Miguel Ángel Ordóñez
Basada en una novela de John Cheever, conocido como el Chejov de los suburbios, “The Swimmer” explora la temática de un autor preocupado por sacar a flote la infelicidad y el declive moral de la clase media norteamericana. Dirigida por Frank Perry y con guión de su mujer Eleanor, el propio Cheever participó asesorando a la pareja. Cuento simbólico que tardó varios años en ver la luz, hasta que Sam Spiegel la produjo para la Columbia, a cambio de la cesión del control definitivo y montaje por parte del director, lo que sirvió a la postre como excusa para el despido de Perry y la finalización del filme en manos del amigo de Lancaster, Sidney Pollack (especialmente notamos su pulso narrativo en aquellas oníricas escenas que emergen desenfocadas, reflejando la distorsionada realidad que vive el personaje, durante el paseo de Ned Merill (Burt Lancaster) y la joven Julie Ann Hooper (Janet Landgard)).
A pesar del fracaso de la producción, “The Swimmer” puede verse hoy día como una espléndida película que nos habla del narcisismo, del descenso a los infiernos de un protagonista que es presentado en su esplendor durante las primeras escenas del filme. Alguien apreciado por sus convecinos, que se plantea volver a casa cruzando el condado a través de las piscinas de aquellos, a lo largo de un río que Merill bautiza como “Lucinda” en honor a su mujer. Road movie en la que iremos descubriendo, a través de su relación con los demás, que nada es lo que aparenta en la vida de Merrill: ni es amante esposo, ni padre ejemplar, ni acaudalado hombre de negocios. A medida que avanza el metraje, el espectador sufre sacudidas de conciencia, que debido a la magistral narración en primera persona, acaban enfrentándonos ante uno de los finales más crueles y lúcidos que uno recuerda.
Pianista y arreglista para cantantes de la talla de Liza Minelli, Marvin Hamlisch dio el salto al cine con este “The Swimmer”. Como el mismo narra, simplemente estuvo en el sitio adecuado y en el momento adecuado. Contratado para amenizar una fiesta en homenaje a Leonard Bernstein en casa de Spiegel, se enteró de la puesta en marcha del proyecto de Frank Perry. Leyó la novela de Cheever y compuso el tema central a piano en tres días. Fue a ver a Spiegel y éste acabó por contratarle. Simple y eficaz.
Lo cierto es que musicalmente, “The Swimmer” es una joya que bebe de las influencias del Bernstein de primeros de los sesenta. “Matar a un ruiseñor” y “Verano y humo”, están detrás de su onírico tema central de extrema belleza (las orquestaciones parten de la pareja Shuken y Hayes, colaboradores habituales en esa época de Elmer).
Presentado en los títulos de crédito iniciales (“Theme from The Swimmer”), un travelling donde asistimos a la presentación de animales que pueblan el bosque, el tema se asocia a la melancolía y nostalgia que desprende toda la película, al viaje de vuelta a casa que inicia Merill al zambullirse en la primera piscina tras los títulos (“Big Splash”), siendo utilizado por Hamlisch para mostrar el idílico amor que le profesa la joven Julie (“Two People”) en una versión delicada y evocadora, o vibrante y glamourosa cuando ambos nadan en la piscina (“Together”).
Junto a esta melodía, Hamlisch introduce el tema que define al propio Merrill (denominado por el compositor como tema del limbo, reflejando la situación en la que se encuentra el protagonista). Inicialmente mostrado bajo arreglos de jazz en el seductor “Easy Four” (que remite a las elegantes composiciones de su amigo Quincy Jones), se presenta idealizado en el delicioso “The Dive”, mostrando aún la confianza que Merrill siente de si mismo, pero que, a medida que nos adentramos en el viaje del protagonista, irá mostrando su desilusión, será el reflejo de su vida impostora, de su acceso a la locura a través de la mediocridad moral. Ambos temas principales se presentan en el magnífico “Hurdles”, vibrante creación en base a ritmos sincopados que se yuxtaponen y que dan una dimensión provocativa de la figura de la joven Julie, con un lascivo primer plano de sus ojos, mientras ambos saltan obstáculos en un centro de equitación.
Tras la introducción de un par de piezas diegéticas para la opulenta fiesta de los Biswanger (“Carnival”, “Lovely Hair”), donde Merrill es despechado y tildado de moroso, la confusión entre sueño y realidad, entre el Merrill noble y su antagonista lado egocéntrico, aflora en el encuentro con su ex amante Shirley (Janice Rule), presentado bajo los acordes de la semi-diegética melodía introducida en “Lovely Hair” (“Down the Steps”), que remite al lado seductor de Merrill. Descubrimos que el protagonista destrozó la vida de una mujer que le rechaza, situación que resuelve Hamlisch confrontando el deseo y narcisismo de Merrill, al utilizar el tema del nadador bajo acordes románticos (“You Loved It”), con la resistencia de Shirley que le expulsa de su vida definitivamente, presentando el tema del limbo como reflejo de un desorientado Merrill volviendo a su hogar (“On the Road”).
Merrill llega a su propiedad, enfrentándose a su destino, ante la cruel realidad que ha evitado movido por su ego. Hamlisch presenta los temas del nadador, del limbo y del seductor que acompañaba a “Lovely Hair”, entregando a la escena un significado emotivo, de gran calado dramático, provocando en el espectador sensación de rechazo, enfrentándonos, como el propio Merrill, a la mas terrible de las revelaciones (Closer to home/Home/Marcia Funebre”).
Finalmente y tras años de frustrante espera (sólo disponíamos del viejo vinilo con 28 minutos de score), FSM nos presenta en formato digital el score completo de una de las obras maestras de los 60, el arranque de la carrera de un autor tan interesante como poco reconocido, que a la postre nos legaría otra obra imperecedera iniciados los 80, “La decisión de Sophie”.
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