Miguel Ángel Ordóñez
Decimosexto largometraje en la carrera del director manchego Pedro Almodóvar, poseedor de una filmografía tan insólita como atractiva, tan personal e intransferible que le han convertido en el autor español mas reconocido y reconocible mas allá de nuestras fronteras, donde quizás se aprecie con mayor entusiasmo su particular lenguaje fílmico. Ya se sabe, pocos son profetas en su tierra y Almodóvar gozó de gran predicamento con sus tempranos filmes (especialmente “¿Qué he hecho yo para merecer esto?, “La ley del deseo” y “Mujeres al borde del ataque de nervios”), hasta que la repetición de esquemas, su poco disimulado manierismo y la tendencia a la gravedad de su cine le hicieron perder mas de un adepto.
Dentro de esa rica filmografía, el apartado musical ha pasado de los toscos inicios junto a Bonezzi, a los ejercicios de estilo imperfectos de grandes nombres internacionales como Morricone o Sakamoto, hasta el nombre que mejor ha sabido entender el universo de este autor, Alberto Iglesias.
“Volver” supone la sexta colaboración entre el donostiarra y el manchego, una relación fructífera que ha ido quemando etapas, progresando según el cine de Almodóvar se ha ido alejando de los espacios cerrados, proponiendo un viaje hacia la luz para tratar temas desgarradores y dolorosos, como único método para encontrar la salvación.
Frente a ese cine de cámara que proponía Bergman, muy presente en “La flor de mi secreto” con una música que nos hablaba del dolor con gran economía de medios y el tono sombrío y de suspense, música para almas en busca de redención, que subyacía en “Carne trémula”, el cine y el sonido en “Todo sobre mi madre” se distanciaba de los personajes, buscando Iglesias envolver artificialmente con un jazz cálido a unos personajes de apariencia fría y de interior convulso. Por eso, ese alejamiento de la introspección alcanzaba sus mejores logros en la magnífica partitura compuesta para “Hable con ella”, donde Iglesias se acerca al ideal de belleza con emoción y nostalgia, sin huir de la tragedia enfermiza para descansar sus propuestas sobre miradas de gran intensidad dramática. Frente a la serenidad, “La mala educación” exploraba de manera convulsa, utilizando un mayor color orquestal, el lenguaje de dobles lecturas, música que parte de la maldad, del pecado, para alcanzar el perdón a través de la mística y la religión.
Con “Volver”, Almodóvar regresa al tema de la muerte, al recuerdo de la madre, a la evocación de su infancia, a la convivencia de los vivos y los muertos tan asumida en los pueblos de la España de provincias, a los fantasmas del pasado. Con ello, algunos han entendido que Iglesias daba un paso atrás al alejarse de las grandes texturas orquestales que asomaban en sus dos anteriores trabajos, cuando en realidad la involución parte de la propia película, nueva vuelta al cine de cámara, mas introspectivo que el anterior, mas personal, mas autobiográfico.
Como es habitual en la música para cine de Iglesias, la búsqueda de una textura homogénea funciona como signo identificador de la película, tanto de la forma como del contenido de la historia, alejándose del concepto tradicional de leitmotiv. “Volver” parte de una urgencia rítmica, de un nerviosismo acentuado por la cuerda (“Las vecinas”, “Títulos”), interaccionando las acciones de los personajes con las no acciones, el interior y el exterior que los condiciona, con un particular aire de suspense que asocia Iglesias a la muerte y donde emergen elementos fantasmagóricos, la presencia dual de lo etéreo y lo corpóreo (“Arrastran el cadáver”, “Paco congelado”, “La bicicleta estática”). Un paisaje puramente manchego, español, repleto de signos identificadores (guitarras, un cierto aire circunspecto de pasodoble) pero transfigurado en algo sensual que apela a la imaginación (“Irene y Agustina”, “Se aparece + trabajo”).
Quizás la composición mas abstracta de las realizadas por Iglesias para Almodóvar, donde parece querer transitar terrenos propios del impresionismo, puesto que agrupa sonidos independientes que al superponerse pierden su individualidad, produciendo el efecto de impresión poética, consiguiendo un raro efecto de belleza sensual, de estatismo en su lento fluir de emociones. Frente al melodismo imperante en el cine de Almodóvar (presente especialmente en este “Volver” con “El polvo del tractor”), Iglesias pretende en esta ocasión que la música más que contar acompañe, más que describir sugiera, más que interpretar emociones se agazape en el inconsciente de los personajes para fluir finalmente como reflejo de la desaparición implacable de todo lo que está vivo.
|