Ignacio Garrido
La vida cinematográfica de Georges Delerue se verá siempre unida al trabajo con Francois Truffaut, como el director con el que mayor popularidad alcanzó su unión audiovisual y el reconocimiento de ser un binomio especialmente lúcido en cuanto a intenciones emocionales que traspasaban la pantalla. Tanto con su lirismo y romanticismo desbordante en los amores de juventud, como en la intensidad desgarradora y lacerante de las pasiones más obsesivas y destructivas o el puro joie de vivre en la celebración y exaltación de los sentimientos más coloristas y puros, Delerue le ofreció a Truffaut ese alter ego musical poliédrico y heterogéneo con el que sorprende descubrir nuevamente, en un recorrido recopilatorio como el que nos ocupa, la gran variedad estilística del compositor y la maestría técnica para el cambio de registro sin pérdida de entidad, calidad o personalidad musical. Ni un ápice por parte de un autor, sin duda, llamado a perdurar en los anales de la historia de la música del siglo XX.
Se suelen hacer menciones muy claras entre uniones/colaboraciones de músicos y directores que se cuentan entre lo más granado de la historia del cine, destacando siempre entre ellas a Herrmann y Hitchcock, a Williams y Spielberg, Mancini y Edwards o Jarre y Lean, pero sin querer obviar las muchas más que aquí podrían mencionarse, sin duda la de Delerue con Truffaut merece por méritos propios encontrarse entre las más importantes y probablemente no por haber logrado con ninguno de los films conjuntos una obra maestra musical especialmente destacable, sino por haber ayudado a múltiples obras maestras cinematográficas a encontrar un sonido, un alma musical sentida y profunda, ya sea desde la sencillez del jazz con base de piano, a la festividad exultante de las marchas más festivas o la épica clasicista de la celebración del cine. Sin duda el hueco que Truffaut reservaba en sus películas para la voz de Delerue fue vital para completar la maestría de las imágenes que todavía permanecen en el aficionado.
Nada menos que once films representan la suma de las películas en las que compositor y cineasta participaron juntos, ofreciendo resultados soberbios en la mayoría de las ocasiones y obras imperecederas cinematográficas en los mejores casos.
El inicio de la colaboración en 1960 con “Disparen sobre la pianista”, se presenta sobrio, mayoritariamente diegético en el empleo de su música, pero elegante y melódico en temas tan pegadizos y vivarachos como “L´Arbois”. Basado en la intervención de solistas, flauta, piano, acordeón, etc... y rítmicamente punteadas las melodías siempre por una pequeña sección percusiva de jazz (la que acompaña al pianista), la partitura marca un sobrio y prometedor inicio en la carrera conjunta de ambos genios. Cuatro cortes son la selección representativa de este trabajo.
En 1962 llegaría todo un icono de la nouvelle vage con “Jules et Jim”, un film desbordantemente romántico que contaría con un inolvidable trabajo de Delerue, lírico y preciosista que mezcla lo festivo de su tema inicial con lo melancólico de sus melodías más contemplativas y bucólicas. La suite incluida de siete minutos y medio es una magnifica selección, de una banda sonora que no obstante ya se encontraba editada de forma mucho más amplia en un CD de la casa Prometheus.
El mismo año 1962 volverían a trabajar juntos en “El amor a los veinte años”, una especie de continuación menos apasionada de las líneas argumentales básicas de “Jules et Jim”. De este trabajo quizás más sentido y profundo a nivel musical que su predecesor, solo se incluye su maravilloso tema central, una melodía desarrollada a modo de vals decadente con cierto poso de tristeza.
Para “La piel suave” de 1964, Delerue daría plena muestra de su intimismo trágico desarrollando una partitura dramática, intensa, oscura, con melodías trágicas para viento e intensos momentos de suspense para cuerda. La suite seleccionada para la ocasión de más de siete minutos, incluye un pasaje rítmico que recordara a más de uno al mejor Goldsmith de los 60 y 70. Finalmente la coda para cuerda que cierra la selección es digna de mención, pues es sin duda uno de esos momentos sobrecogedores que Delerue bordaba con maestría.
En 1971, para “Las dos inglesas y el continente”, Delerue comenzaba a estilizar la construcción de sus melodías y la intensidad emocional que en ellas descargaba, lo que acabaría culminando en su época americana en las obras maestras que todos conocemos. Por ello que los dos temas que aquí se recogen sean un maravilloso botón de muestra de lo que estaba por llegar. El primer tema una preciosa melodía desarrollada para piano y el segundo un nuevo tema para clavicordio más hermoso y delicado si cabe que el anterior donde el acompañamiento de cuerda envolvente redondea una pieza fascinante, como tantas que el maestro Delerue nos regalaría.
Para el año siguiente 1972 con “Una chica tan decente como yo”, Delerue buscaría un acompañamiento musical más ligero y desenfadado que se puede apreciar sin problemas en su tema central, uno de los dos incluidos de esta película en el recopilatorio, para banjo y con melodía pegadiza y colorista de atisbos casi cómicos. Igualmente el otro corte se inicia a modo de scherzo paródico para dar paso a un fragmento de tensión y enorme dramatismo con el que se cierra el tema.
En 1973 llegaría una pieza clásica de Delerue y film clave en la colaboración conjunta con Truffaut, “La noche americana”, cuya partitura y más especialmente su tema central es ya mítico dentro del mundillo de la banda sonora. No en vano la selección de dicho trabajo es de cinco cortes y su duración la más amplia de todo el compacto. Con aires barrocos y clasicistas para la ilustración del mundo del cine y modernos pasajes con aires jazzisticos y diegéticos (acordeón de nuevo) para la descripción de los personajes, Delerue configura una obra emotiva y variada realmente destacable, cuyos mejores momentos acaban siendo los gloriosos pasajes barrocos dedicados al amor al cine que tanto profesaba Truffaut, al que Delerue parece estar componiendo en realidad esta maravillosa pieza.
En 1979 llegaría “El amor en fuga”, una cálida partitura romántica, de la que aquí se nos ofrece una suite donde se desarrollan un par de temas sencillos y sentidos, de enorme sensibilidad y que sin duda darán muestras al oyente atento de cómo la fibra sentimental de Delerue estaba achacando cambios evidentes, estilizándose y acercándose cada vez más a una sutileza cercana a la perfección. Una pieza realmente hermosa que encandilará al oído más exigente.
Para “El último metro”, en 1980, el drama y el suspense se mezclan con la esperanza y algo de comedia en su ecléctico apartado musical. Se incluyen tres cortes de dicha banda sonora donde entre momentos desenfadados, pasajes jazzisticos o un final colorista y optimista de bellísima melodía, podemos apreciar todo el talento del compositor en su mejor época.
Quizás fuese para “La mujer de al lado” de 1981 donde Delerue dio las muestras de mayor fuerza dramática para el director francés y también para desgarrar al oyente con los elementos musicales más sencillos y convertidos, con el paso del tiempo, indefectiblemente en uno de sus auténticos sellos de identidad. La intensidad musical de la cuerda de Delerue es innegablemente uno de los puntos fuertes de su autor y para esta historia de amor obsesivo nada mejor que llevar este recurso al límite, ilustrando de forma lacerante y asfixiante los sentimientos más profundos que se pueden alcanzar con una melodía que no encuentra una coda liberadora mientras crece y crece, cada vez más intensa, más doliente, dramática y trágica, hasta que de repente acaba. Una pieza que por si sola justifica el disco entero, pese a que dicha banda sonora contase igualmente con una edición integra bajo un sello japonés.
En su última película conjunta “Vivamente el Domingo” de 1983, ambos autores buscaron expresar esa autentica alegría que impregnó buena parte de sus filmografías y que aquí Delerue logra con una maravillosa melodía principal. Después retoma el dramatismo más sentido y conmovedor en el segundo corte recogido de esta banda sonora y último de la selección para este CD. Una partitura magnífica que cierra como auténtico broche de oro una colaboración conjunta irrepetible y un disco soberbio, ya no solo por la indudable calidad musical que se muestra en cada banda sonora mencionada, sino como magnífico recorrido que nos muestra la evolución de un compositor excelente ya desde sus inicios, que creció y se perfeccionó como uno de los más grandes creadores de la música más hermosa y sentida de la historia del cine.
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