Pablo Nieto
La historia de Timothy Treadwell conmocionó a medio mundo cuando salió a la luz. Primero camarero y actor ocasional, luego ex –alcohólico y activista naturista, Treadwell pasó catorce veranos conviviendo entre osos grizzly en una reserva de Alaska. Una experiencia recogida por el mismo en su cámara de video a lo largo de más de cien horas de grabaciones caseras. Sin embargo, esta idílica relación se truncó en el verano de 2003. Él y su novia Amie Huguenard aparecieron muertos en su campamento, uno de sus “amigos” les había devorado. Muchas fueron las preguntas que surgieron a este respecto. ¿Qué era lo que buscaba realmente Treadwell? ¿Era un loco o su iniciativa debía servir de ejemplo? ¿Qué es lo que buscaba realmente en su relación con esas bestias?
Estas mismas interrogantes, fueron las que llevaron al mítico director alemán Werner Herzog a rodar un documental sobre esta experiencia humana fascinante. Un documental, donde reconstruye la vida de Treadwell a base de entrevistas con sus familiares, y sobretodo tomando como referencia las grabaciones que él mismo hizo.
“Grizzly Man” es una oda a la libertad, pero también un aviso para intrépidos aventureros incapaces de discernir donde acaba y empieza el peligro.
El veterano y legendario guitarrista Richard Thompson, fundador de Fairport Convention, es el encargado de aportar el punto de vista musical de la historia. Parece que 2006 es el año de la guitarra, y el espíritu folk-country. Ejemplos tenemos varios: “Elizabethtown”, “North Country”, “Brokeback Mountain”… aunque no olvidemos otros scores, más centrados en el campo new age como “Misterious Skin” o “Crash”.
“Grizzly Man” es un poco de todo. Un trabajo que aparte de crear una atmósfera hipnótica de aparente paz, no rechaza “bajar” a la tierra para identificar el estrecho vínculo que se establece entre dos fuerzas de la naturaleza tan devastadoras (el hombre y el oso). Ya en los “Main Title” se sientan las bases de lo que será el resto del score, con un apreciable solo de guitarra eléctrica, arropado por una pequeña base rítmica y puntual apoyo de cuerdas.
La ausencia de un leit motiv claramente identificable, no afecta en absoluto a la uniformidad de la música. La ausencia de esa línea melódica que une, se suple creando un cuerpo musical donde cada track comparte ideas y espíritu.
No es que sea un trabajo especialmente memorable, de hecho ya empieza a cansar un poco este estilo de bandas sonoras. Sin embargo, es un trabajo que a nadie debe molestar ni en su escucha aislada, ni por supuesto acompañando a las imágenes de este premiado documental.
Volviendo al comentario de la generosa edición de Cooking Vinyl, de más de una hora de duración, debemos quedarnos con interesantes cortes como el rítmico “Foxes”, la sensación de paz y reposo que emana de “Glencoe” más reposada, los cellos de “Parents”, y los acústicos y atmosféricos “Treadwell No More” y “Streamwalk”.
Más incidental se muestra Thompson en “Bear Fight” (con los cellos imitando el sonido de los osos al gruñir), “Corona for Mr. Chocolate” especialmente disonante o “That´s My Story”, con la voz de Tim Treadwell de fondo.
El disco concluye con la sugerente voz country de Don Edwards para “Coyotes”. Interesante combinación, coyotes y osos. De la ecuación sólo sobraba el hombre. Treadwell tardó en comprenderlo, y cuando lo hizo ya había sido devorado.
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