Miguel Ángel Ordóñez
Opera prima del director y guionista Daniel Sánchez Arévalo. Con más de diez años a cuestas en la profesión, donde ha realizado guiones para series como “Médico de familia” u “Hospital Central” y se ha puesto tras la cámara en numerosos cortos, su primer filme ha cosechado un importante éxito en la última edición del Festival de Cine de Málaga. La película narra, con compromiso y un adecuado ritmo narrativo, las desventuras de Jorge (Quim Gutiérrez), quien a temprana edad hereda el negocio de su padre y tras luchar contra su propio destino, se abre abrirse camino a la búsqueda de otros retos. Durante esa búsqueda, conocerá a Paula (Marta Etura), con la que entablará una extraña relación.
Colaborador en un par de cortos de Sánchez Arévalo (“Física II” y “La culpa del alpinista”), Pascal Gaigne es el responsable del apartado musical. Francés de origen y afincado desde hace mas de 15 años en San Sebastián, Gaigne ha demostrado a lo largo de veinticinco filmes como su apuesta por las texturas elegantes, sus dosificados trabajos para pocos instrumentos, la importancia de la interpretación, su marcada apuesta por la delicadeza de formas que apelan a lo bello, le han abierto un importante hueco dentro de la cinematografía española. Sólidos trabajos como “El sol del membrillo” para Erice, “Flores de otro mundo” para Bollaín, “Silencio roto” de Armendáriz o sus magníficas “Piedras” de Ramón Salazar y “Le cou de la girafe” de Saffy Nebbou, son claros ejemplos de su particular estilo.
Un estilo que emerge de nuevo con “Azuloscurocasinegro”, donde un cierto minimalismo aflora tras el uso repetido de la figura del ostinato, con ausencia de leitmotiv aplicado a personajes, buscando la creación de cuadros sonoros que Gaigne identifica con colores orquestales, y que dependiendo del prisma y la actitud con la que se mire, cambia. Disfraz que nos recuerda que las lecturas únicas, las cosas en general, no son del color que las vemos.
“Azul oscuro casi negro” es un inspirado y sinuoso corte que establece la impronta del score: ostinatos en las maderas y pizzicato a la cuerda, que se abrazan finalmente en una melodía para piano y cuerdas envolvente y etérea, bordeando el minimalismo de formas. Formas que emergen de nuevo en la delicada “Cárcel con vistas” o en la afligida “Contrabass”, con sufrido manejo del chelo. “La vida como objetivo” es una vitalista propuesta donde el ostinato se vincula a la cuerda y a las maderas, jugueteando en su conjunto con figuras expresivas de raigambre obsesiva. Dos temas sobre los que Gaigne hace confluir todo su universo de apariencias y que se unen como un torrente de sensaciones opuestas en su personal epílogo “Una vez mas”, con línea melódica iniciada por el arpa.
El piano se constituye en el centro sobre el que el compositor francés hace girar cortes predominantemente nostálgicos como “Entrevistas”, suave simbiosis de ondulantes figuras al piano y el chelo, o “Solaris”, pieza que evoca íntima soledad emulando trazos que, acaba por desgranar con enorme tristeza el arpa en “Memoria sensorial”, una demostración más del infinito juego de Gaigne, peculiar en su obsesiva utilización de rítmicas cuerdas y vientos, en contrapunto a sonoridades melódicas introducidas por el piano y el arpa.
Un score de raíz existencialista que, pese a la cierta monotonía de sus angulosas formas, supone una clara apuesta por el buen gusto, registro habitual en la imaginería de este interesante compositor.
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