José-Vidal Rodriguez
Cuatro patosos sin oficio ni beneficio capitaneados por el histriónico Bill Murray. La dulzura de la otrora viril Sigourney ”Ripley” Weaver. Una ciudad de Nueva York conmocionada por los fenómenos paranormales que vienen acaeciendo desde hace tiempo. Y la siniestra presencia de un ente maléfico que amenaza con destruir a toda la población. Mezclamos todos estos ingredientes, agitamos bien y lo que nos queda es un cóctel argumental perfecto para rodar el megahit por excelencia de los 80, auténtico “rompetaquillas” dirigido por Ivan Reitman que daría origen a una secuela y una exitosa serie de dibujos animados, amén de las numerosas imitaciones de las que fue objeto a partir de su estreno.
Pero para lo que nos interesa, detrás del espectacular fenómeno popular de este ”Cazafantasmas”, se escondía una destacada banda sonora incidental que, como sucede tan frecuentemente en este tipo de filmes palomiteros, fue menospreciada hasta el punto de que transcurridos más de 20 años desde el estreno del filme, aún seguía pidiendo a gritos su publicación. Un compositor de la talla de Elmer Bernstein, en su sexta colaboración con Reitman, veía así como su score instrumental quedaba reducido a un par de temas en la edición discográfica lanzada en su momento, cediendo frente a aquella pléyade de canciones pop/rock lideradas por la conocidísima “Ghostbusters” de Ray Parker Jr.
Ante este panorama, los seguidores del maestro tuvimos que conformarnos con aquel bootleg de paupérrimo sonido que circulaba desde hacía algunos años en el mercado paralelo, y en el que además no se incluía ni de largo toda la música escuchada en la película. Hasta que llegó Varése para dar el “do” de pecho y rendir un merecido homenaje póstumo al maestro Bernstein, con la publicación íntegra de un trabajo ampliamente demandado por gran sector de aficionados. La edición, incluida en la sibarita modalidad del “Varése Club”, contiene la totalidad de la música escuchada en el filme, más tres bonus tracks de los cuáles los dos primeros consisten en versiones de temas grabados y descartados para el LP, y el último no es sino un corte alternativo a la cómica escena de los primeros escarceos de los protagonistas con los fantasmas.
No cabe duda que cuando Bernstein afrontó el presente encargo, nadie se atrevió a dudar de sus aptitudes para el género de la comedia ochentera, después de sus afortunadas incursiones en “Desmadre a la Americana”, “El Pelotón Chiflado” o “Aterriza Como Puedas” (otra de sus geniales partituras de humor que esperemos no siga por más tiempo inédita). Y al igual que en ellas, lo primero que sorprende de “Ghostbusters” es la seriedad de formas con la que el autor se acerca a la historia, al acudir a un rotundo sinfonismo casi siempre por encima de la ligereza de la trama. Es al fin y al cabo la continuación de un estilo posteriormente asumido por otros autores en filmes de similar temática (véase Maurice Jarre en “Top Secret” o Basil Poledouris en “Making The Grade”). Bernstein se confirmaba así como precursor en esta década del sinfonismo abrumador aplicado como un elemento bufonesco más, exagerando las formas musicales con el objetivo de enfatizar las dosis de absurdez y farsa que encierra la película.
Sobre estas premisas se asienta un álbum en el que se distinguen claramente dos tipos de texturas tonales. Por un lado, encontramos la música socarrona, representada por aquella simpática marcha del “Ghostbusters Theme”, de juguetón ritmo a piano, pizzicatos a cuerda cercanos al mickey-mousing y trompetas mudas en clave burlona; aproximación que también escucharemos, como tema central y trascendental que es, en las pistas ”Walk”, “Sign” o en tono ritmico en “We Got One!”, conformando precisamente el grueso de cortes con los que Bernstein consigue acentuar el halo de ridiculez de aquel cuarteto de calamitosos cazafantasmas.
Junto a esta impronta, Elmer enfrenta a modo de contrario musical una serie de temas de mayor violencia orquestal, místicos y aterradores, principalmente asociados a la maléfica presencia de Zool, el líder de aquel ejército de entes paranormales que asolan Nueva York. Son los cortes para los que el músico más notoriamente acude a aquella exageración sinfónica, en donde las orquestaciones se tornan complejas y feroces (”Attack”, “Ghosts!” “Dogs”, “Erathquake”, “Mashmallow Terror”); incluso por momentos, parece que Bernstein quisiera rendir un homenaje velado a las partituras de ciencia ficción de los 50, palpable sobre todo en los característicos stacattos al metal, aquellos efectos en vibrato incluidos, y por el protagonismo de ese peculiar instrumento al que tantas veces acudía el músico newyorkino: las Ondes Martenot interpretadas una vez más por Cynthia Millar.
Teniendo en cuenta la gran cantidad de canciones que se usaron en el filme, resulta hasta cierto punto lógico que Bernstein caiga en el topicazo -o simplemente, siga instrucciones- de introducir de vez en cuando ritmos pop de claro sabor años 80, en cortes más rutinarios y olvidables como el ”Ghostbusters!” (no me digan que no les recuerda al entrañable Mike Post del “Equipo A”), ”Judgement Day” o la versión del tema central escuchada en ”Get Her!”. Curiosamente, pese a los esfuerzos del compositor por amoldarse al dinamismo musical propio de 1984, varios de estos cortes serían finalmente sustituidos en el filme por las susodichas canciones, para desesperación de unBernstein nada ajeno por entonces a estos despropósitos hacia su trabajo.
Pero lejos de quedarse ahí, la partitura supone una rendición total a la técnica del leitmotiv, resultando que prácticamente todos los caracteres principales del filme tienen su reconocible instante musical. En este sentido, especialmente afortunado es el motivo melódico del personaje de Sigourney Weaver, desarrollado con suma elegancia por el ”Dana´s Theme”. Una frase de suma belleza (similar en ciertos aspectos al mítico “Tarna´s Theme” de “Heavy Metal”), de la que Bernstein se sentía especialmente orgulloso y que fue la única pieza orquestal editada en el primitivo LP, además del mencionado tema central. En ”I Respect You” la oiremos en tono jubiloso bajo una estructura de vals, mientras que el corte ”Finish” supone la rendición definitiva del autor a la emotividad de aquellas siete bellas notas.
Sorprende que un álbum tan esperado por el aficionado adopta una vez más la modalidad de “edición limitada” a 3000 copias. Un número exiguo a tenor de la gran demanda por hacerse con una partitura completa temáticamente hablando, ejemplo perfecto de que un compositor se hace grande a base de demostrar su versatilidad en todo tipo de géneros cinematográficos. No se la pierdan si llegan a tiempo de hacerse con una de aquél millar de copias.
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