Pablo Nieto
”Lejos del Cielo” fue el último score compuesto por el Maestro Elmer Bernstein antes de su fallecimiento. Una partitura de suntuosa elegancia, y "añejo" clasicismo que bien podría haberla firmado para cualquier melodrama ambientado en los años 50 o 60.
La orquesta sustentada en las cuerdas y el piano, nos hace revivir el espíritu del Waxman de “Peyton Place” o el de Steiner de “A Summer Place”. Nos evoca las exquisitas bandas sonoras compuestas por Frank Skinner para los dramones de Douglas Sirk. Nos recuerda al Hugo Friedhofer de “Los Mejores Años de Nuestra Vida”. Traslada al propio Bernstein a sus años dorados, y hermana ”Lejos del Cielo” con esa Obra Maestra que es “Matar a un Ruiseñor”.
Es una pena, sin embargo, que el espíritu de la música no tenga justa correspondencia en cuanto a la calidad del film. Todd Haynes hace una recreación magnífica a nivel visual y artístico de la Norteamérica de los años 50, pero nos cuenta una historia que no aporta nada nuevo (el racismo, los amores prohibidos, la homosexualidad) y sobretodo con un sentido cansino y aburrido de la narración.
Julianne Moore cumple como modelo de mujer de la época: esposa leal, madre cariñosa y señora respetable, acostumbrada a callar y aguantar humillaciones, desplantes, y sobretodo a convivir con los secretos de su matrimonio. En este caso, la homosexualidad de su marido (correctamente interpretado por Dennis Quaid).
Al mismo tiempo, su pasión contenida, sus ganas de amar de verdad a un hombre (y como es lógico, de ser correspondida) se desbocan cuando conoce a un apuesto varón de raza negra (Dennis Haysbert) al que contrata como jardinero. Los cuchicheos y las críticas del resto de la comunidad, la lucha por recuperar al marido y sus escarceos amorosos con el jardinero, marcarán la trama de toda la película. Lineal a más no poder, y carente de fuerza narrativa.
Eso sí, la factura del film es impecable. Con una fotografía preciosista y decadente de Edward Lachman, donde los colores tienen vida propia, amoldándose al estado de ánimo de la protagonista. Algo que también consigue el vestuario de Sandy Powell.
Pero es sin lugar a dudas la música de Bernstein el punto fuerte de este film.
“Autumm in Connecticut” es el punto de partida del score. En el se presenta el hermoso tema central, primero a piano al que poco a poco se le irá uniendo la orquesta. Su presencia a lo largo de la partitura será constante, ya a modo de breves apuntes por medio de flauta o piano (“Remembrance”), o incluso con la propia orquesta dándole lustre como ocurre en “Party” o en “Beginnings”, adecuado epílogo musical para el film.
Las referencias a “Matar a un Ruiseñor” son a veces especialmente evidentes en cortes como “Turning Point”, donde a su vez escuchamos una preciosa versión intimista del tema central, o en “The Word”. Hay también momentos de gran melancolía, como “Mother Love”, “Evening Rest”, donde el piano y los cellos se complementan a la perfección, creando un efecto de gran belleza o “Revelation and Decisión”, de gran contención. Otros de un tono elegiaco como “More Pain”, potenciando el drama interno de los protagonistas. Un drama, convertido en perturbación en los oscuros “Transition”, “Stones” o “Psych”.
Los apuntes jazzísticos del score son continuos; así, tanto en “Walking Through Town” y “Prowl” encontramos perfectos ejemplos. Y cómo no, en dos cortes que actúan a modo de música diegética en el film, como son “Cathy and Raimond Dance” (con un sobresaliente saxo) y en "Miami", de ritmo salsero.
En general, estamos ante un score lleno de ricos matices musicales, con interpretaciones solistas fabulosas. Una banda sonora que capta a la perfección el espíritu de la protagonista, los sentimientos de la época y la ambientación temporal. La música es el otoño de la película, y el otoño de su compositor. Una de las pocas leyendas vivas de la banda sonora.
”Lejos del Cielo” le supuso a Elmer Bernstein sendas nominaciones a los Globos de Oro y al Oscar. En opinión de muchos, debería haberse alzado con al menos uno de estos galardones. Pero a estas alturas, el hombre que hizo “Los Siete Magníficos”, “La Gran Evasión”, “Hawai”, “Matar a un Ruiseñor” o “Los Diez Mandamientos” no necesita este tipo de reconocimientos. Bernstein ha sido, es y será uno de los mejores compositores que ha dado la música de cine. Un talento único e inimitable, que por justicia ya tiene su lugar reservado en el Olimpo de los Dioses de este noble arte.
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