Miguel Ángel Ordóñez
En una verdadera explosión a nivel mundial del género documental, ahora nos llega una muestra mas de este insospechado auge a cargo de los realizadores Thierry Ragobert y Thierry Piantanida. “El planeta blanco”, indaga en la vida salvaje que domina el Polo Norte de nuestro Planeta, en las difíciles condiciones climáticas que rodea a unos animales que luchan ferozmente por la supervivencia: ballenas, osos, caribúes..., en localizaciones que van desde el Norte de Estados Unidos y Canadá, a Alaska y Groenlandia.
Los realizadores, con una amplia experiencia en el terreno documentalista (forjado Ragobert, por ejemplo, en el seno del gran Cousteau), han tardado tres años en levantar un proyecto que minuciosamente recrea los aspectos mas insólitos de una vida animal pocas veces reflejada con tanta veracidad, hasta el punto de esperar durante dos años una migración de caribúes finalmente acaecida en el 2005. Desde una perspectiva emocional, el filme es narrado desde un punto de vista de ficción, buscando involucrar al espectador en las diferentes historias que recorren el relato.
Sin duda, Bruno Coulais no es ajeno a un campo en el que ha desarrollado gran parte de sus mejores logros. Desde la espléndida “Himalaya”, hasta las interesantes “Le peuple migrateur”, “Microcosmos” o “Genesis”, la constante fuente exploratoria del francés ha conducido a una serie de propuestas sumamente originales que se enriquecen de la mezcolanza entre lo étnico y el mas fiel raccord con las imágenes, propuestas mas sugerentes que raciales, elegantes a la par que primarias.
Siendo, como es, un compositor sumamente irregular (frente a la interesante “Les rois maudits”, baste recordar la reciente y atroz “Brice de Nice” o la sesuda y aburrida “Stabat Mater” comisionada por el festival de Saint Dennis, por citar sus trabajos durante el 2005), Coulais es un músico capaz de sacarse de la manga trabajos solventes de una extraña belleza que evocan una enorme creatividad, un universo particular y personal, tan inquieto como atractivo.
“La Planète blanche” contiene toda esa sucesión de elementos que convierten a la partitura en una obra prototípica de Coulais. Como en “Himalaya”, la experimentación da paso a la belleza de unos acordes que juegan entre un ligero minimalismo de formas precisas y una instrumentación sorprendente que incluye tambores esquimales, un arpa de boca o birimbao y dos voces femeninas, las de la canadiense Jorane y la esquimal Elisapie Isaac, que llevan el peso mas exótico del score, aquello que lo hace diferente, dando Coulais un paso mas en la exploración que de voces introdujo en su destacada “L´Enfant qui voulait être un ours”, con escenarios similares.
Ejemplos del peso que las voces de sus dos intérpretes tienen en el conjunto de la grabación, a las que se suman un pequeño coro esquimal y sus colaboradores habituales de Mikrocosmos (baste citar la vital importancia de estos en “Stabat mater”), podemos observarlo en cortes como el que abre la edición, “L´espoir de l´ours” con su sabia conjunción de percusiones, scherzos en el chelo y voces agresivas que rápidamente nos sitúan en un mundo tan salvaje como bello, o la sutil placidez de “La naissance des oursons” que deja paso al desconcertante empleo del notas descendentes al piano.
Sin la presencia de decisivos temas principales (dos melodías se repiten en la edición, pero sin una verdadera identidad fílmica), cabe destacar magníficas muestras de la lucidez de Coulais en cortes como el mágico “La planète blanche”, el rítmico y grácil “Bailenes boréales” con su apoyo en guitarras, mandolas y voces blancas, el agresivo “Le combat des boeufs musqués” con su extraño diálogo entre tambores y birimbao, los descriptivos “Coups d´ailes sous la mer” y “La chasse de l´ours” o el etéreo y bellísimo “La séparation des ours”.
Pero dos momentos más concentran gran parte de lo mejor hecho hasta ahora por Coulais: “Le festin des baleines” es un antológico tema coral que se muestra vivaz y poderoso en su magnífico juego de voces y apoyo de cuerdas, maderas y percusiones (en el aire sobrevuela “La misión”, más por el empleo de percusiones que por el timbre de las voces empleadas). Junto a este, “La migration des caribous” (cuya melodía se expone también en “Le repas des ours”), que parte de las dos primeras notas del anterior, contiene un tema para orquesta, que en base a crescendos, forja una melodía que retrata grandeza y epicidad, epítetos que Coulais revisa en la sorprendente “Le voyage des caribous”, una muestra más de su interés por realizar precisos ensayos quirúrgicos donde tienen cabida un sorprendente uso de las voces y percusiones junto a un más clásico manejo orquestal.
La música que sale de la batuta de Bruno Coulais no suele ser apta para todos los estómagos, quizás por su exagerado carácter ecléctico (y por qué no, hasta caprichoso, como esos ejercicios infumables que nos regala junto al grupo Akhenaton), pero con respecto a “La planète blanche”, uno acaba por verse arrastrado por su insólita belleza. Un score que, sin duda, se sitúa entre los mas destacados de su desconcertante carrera.
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