Miguel Ángel Ordóñez
La fantasía y la aventura clásica forman parte integrada del imaginario cinematográfico popular gracias al esfuerzo de tres grandes productores-directores: Cecil B. De Mille, George Pal e Irwin Allen. Este último, iniciado a principio de los 50 en el documental con “The Sea Around Us” (1952 -ganador del Oscar) al que seguiría “The Animal World” (1956), no sería hasta el albur de los 60 cuando saltara a la fama al rodar su trilogía fantástica (“El mundo perdido” (1960), “Viaje al fondo del mar” (1961) y “Cinco semanas en globo” (1962)), para convertirse años mas tarde en referente del género gracias a su contribución al mundo televisivo con series como “Perdidos en el espacio”, “Tierra de gigantes” o la propia “Viaje al fondo del mar”. Durante los setenta su nombre fue asociado a los filmes de catástrofes, con éxitos tan clamorosos como “La aventura del Poseidón”, “El coloso en llamas” o “Terremoto”.
Para el aficionado a la música de cine, Irwin Allen quedará siempre ligado a la figura de John Williams y a sus mastodónticos scores de los 70. Síntoma de la frágil memoria y el tenue olvido al que han sido condenados grandes compositores que trabajaron durante la edad de oro de los 40 y 50, verdaderos artesanos que pusieron su talento al servicio de un objetivo superior: la imagen. Es posible pues, que nadie recuerde el nombre de Paul Sawtell, el colaborador musical por excelencia de Allen, al que una repentina muerte en 1970 privó de participar en esos proyectos por los que al fin y al cabo Irwin paso a la Historia.
Paul Sawtell nació a principios de siglo en Polonia, emigrando pronto a Alemania, donde cursaría estudios en el Conservatorio de Munich. A la edad de 17 años se desplazó, junto a su familia, a los Estados Unidos donde comenzó una sorda labor en el mundo del cine conduciendo música para películas mudas. Su entrada en la RKO, arreglando trabajos para el género de terror de Hans J. Salter y Frank Skinner, le supuso el paso definitivo a la composición dentro de esta productora, a la que seguirían proyectos en la Republic y la Universal. En 1952 inicia su relación con Allen en el documental “The Sea Around Us”, a la que seguirían “The Animal World” y el primer largometraje de éste, “La Historia de la Humanidad”. Precisamente tras el rodaje de este film, Sawtell comenzará su asociación con el compositor Bert Shefter.
Nacido en Rusia, Bert Shefter emigra a los Estados Unidos al año de edad. Allí estudia composición, formando una pareja de pianistas famosa en los años 30 con el compositor Morton Gould. Su discreto paso al cine iniciados los 50, tendrá como punto de inflexión el encuentro con Sawtell mientras toca el piano en un espectáculo del Royal Nevada Hotel de Las Vegas. Paul le propone formar pareja cinematográfica e inician su relación con “The Black Scorpion” en 1957. A estos seguirían innumerables títulos dentro del género de la ciencia ficción y el terror como “Kronos”, “She-Devil”, “El terror del mas allá” y la famosa trilogía de “La mosca”, cuya última entrega se encargaría de componer en solitario por una enfermedad de Sawtell.
Pero es sin duda con Allen cuando el trabajo de la pareja alcanzará cierta notoriedad. La simbiosis de ambos compositores era sorprendente. Sawtell era capaz de componer un minuto de una escena que duraba el doble y Shefter retomar el trabajo sin poder aseverarse qué parte pertenecía a quién. ¿Ventajas?. Todas. La importancia de la pareja en filmes de segunda fila se cimentaba en el abaratamiento de costes y en la celeridad del trabajo hecho. Mientras un compositor normal escribía unos tres minutos de música al día, la pareja alargaba la cifra a diez minutos diarios, pudiendo entregar scores completos en el tiempo de una semana.
Basada en la novela de Arthur Conan Doyle, “The Lost World” narra las peripecias de una expedición capitaneada por el huraño profesor Challenger (un irreconocible Claude Rains) a un mundo perdido repleto de dinosaurios y nativos salvajes en la selva amazónica. El mítico Willis O´Brien repetía experiencia en el diseño de los efectos especiales tras haber participado en la primera realización cinematográfica de la obra de Conan Doyle en 1925.
El score continua fielmente las bases establecidas en las producciones de un género revitalizado en los 50: orquestaciones bizarras, figuras descendentes en las trompas, poderoso empleo del metal, arpegios al arpa e introducción de figuras etéreas y atmosféricas. Un trabajo ligado milimétricamente a las imágenes que vive también de momentos melódicos de alto voltaje. La capacidad melódica de Sawtell en el manejo de los violines (el compositor era un virtuoso violinista) da como resultado un tema central (al que podemos denominar de la aventura) de gran inspiración clásica que se introduce durante el “Main Title” y obtiene bellísimas rendiciones en pasajes como “Journey By Air” y “Prehistoric Vegetables”.
Frente a esta elegante muestra de lirismo épico, el dúo juega durante los primeros cortes de la edición con la introducción de una sutil comicidad en la aparición de marchas ceremoniosas (“The Press”) y divertidas figuras en las maderas (“The Institute”).
Desde el momento en que la expedición accede al mundo perdido, la partitura adquiere trayectorias que forman parte de la tradición aplicada al género de la ciencia ficción. Siempre como desarrollo de las escenas (la pareja odiaba adelantar las situaciones de suspense con la introducción de notas premonitorias), la aparición de sugerentes efectos al metal y la percusión expresan la sensación de urgencia y pavor (“The Wreckage” o el magnífico “Prehistoric Survival- Part I”).
Por otro lado, Sawtell y Shefter juegan con la aparición de elementos etéreos entregados a una voz femenina sobre arpa y trémolos a la cuerda, aportando esa dosis de misterio hacia lo desconocido apropiado a los fines de Allen (“The Diary; A Strange Night”, “Graveyard of the Damned”).
No podemos pasar por alto la contribución con música adicional de los orquestadores Howard Jackson y el memorable Sidney Cutner (“La vuelta al mundo en ochenta días”, “Los mejores años de nuestra vida”). El primero logrando rotundos momentos entregados a una primitiva percusión durante el corte “The Tentacles” y el segundo reforzando el caos en las fases mas enérgicas y disonantes del score con “Lava Pit” o “Cannibals Burn”.
Un inspirado trabajo que nos rescata el nombre de dos artesanos de primera categoría. Iniciativa a alabar por parte de Intrada (añadamos las ediciones de partituras de la pareja por parte de Percepto y FSM), en un año interesante al que se suman trabajos inéditos de Leigh Harline y la recuperación, por parte de Film Score Monthly, de los scores de Russell Garcia para George Pal. Compositores todos ellos de primera fila en películas de limitada proyección.
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