su única muestra de personalidad sonora hasta la fecha.
“The Big Empty” se asemeja mucho a esos primeros trabajos. El propio Tyler hace una declaración de intenciones en el libreto del CD: “Yo quería realizar un score que reflejara el viaje a lugares inesperados. Hay contraste de estilos que incluyen elementos de los scores de misterio del cine clásico, jazz, música para piano preparado, scores de los 70 y música de anuncios nocturnos". Vamos, que se refiere a nuestro entrañable TeleTienda. ¡Y se queda tan pancho!. Les juro que lo de la referencia al cine clásico de misterio y a los scores de los 70 no las veo por ningún lado (¿se referirá a la tabla hindú de “Indian Bob” que interconecta su creación a los interesantísimos ejercicios de estilo de Roy Budd para el policiaco?).
Mi interés era realizarles una reseña de aliño, telegráfica, de las llamadas de usar y tirar. Me estoy extendiendo más de la cuenta y aún no les he contado de qué va el viajecito musical del señor Tyler por esos lugares inesperados. ¡Qué desfachatez! Bueno, por un momento me voy a sentir Curro Romero ante un Miura de los que buscan el tobillo.
“The Big Empty” es un vulgar y plúmbeo score dominado por un sencillo leitmotiv de 8 notas que el “maestro americano” entrega a la guitarra y al piano preparado. Emerge en “The Big Empty” y se prolonga infinitamente, en poco lúcidas variaciones quede dicho, buscando un tipo de sonido similar al de Thomas Newman (qué iluso), adquiriendo cuerpo en cortes como “Empty Reprise”, “Neely´s Proposal” o “Finale”.
Junto a notas electrónicas que generan ese suspense que Tyler asocia al gran cine clásico americano, la introducción de ciertos elementos étnicos en forma de voz femenina (“Prologue”, “Ruthie´s Secret”) o de empleo del duduk (“Bob´s Wisdom”) (vaya racha llevamos con el dichoso instrumento armenio), pretenden dar un empaque dramático que bascula entre lo emocional y lo ambiental, sin lograr ni una cosa ni otra.
El eclecticismo de la partitura apela a ritmos populares aplicados sin ton ni son por Tyler: homenajes velados al blues (“Mud Flap”, impagable el empleo de castañuelas), al heavy metal (“Fierce”), al funky pastillero (“Dark Night”) o a una psicodelia distorsionada que desde ya propongo como peligrosa arma de destrucción masiva en la próxima Memoria de la ONU (“Free Catalog”).
¿Saben cómo se traduce “The Big Empty” al castellano? “El gran vacío”. Pues eso. Hay veces que los títulos encierran la moraleja de todo. Qué astuto el que puso éste.
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