José-Vidal Rodriguez
Si de un compositor infravalorado en el panorama hollywodiense hablamos, a muchos les vendrá a la cabeza el nombre del británico John Scott. A sus 75 años de edad y con casi un centenar de bandas sonoras a sus espaldas, Scott es uno de esos autores incomprendidos que nunca ha llegado a asentarse en el mundillo como el enorme músico que es, y ello a pesar de a contar en su curriculum con auténticas joyas musicales. Para aquellos pocos incautos que no hayan oído alguna obra suya, baste señalar que, a grandes rasgos, en su estilo se aúnan con fortuna la tradición clasicista británica -mediante una impronta tremendamente lírica y elegante-, y la versatilidad y funcionalidad americanas -traducida en la constante utilización de leitmotivs retentivos y fácilmente reconocibles-.
Director actual de la Hollywood Symphony Orchestra, Patrick John Scott es un autor preocupado normalmente en dar un protagonismo especial a la orquesta sinfónica sobre cualquier otro recurso sonoro adicional. Cualidad que quizás explique su inactividad laboral y el desprecio de una industria que se mueve actualmente entre un gusto excesivo por la electrónica y un injusto olvido a la “artesanía” sonora que siempre ha predicado Scott. Cogiendo así lo poco que cae en sus manos, usualmente series B y filmes francamente olvidables, el compositor escribe para ”Shogun Mayeda” (re-titulada en Japón como “Kabuto”) un memorable score de aventuras a la vieja usanza, pleno de energía y de momentos musicales arrolladores. La cinta, insólita producción inglesa dirigida por el alemán Gordon Hessler (“The Golden Voyage of Simbad”) y directamente estrenada en vídeo en nuestro país, narra las andanzas de un impávido samurai que -he ahí la sorpresa-, deja su Japón natal para enfrentarse a la armada española de finales del siglo XVII por la compra de un arsenal de mosquetones, lo que le llevará a buscar refugio en tierras norteafricanas.
Evitando ahondar en la absurdez del argumento, huelga decir que la música es prácticamente lo único por lo que será recordada la cinta. El score se ajusta en todo momento a los cánones de composición clásicos del género, con temas de tremenda espectacularidad épica que se verán complementados por instantes donde lo introspectivo es tratado desde un punto de vista sumamente melódico. “Shogun Mayeda” es otro de los habituales casos en la carrera del inglés, en los que la música “devora” literalmente a unas imágenes que ni de largo serían las mismas sin ella. No en vano, Scott sabe aprovechar los escasos momentos de espectacularidad visual para obsequiarnos con una partitura espléndida, muy variada temáticamente hablando y con un grado de inspiración especialmente destacado. No en vano, estamos quizás ante uno de los álbumes más demandados de siempre por los fans del británico, francamente difícil de encontrar en la actualidad.
Debido al ajustado presupuesto del filme, Scott se vio obligado a acudir a los servicios de la Orquesta de la Ópera Hungara, el mismo grupo responsable del triste acabado sonoro del “King Solomon´s Mines” de Goldsmith, entre otros. En esta ocasión la grabación no sufre de aquél sonido tan distante y falto de matices, pero siendo un trabajo épico cimentado en el profuso uso de los metales, se siguen apreciando las carencias de una orquesta que lo mismo sirve para un roto que para un descosido. Por si fuera poco, y seguramente debido también a estas carencias presupuestarias, la orquestación del propio Scott carece prácticamente de instrumentos étnicos que recreen los numerosos y variados escenarios del filme (Japón, Marruecos, España...); algo que en otros casos habría deslucido el acabado de un score de este tipo, pero que aquí consigue salvar el autor con inteligencia y un sabio uso de recursos orquestales adicionales, amén de dotar al trabajo de un marcado sabor occidental palpable desde el primer corte del álbum.
Las innegables virtudes de este “Shogun Mayeda” se explican en buena parte por la presencia de un rotundo tema central cuyas siete primeras notas serán las señas de identidad del trabajo, entonadas sin rubor en todos y cada uno de los momentos triunfales del samurai, y que además enlazan perfectamente con el resto de motivos utilizados en la partitura. La versión que abre el CD de los títulos de crédito iniciales, es tan solo un aperitivo en clave dramática de las rendiciones mucho más ampulosas que del tema principal oiremos en cortes como ”Inner Strenght” o ”The King´s Protector”, sin olvidar por supuesto la radiante suite de los títulos finales ”On To New Adventures”.
Como segundo arranque motívico importante, Scott escribe un hermoso tema de amor para el personaje de Cecilia (Polly Walker), la joven que conquistará el corazón del samurai. La frase aparece por primera vez en forma de leves retazos en el ”Bath Time on Board”, pero no es sino ”Cecilia Declares Her Love” y ”Leaving Morocoo” los cortes en los que recibe su más cautivadora rendición. La tremenda elegancia de Scott se refleja así en un love theme magnífico que se convierte en la mejor pieza del score.
A partir de estos pilares, el músico de Bristol se mueve con fortuna tanto en el desarrollo de sonoridades épicas con intenciones grandilocuentes (”Battle at Sekigahara”, ”Pirate Attack”), así como acierta igualmente en una ambientación de tintes más intimistas, a base de frases bucólicas (”Mayeda´s Grief”), apesadumbradas (”Vasco, Servant of the Devil”), tensas y premonitorias (”Checkmate”) o incluso de acabado eminentemente atmosférico, que logra “disimular” acudiendo de nuevo a la tan colorista como ajustada orquestación (”Prisioners in Morocco”). Mención especial merece el ”Duel With Don Pedro”, uno de los temas más abrumadores en lo referente a su conjunción visual; en él, se fusiona un nervioso scherzo de sabor hispano con las notas heróicas del tema central (completada por las cuerdas oidas en el "Battle of Sekigahara"), todo ello fusionado con un envidiable manejo rítmico, lo que origina que estos dos vibrantes minutos transmitan una gran plasticidad a la escena del duelo a florete del protagonista.
La edición de Intrada, que vino a complementar aquella del sello Polydor únicamente comercializada en el mercado nipón, contiene en su hora de duración la práctica totalidad de la música utilizada por Hessler (que dicho sea de paso, fue horriblemente editada en la película, con recortes y desfases inolerables que no hacían merecimientos a la calidad del trabajo). Pese a la falta de trascendencia comercial del filme, “Shogun Mayeda” es y seguirá siendo una de las mejores obras nacidas de la pluma del compositor británico, así como una de las partituras de aventuras más ejemplares de los últimos años. No se la pierdan.
|