Miguel Ángel Ordóñez
A las 9 de la noche de un 17 de Septiembre de 1966, la CBS ponía en antena el episodio piloto de “Misión: Imposible”, donde un grupo de cinco espías del Gobierno llevaban a cabo misiones arriesgadas y de incierto resultado (a priori, por supuesto). Era el comienzo de una serie mítica que se mantuvo en el aire durante siete temporadas y 171 episodios. El jefe de operaciones Daniel Briggs (Steven Hill), sustituido a partir de la segunda temporada por Jim Phelps (Peter Graves), el maestro del disfraz Rollin Hand (Martin Landau, durante tres temporadas), la femme fatale Cinnamon Carter (Barbara Bain, presente el mismo tiempo que Landau), el mago de la tecnología Barney Collier (Greg Morris) y el duro Willy Armitage (Peter Lupus), eran las figuras llamadas a salvar al país de peligros de todo tipo, sin recompensa, auténticos héroes anónimos velando en una era dominada por la tensión de bloques.
Pero parte de la mítica que rodea a la serie descansa, sin duda, en el inmortal tema principal compuesto por Lalo Schifrin. Con serios problemas para cumplir con los tiempos acordados con la CBS, el productor Bruce Geller recurrió a Schifrin para que en dos semanas realizara la música del episodio piloto de la serie. Una llamada a su agente y el traslado al set por parte del maestro argentino, fueron suficientes para que éste capturara la esencia del trabajo que se le pedía. Algo nuevo, duro, militarista, tenso y lo más salvaje posible como acompañamiento a las actividades al borde de la legalidad de los miembros del grupo especial.
El tema que surge de la imaginación del compositor bascula entre el suspense y lo paramilitar. “The Plot” es la melodía base sobre la que Schifrin conjuga el resto del universo del episodio: percusiones, trompetas, trompas, guitarras... una sucesión de trepidantes registros al metal en un tema absolutamente audaz y dinámico, auténtico espíritu de la serie. Pero a Geller le faltaba el diseño de los créditos y el pánico se apodera de los responsables de la serie. “Misión: Imposible”, es un tema que surge por los azares del destino. Geller propone que Schifrin, a seis días del arranque televisivo, componga un tema pegadizo y vivaz, punzante y tenso para construir a partir de éste los títulos de cabecera. La mítica melodía que acompañará a la serie durante sus siete años de existencia surge sin reglas de ajuste a la imagen, sino al contrario. Quizás sea ese el mayor secreto de su éxito e incluso de su sincronía al explosivo arranque de cada episodio. Dos temas que, junto al divertido y festivo “Mission: Accomplished”, forman el nexo de unión presente a lo largo de la serie, pero no los únicos ejemplos de la gran fuerza e inventiva aplicada por Schifrin al conjunto de su contribución.
Presente durante las dos primeras temporadas, junto al maestro argentino desfilaron por “Misión: Imposible”, compositores del talento de Jerry Fielding o Gerald Fried y músicos tan intuitivos como Robert Drasnin, John E. Davis, Beny Golson y Richard Markowitz.
Muchas han sido las ediciones discográficas que han recogido el legado musical de Schifrin para la serie pero, de todas ellas, las del sello Dot Records han sido las más aclamadas: “Music from Mission: Impossible” en 1967 y “More Mission: Impossible” en el 68 (recogido el catálogo más tarde por la MCA). En 1994, One Way Records, en unión con la MCA, reeditaba “Mission: Anthology”, la unión de ambos discos (incluyendo el corte inédito “Secret Code”), siguiendo los parámetros de la descatalogada edición que MCA había realizado en formato CD años atrás.
Ambos discos presentaban diferencias estilísticas de peso. Mientras “Music from Mission: Impossible” entraba de lleno en la estética de los sesenta con un ligero toque kistch, “More Mission: Imposible” anticipaba el sonido funky que Schifrin potenció en los setenta de la mano de la franquicia “Harry el Sucio”. Mientras el primero se centraba en la música que rodea a los protagonistas de la serie, la segunda hace hincapié en los escenarios, permitiendo el conjunto a Schifrin mostrar su versatilidad, eclecticismo y aquellos patrones armónicos que forman su propio e inimitable estilo: los estudios clásicos y su pasión por el jazz, llevada a límites insospechados bajo la protección de Dizzy Gillespie.
Jim Phelps obtiene su representación en “Jim On The Move”: una serpenteante melodía llena de encanto que fluye deliciosamente hasta la aparición de las percusiones y el metal para otorgarle dinamismo y fuerza, logrando los contrapuntos al piano del gran Mike Melvoin momentos de una improvisación jazzística espeluznante. Sin duda, uno de mis temas favoritos de toda la carrera de Schifrin.
“Rollin Hand” es glamour con su inicio para piano y cuerdas. Pero la big band nos reserva la elegancia del maestro en disfraces, en una poderosa performance de los metales acentuando su vis cómica y su arrebatadora presencia.
“Wide Willy” refleja la dureza del personaje de Willy Armitage, con un inicio de tema para bajo y percusiones que rápidamente recoge la big band para generar un tour-de-force en unos metales que juegan con un vivaz contrapunto.
“Cinnamon” (compuesta por Jack Urbont y el propio Bruce Geller) es todo encanto y romanticismo; una melodía para cuerdas y flauta que expande de sensualidad el saxo de Bud Sank, muy en la línea del lírico y nostálgico “Operation Charming”, aquí gracias al buen hacer del propio Schifrin al piano.
Barney Collier es sofisticación, falta de fuerza, cerebro. Lo suyo es la tecnología y en “Barney Does It All”, Schifrin es menos explícito que con el resto, al construir una melodía a medio tiempo que se muestra tan exquisita como incierta en las subidas y bajadas continuas de tono por parte de su grupo de músicos.
El bellísimo “Danger” tiene más de sexual que de comprometido, apelando a texturas sinuosas no exentas de cariz étnico. Ritmos hindúes que se manifiestan claramente en la tensa e improvisada “The Sniper”, ejercicio jazzístico sorprendente gracias al disfrazado uso que Schifrin otorga a instrumentos como el harpsichord (interpretado por el propio compositor) y el sitar de Bill Plummer.
“More Mission: Impossible” se abre con “Mission Blues” un corte a caballo entre el blues, expuesto por metales, y el funky, presente en los inconfundibles punteados del bajo. Un disco en el que Schifrin se mueve entre ritmos más tensos y nerviosos, manifestado por la ausencia casi por completo de cuerdas. Más innovador y buscando caminos nuevos de exploración en la vertiente mas jazzística, “Self-Destruct” es un provocativo y extraño tema sustentado sobre singulares percusiones, ejerciendo de contrapunto el saxo.
Cierta falta de sutilidad podemos apreciar en cortes como “Affair in Madrid”, con empleo de las consabidas guitarras flamencas, el beat “The Chelsea Memorandum”, compuesto por Shorty Rogers donde sobresale el magnífico uso del órgano, y “Foul Play”, una pieza de puro divertimento compuesta por Dick Hazard demasiado deudora de los sonidos sesenteros.
Frente a la astuta fragilidad de “Midnight Courier”, con el agridulce empleo del piano y el saxo sobre un rudo manejo de los bongos, cortes mucho mas interesantes como “Danube Incident” (con una construcción emparentada a los filmes policíacos de Roy Budd y un uso exquisito del cymbalon), “The Getaway” (con sus dinámicas figuras humorísticas y su cierre capturando el tema principal de la serie), “More Mission” (que toma la melodía de “The Plot” ajustándola a patrones mas latinos) y “Secret Code” (pieza jazzística con gran empleo de órgano, tabla hindú y flautas) capturan todo el dinamismo y sabor musical de la primera temporada de la serie.
Una obra plena de aciertos que muestran el margen de maniobrabilidad de Schifrin ante texturas cercanas al jazz. Una salvaje mirada a la intriga y el espionaje que descansa sobre un dinamismo contagioso y sumamente eficaz, perdurable mucho más allá de los cinco fatídicos segundos que bastan para separar el talento del oficio.
|