Ignacio Garrido
El nombre de James Horner es ya para muchos, sinónimo de timo, desfachatez y falta de vergüenza. Pero para otros sigue siendo una institución dentro de la música de cine, ya no solo por su personalidad musical (eludiendo lo discutible de lo original y las fuentes de la misma) sino por el cuerpo y envoltorio que su música ofrece y complementa a cada film al que pone música, proceda ésta de donde proceda.
La historia que el film nos narra es la de Bobby Jones (interpretado para la ocasión por Jim Caviezel), un mítico jugador de golf que abandonó su fulgurante carrera deportiva de forma prematura. De este personaje ya habíamos oído hablar en otro film de temática deportiva y de superación personal como es ”La leyenda de Bagger Vance” que contaba allí con una excepcional partitura original de Rachel Portman, donde Bobby Jones aparecía como un carácter secundario más, aportando un toque de realismo histórico a la trama del golf que rodeaba al auténtico protagonista, otro genio del green caído en desgracia. Su vida y milagros se nos cuentan aquí incluyendo la localización colorista irlandesa de la que Horner echa mano para adornar la partitura en exceso y acabar estropeando gran parte de sus logros melódicos y orquestales.
Si bien es cierto que en otros tiempos, cada nuevo trabajo del compositor se esperaba con anhelo y ganas de descubrir nuevas sorpresas y maravillas, ahora se recibe en la mayor parte de las ocasiones como una nueva losa para sus coleccionistas en la que descubrir los más flagrantes plagios a obras anteriores, propias y ajenas (más bien lo segundo). Si además queremos entrar en el mundo de la música clásica para desacreditar al compositor, el nombre de Horner quedará entonces reducido indefectiblemente a la nada más absoluta (véase su trabajo de adaptación de las fuentes clásicas más diversas para “Troya”), pero dando ya por sentado todo lo expuesto con anterioridad, lo más amable y respetuoso para con el compositor y con nosotros mismos, como amantes incondicionales de la música de cine, es comentar sus nuevos trabajos como entidades propias y no entrando, más que en lo minimamente indispensable, en un interminable juego de referencias y refritos.
Así pues se puede decir de este “Bobby Jones” lo mismo que de muchos de otros discos suyos, que es agradable de escuchar, que posee algunos autoplagios exageradamente flagrantes e imperdonables (tema central de “Braveheart” nota por nota), que sin duda tiene un hermoso tema de amor (variación aunque no auto-plagio directo de "Princess Pleads for Wallace Life" también de “Braveheart”) y que aporta nuevos y destacables elementos de interés: un emocionante tema central americano, una juguetona y vibrante música irlandesa y el regusto a un acabado formal más trabajado y rico que de costumbre en su orquestación (guitarra española, fiddle, flautas étnicas) y un ramillete de nuevas melodías ("The First Lesson" o en especial el hermoso corte "End Credits"), que en su conjunto queda lamentablemente ensombrecido y deslucido por los mencionados plagios, que en trabajos como este, de notable calidad musical, resulta casi ridículo acometer dado lo absolutamente innecesario de los mismos, pues sin duda la partitura se podría haber sostenido por sus propios logros tanto en material temático como en riqueza melódica, sin echar mano de temas ya creados, de gran popularidad y calado en la memoria del aficionado (perteneciendo para más inri a una obra suya tan popular y reconocible como es ”Braveheart”). De no ser por ello, sin duda, sería una excelente banda sonora que lamentablemente se queda en correcta y agradable para seguidores, pero con escasos méritos más para otros aficionados menos condescendientes con el compositor.
La casa discográfica encargada en esta ocasión de la edición, es la archiconocida Varése Sarabande, que segura de lograr unas generosas ventas dado el reclamo popular del nombre de su compositor, se aventura a ofrecer más de 60 minutos de score, de nuevo excesivos para con la calidad de la composición, pero de agradecer dado lo asequible de su escucha y excelente presentación. Ahora bien, teniendo en cuenta que no se trata de una obra especialmente lúcida del autor, ¿por qué no dedicar similares esfuerzos en las ediciones de trabajos de otros autores que lo merecerían mucho más?. La respuesta por desgracia es tan evidente como los plagios de James Horner.
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