José-Vidal Rodriguez
“United 93" relata la brutal historia de los pasajeros y la tripulación del vuelo 93 de la United Airlines, aquél que se convertiría en el cuarto avión secuestrado el 11 de septiembre de 2001, el fatídico día del peor ataque terrorista jamás perpetrado en territorio estadounidense. Dirigida por Paul Greengrass (un cineasta que ya trató otra masacre en su “Bloody Sunday”), y realizada con el apoyo de las familias de aquellos que viajaban a bordo del Boeing, la cinta narra en tiempo real el dramático relato de lo que ocurrió en el aire y en tierra, mientras los pasajeros, la tripulación, los controladores aéreos y los centros militares intentaban reaccionar ante una crisis imposible de prever hasta entonces. La película intenta aproximarse, desde la perspectiva de meticuloso ejercicio cuasi-documental, al miedo y a las valientes decisiones de un grupo de personas que pasaron de ser meros pasajeros de un avión a convertirse en íntimos aliados enfrentados a una situación impensable.
Como en su anterior “El Mito de Bourne” y su próxima “The Bourne Ultimatum”, Greengrass vuelve a confiar en uno de los compositores de moda en Hollywood, cuando todavía está fresca entre los aficionados su soberbia aportación a la saga de los X-Men. John Powell se enfrenta, sin duda alguna, a uno de los retos más complicados de su carrera. A nadie escapa la trascendencia de un filme que aborda, por primera vez y de manera expresa, los luctuosos sucesos del 11-S. Pero es más, no sólo lo espinoso de la trama condiciona su aproximación musical, sino que igualmente la estética de la cinta, con ese acabado eminentemente documental y tendente a lograr el mayor realismo posible (ni un rostro conocido interviene en ella), requiere sin duda un tipo de música “aséptica” y muy poco autocomplaciente. Algo que se me antoja prácticamente inédito en la carrera de un compositor de registros más grandilocuentes.
Por lo tanto, lo primero que debe tener en cuenta el lector es el lógico papel secundario que la música incidental adquiere en “United 93”. La mencionada estética de documental deseada por Greengrass, es el condicionante para que Powell se “contenga” musicalmente hablando y se limite a desarrollar su score desde el punto de vista de casi un espectador más, muy alejado del peso específico de la música que compone normalmente para otro tipo de producciones más rutinarias.
En este sentido, resulta indiscutible que ”United 93”, como álbum de escucha aislada, deviene en un compacto ante todo duro, efectista, eminentemente incidental y, por lo tanto, poco atrayente para el aficionado medio. A muchos de sus seguidores sorprenderá el minimalismo de un compositor asociado tradicionalmente a mayores “florituras” estilísticas; pero lo cierto es que la tremenda carga emocional de la historia, impide al autor adoptar un mayor lucimiento musical que podría ser malentendido e incluso irrespetuoso.
Así las cosas, compositor y director planifican la partitura desde la modestia, sin sobrepasar nunca lo rigurosamente necesario acorde con la trama y planteamientos del filme. Powell evita desde el principio que su música supere los estrictos márgenes del mero acompañamiento sonoro, sin mayores intenciones que no sean las de potenciar la tensión y el ambiente opresivo del avión, sin olvidar las inevitables alusiones a la procedencia islámica de los secuestradores (”Prayers”, ”Making The Bomb”).
Los silencios, la percusión y la electrónica, representada por un incesante sampler rítmico que no para de martillear nuestros oídos durante gran parte del score, conforman la piedra angular sobre la que cuerdas, trompas y una puntual voz infantil a modo de inocente lamento, ejecutarán una funcional partitura que no termina de progresar melódicamente por la razón lógica ya expuesta: su marcado carácter secundario y atmosférico -en varios momentos incluso atonal-, originan la absoluta “neutralidad” de unos acordes huérfanos de dramatismos exacerbados, al igual que carentes del tono elegíaco que algunos esperábamos oir en un principio.
Buena prueba de todo lo antedicho lo constituye el extenso corte ”Phone Calls”, que define perfectamente ese tipo de contención musical que Powell nos ofrece aquí. Durante las escenas de las emotivas llamadas de los pasajeros a sus familiares, conocedores ya de su infausto destino, el británico se limita a repetir esa espiral rítmica electrónica atonal y áspera, con leves frases a metales y de nuevo salpicada por aquella voz infantil, creando una atmósfera asfixiante, oscura, vaticinadora de la tragedia pero claramente imbuida de aquél espíritu incidental con el que la música es apartada inevitablemente a un discreto segundo plano.
Eso sí, Powell intenta aprovechar uno de los escasos instantes propicios para ofrecer algo más que aquella aséptica aproximación musical, en el corte más atrayente de todo el compacto, ”The End”. La pieza, asociada al heroico y fatal final del vuelo 93, ofrece seis minutos con mayores intencionalidades orquestales, traducidas en un sencillo diálogo de metales y cuerdas aderezado por una percusión que va tornando cada vez más violenta y acelerada, sugiriendo un leve crescendo de cierre a violines. Huyendo de sentimentalismos melódicos que distraigan al espectador, el autor logra un notable efecto “de urgencia” y una sensación de cierre musical que consigue rescatar a la partitura de la monotonía en la que estábamos sumergidos hasta este corte.
Lo que el autor hará después en ”Dedication”, es ya otra historia. Powell encuentra en el epílogo final, el momento en el que las emociones contenidas florecen en esta melodía escrita en honor a las víctimas. De nuevo el compositor intenta ser tan comedido y tremendamente respetuoso con la música, que su ligereza melódica provoca cierta sensación de vacío emotivo y desamparo -aunque probablemente sea lo buscado por él-. Además, acaba por escribir curiosamente un fragmento lírico similar a algún que otro trabajo de Thomas Newman (no en vano, las cuerdas a partir del segundo minuto tienen momentos tributarios del “The Shawshank Redemption” o el “The Green Mille”).
Comprobará el lector, por tanto, que no es ésta una obra precisamente fácil de oir, ni grata desde luego para cualquier compositor. Su reiterado carácter ambiental obliga a John a ser mucho menos protagonista con su música de lo que nos tenía habituados últimamente. Es obvio que aun así, el trabajo presenta la suficiente consistencia como para cumplir con eficacia su cometido, a la vez de suponer la carta de presentación de Powell en este tipo de registros más opresivos y sesudos, demostrando la versatilidad exigible en alguien llamado a ser grande en este mundillo.
Por ello, cabe concluir que mejor o peor, el músico cumple y sale medianamente airoso de tal papeleta; pero quizás en su excesiva contención e incidentalidad hallemos la razón por la que el álbum no aguanta más de dos o tres escuchas aisladas.
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