José-Vidal Rodriguez
Si de una carrera atípica en el ámbito de la bandas sonoras hablamos, a muchos les vendrá a la cabeza el nombre del francés Eric Serra. Criado bajo las faldas del rey midas del cine galo Luc Besson, su curriculum hasta el momento le había hecho acreedor de un comprensible desprecio de buena parte de los aficionados, cuyo génesis bien podríamos situar en una de las partituras más estrepitosas de la pasada década de los 90 (y que además suponía su carta de presentación -si excluimos “Leon: El Profesional”- ante la industria de cine americana): me refiero a la vilipendiada “Goldeneye”.
Aunque Serra con posterioridad demostrara virtudes ocultas en ciertos fragmentos del “Quinto elemento” o su “Juana de Arco”, lo cierto es que sus habilidades para componer en el medio cinematográfico siempre han sido puestas en duda, la mayoría de las veces con razón. De hecho el estilo del galo, plano como pocos y demasiado ofuscado en experimentaciones electrónicas de escaso arraigo visual, parecía no tener cabida fuera de la peculiar imaginaría que le suele brindar su mecenas Luc Besson, más ocupado ahora en escribir y producir para otros.
Precisamente el cineasta es el responsable del guión de ”Bandidas”, una especie de revisión de la mítica “Dos hombres y un destino” adaptada a la feminidad del dúo de actrices latinas de moda en Hollywood, Salma Hayek y nuestra Penélope Cruz.
Pero antes de que el lector se rasgue las vestiduras viendo a Eric Serra detrás de un género tan alejado de su impronta como es el western, he de comenzar el análisis de su banda sonora afirmando que estamos ante un trabajo en términos generales correcto, bastante más atinado de lo que cabría esperar. No en vano, aún cayendo por momentos en errores similares a los de aquél “Goldeneye”, la obra vislumbra un atisbo de “reciclaje sonoro” de un autor que quizás ahora acabe por ganarse el respeto que muchos -entre los que me incluyo- le habíamos negado durante años.
Sorpresa es la palabra exacta para definir el score de “Bandidas”: no sólo por atender a una parcial transformación del parisino, no ya por redescubrirle como un tanto más cercano al músico de cine al uso, sino que también sorprende comprobar su grado de compromiso con respecto a una historia y un género no precisamente fáciles, que le han hecho ahondar en registros más melódicos y por ende sugerentes a oídos del aficionado.
Sin abandonar ciertos tópicos que han caracterizado tradicionalmente su música (la omnipresente electrónica experimental, su especial gusto por la improvisación), Serra escribe un encargo sobrio al igual que impregnado de un desenfado sonoro palpable durante buena parte del álbum. Más que nunca resulta patente cómo un compositor rinde mejor cuanto más se identifica y disfruta con la temática del filme; en este sentido, parece obvio que el francés se mueve a gusto en su acercamiento a sonidos latinos y a ese tipo de música fronteriza con tintes pseudo-heroicos inédita en su filmografía. Algo que, muy al contrario, no ocurría por ejemplo en su anterior “Juana de Arco”, en donde Serra se perdía sin remedio en intencionalidades épicas cuyas pretensiones sobrepasaban con mucho las limitaciones del autor.
La jovialidad de la que hace gala aquí le lleva a componer por una vez un tema central retentivo (”Las Bandidas”), verdadero “himno” a las correrías del dúo de forajidas que no obstante se ve perjudicado por las molestas mezclas electrónicas que llegan a solapar su trasfondo sinfónico.
Como complemento a este arranque de dinámicos aires latinos, Serra incide en el costumbrismo mejicano (“Traperas”, “Adious”, “Salma y Maria”) con la orquestación lógica de guitarras acústicas, trompetas ("Solmo“) y un incesante bajo morriconiano que hará acto de aparición en la práctica totalidad de la partitura.
No faltan tampoco los instantes de música diegética típica del Oeste, con ese agradable "Marijo en el Saloon” interpretado por lo que parece ser una pianola sampleada. Incluso el francés es capaz de marcarse dos radiantes temas a cuerdas de lo mejor que le hemos oído (“Los Peones de la Iglesia” y "Viva Mejico”), así como varias piezas en donde la música introspectiva es tratada con una elegancia prácticamente desconocida en Serra (”You Killed My Father”, “Leyenda y Muerte”).
Por contra, junto a este grueso de piezas que conforman la parte verdaderamente sorprendente del score, el compositor nos ofrece su cara menos amable y más previsible, estropeando la nota final del trabajo en lo referente a los temas más netamente ambientales. Cortes como "Novios en el Banco”, “Prelio” o ”Robodos” contienen esos fragmentos ya habituales en el autor en los que acude exclusivamente a los teclados, creando atonalidades y efectismos sonoros francamente anodinos y rutinarios, que dudo incluso de su efectividad en el contexto del filme. Son la muestra clara de que el francés arrastra serios lastres de construcción armónica allí en donde las escenas le otorgan menos libertad descriptiva y precisan de mayor sincronía visual.
Es una lastima, porque la primera media hora de álbum nos había levantado unas expectativas que tan sólo se cumplen a medias, vistas la tibieza y el desacierto con que se resuelven aquellos instantes de la película.
Siendo cierto que Serra hierra en esta aproximación a la incidentalidad, como también lo es el hecho de que aún apostando por mayor melodía, sus leitmotivs resultan todavía un tanto básicos y facilones (caso claro del tema central a tres notas), todo ello le seguiría confirmando en su carácter de músico vanguardista y autodidacta antes que cinematográfico. Pero con todo, las innegables virtudes de la partitura logran por una vez disimular esos defectos que mucho me temo continuará arrastrando el compositor galo, pero que en esta ocasión no son óbice para reconocer la indiscutible corrección artística de su score. Esperemos que “Bandidas” sea el inicio del cambio.
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