Miguel Ángel Ordóñez
El éxito del actor japonés Ken Watanabe en el mercado internacional, con producciones como “El último Samurai” o “Memorias de una geisha”, donde es presentado como un hombre seguro de si mismo, con fuertes convicciones y un cierto halo épico, le ha llevado a un radical cambio de registro en uno de los proyectos que cuenta a priori con papeletas suficientes para hacerse un hueco entre los mejores filmes japoneses del año.
Durante el rodaje de “Memorias de una geisha”, Watanabe recibió el guión de “Memories of Tomorrow”. Tal fue su impresión que decidió producir la cinta. El filme se adentra en el difícil mundo de los enfermos de Alzheimer, en la progresiva degradación de un exitoso hombre de negocios, que un buen día asiste incrédulo a una enfermedad que amenaza con borrar sus recuerdos. El apoyo de su mujer e hija, serán el único rescoldo donde el protagonista hará descansar la llama de la esperanza.
Desde estas páginas ya les hemos cantado las virtudes de Michiru Oshima. La mejor compositora de su generación (por ende, diría de la historia de la música cinematográfica), que en Japón es toda una celebridad, gozando de un reconocimiento que lamentablemente, por falta de conocimiento, no es extensible al resto del mercado internacional. Tras su último gran éxito, “Year One in the North”, a la que ha seguido la adaptación cinematográfica de la serie televisiva “Fullmetal Alchemist” (un trabajo algo menos interesante que su propia contribución a la serie), Oshima regresa al primer plano de su país con la composición de “Memories of Tomorrow”.
Con un trabajo que puede calificarse de exquisito, Oshima opta por alejarse lo máximo posible de la tragedia para hacer descansar sus propuestas en un microcosmos dulce y afligido, símbolo de la ternura y el amor que la familia trasmite al enfermo. El desconcierto de Watanabe ante su enfermedad, la creación de un universo propio onírico que sirve de escapatoria a su sufrimiento, son las ideas sobre las que la compositora fija su mirada. Con un tratamiento mas de suspense que psicológico, cortes como el 6, el 15 y el 23 inciden en un tono general de pesadilla, con empleo de percusiones y tétricas cuerdas, en registros graves, como símbolo de la confusión de Watanabe, de su lucha contra la cruel realidad. Un mundo de silencios, roto por un solitario contrabajo (corte 5) que enfrenta al protagonista ante su destino.
Pero, en contraposición a ese cierto aire de misterio, Oshima construye tres temas centrales que dominan la partitura para conducirla hacia el terreno de la melancolía y la ternura. De todos ellos, el tema principal abre la edición con magníficos solos de oboe a cargo de Fumiaki Miyamoto, una maravillosa melodía con un dulce motivo de siete notas que oscila entre un romanticismo afligido y una evocadora melancolía. Ésta obtiene numerosas aplicaciones a la largo del score, con imperceptibles variaciones (como en el corte 14) o mostrándose aún mas nostálgica con su arrullo de piano y cuerdas en cortes como el 18 y el 19, éste último un verdadero canto a la esperanza, con sus agudas notas al violín acompañadas por trémolos en las maderas, o sustituyendo el oboe de Miyamoto por la flauta (corte 24), antes de obtener una más completa rendición para cerrar la edición.
Junto a este bellísimo tema, Oshima construye una delicada melodía para violín y arpa apoyada sobre cinco notas (que a su vez obtienen idéntica réplica), que se expone de manera muy breve entre los cortes 10 y 13 y en el tema 20, demostrando su magistral capacidad para edificar sobre pequeñas texturas armónicas, sólidos ejercicios melódicos de una precisión brutal.
El último tema en importancia (al menos, por la frecuencia con que lo emplea Oshima), es un delicioso réquiem para chelo, arpa y violines con un intenso sentido del dramatismo (cortes 9 y 22), que acaba recuperando las cinco notas del anterior motivo.
De adquisición en tiendas especializadas japonesas (arksquare, cdjapan….), “Memories of Tomorrow” se convierte en una obligada compra, en un peldaño más en la fulgurante carrera de esta joven y magnífica compositora llamada Michiru Oshima, capaz de convertir una cinta depresiva en un delicado canto a la esperanza. Sin duda, en su sencillez, uno de los mejores trabajos en lo que llevamos de año.
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