Pablo Nieto
Opera prima de Mel Gibson en la que nos cuenta una sencilla pero mágica historia de amistad entre un niño y un hombre desfigurado. El primero aprenderá el arte del conocimiento, el placer del estudio… el segundo a olvidar un atormentado pasado, y a volver a valorar la vida a través de la amistad.
Sin duda, un film reivindicable, que además posee un magnífico acompañamiento musical a cargo de un James Horner que en 1993 atravesó uno de esos años de gran actividad profesional, llegando a componer más de diez scores con desiguales resultados, eso si. A obras tan irregulares como “Bopha” o “House of Cards” se le unirían partituras coetáneas que han quedado retenidas en el subconsciente de todo buen aficionado al autor californiano, tales como “En Busca de Bobby Fischer”, las magistrales incursiones en el campo de la animación “Once Upon A Forest” y “We´re back!…A Dinosaur´s Story”, o desde luego la que nos ocupa.
Y es que, “El Hombre sin Rostro” es uno de sus scores intimistas más apreciados y reconocidos. Un trabajo construido en torno a un elegíaco tema central, de melodía triste y sincera, al que Horner recurrirá constantemente durante todo el film. Un tema interpretado con virtuosismo por la London Symphony Orchestra, con inolvidable utilización de la cuerda, perfectamente secundada por oboe, piano y guitarra como instrumentación básica a la que recurre James en este score.
El tema será presentado en el primer corte del film “A Father Legacy”, aunque conviene destacar las preciosas versiones de “Chuck´s First Lesson” (con predominio del piano en su arranque), “The Merchant of Venice”, y por supuesto el habitual epílogo horneriano de los créditos finales (“Lookout Point / End Credits”), de casi ocho minutos de duración, y en el que se nos introduce una interesante y vitalista variación del tema central, desarrollando una nueva línea melódica que eleva, todavía más, la calidad de este atractivo finale.
Las intenciones de Horner con esta partitura son muy claras desde las primeras notas de la misma: la búsqueda de un uniformidad sonora acorde con el espíritu solitario y compleja personalidad de los protagonistas. Esto provoca que en algunos pasajes, estemos ante un trabajo en cierto modo algo monótono. Aún así, esta tendencia se ve alterada gracias a cortes como “Flying”, un divertido pasaje con una melodía que entronca con el juguetón tema central de “Sneakers”, y también al romanticismo de “McLeod´s Last Letter”.
“El Hombre sin Rostro”, es una de esas bandas sonoras que nunca defraudan si lo que se busca es un remanso de paz y relax musical. Sin embargo, más allá de estas consideraciones auditivas, es un score que se adapta como un guante al film. Un trabajo destacado en la filmografía de un autor que ya ha demostrado con creces su sensibilidad e indudable habilidad para afrontar tramas intimistas y salir más que airoso musicalmente de ellas.
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