Pablo Nieto
El 15 de noviembre de 1959, Truman Capote era toda una celebridad en los Estados Unidos gracias a su libro “Desayuno con diamantes”, sin embargo el joven periodista estaba a punto de adentrarse en la experiencia de su vida.
Había llegado a sus oídos la historia del asesinato de cuatro miembros de una misma familia en el estado de Kansas… y quería escribir un libro tomando esos hechos como referencia. Así, tras convencer el editor de su periódico, The New Yorker, comenzó a investigar el caso. Primero hablando con los asesinos, ya detenidos, y poco a poco descubriendo cuanto se parecía a uno de los asesinos: Perry Smith… y de la enorme atracción que sentía por él.
Dirigida por el debutante Bennet Miller, y magistralmente interpretada por Philip Seymour Hoffman, “Capote” nos muestra la personalidad de uno de los grandes escritores del pasado siglo, buscando el contraste entre lo que aparenta ser, y lo que realmente es: una persona atormentada por sus prejuicios, sobrepasada por su ego, y vitalmente frustrada por una homosexualidad siempre latente.
Seis años tardó en escribir su última obra maestra: “A sangre fría”. Un libro unido a su experiencia vital, a su identificación con los asesinos (“Es como si Perry y yo hubiéramos crecido en la misma casa, y un día él hubiera salido por la puerta de atrás, y yo por la de adelante", dijo Capote sobre Perry Smith), y sobre todo cuyo desarrollo estuvo en todo momento condicionado por el devenir de estos. El libro no termina hasta que estos son ejecutados.
Tras “A sangre fría” comenzó a derrumbarse y su salud física y mental empeoraron hasta su muerte en 1984. "Escribir el libro no fue tan difícil como tener que vivir con él".
Musicalmente hablando, nos encontramos con un score con sello propio, el de Michael Danna. Un trabajo que que el propio Danna describe en la entrevista concedida en exclusiva a Scoremagacine:
“El score gira en torno al mundo interior de Truman Capote. Se trata de poner música a su vacío más interno. El vacío que tu ves reflejado en el paisaje y en la apagada tonalidad de la fotografía del film, es también reflejado por medio del score, a través de una música estática y algo fría. Su rica y famosa vida social es lo que en principio parece que se nos enseña, pero esta película trata en realidad sobre el mundo interno de Capote. Tiene una lecturas muy interesantes”.
Sin duda, un planteamiento musical que tiene en Danna a uno de los mejores exponentes de la actualidad. Trabajos como “Shattered Glass”, “Antwone Fisher”, “Inocencia Interrumpida” o incluso “8mm”, son ecos musicales del mundo interior de los protagonistas de estos films. Scores de personas, de emociones, no de realidades.
Muchos verán en “Capote”, una serie de referencias sonoras, instrumentales e incluso melódicos a algunos de estos films… pero sólo a simple vista. El estilo de Danna, su música es tan particular, tiene tantos matices que a veces lo aparentemente simple presenta una complejidad difícilmente de ser alcanzada. Es cierto, que esto puede afectar a la originalidad de la obra, pero en ningún caso resta efectividad.
El score de “Capote”, se construye en torno a cuidadas y frágiles melodías, presentadas por medio de solos de piano, violín o viola, con una omnipresente atmósfera algo disonante y etérea. Un trabajo lineal y que parece querer pasar desapercibido, cosa que consigue, salvo por los hermosos solos de piano desarrollando el, por llamarlo de alguna manera, tema central del film, y que podemos escuchar en “Epigraph” o “Answered Prayers”.
Desgraciadamente, la edición discográfica de este trabajo se centra más en potenciar la voz de Capote que la música de Danna. Decisión que respetamos, pero que no compartimos. El hecho de que el 90 % de la banda sonora esté constituida por fragmentos leídos por el propio Truman Capote de su novela “A sangre fría”. Volvemos pues a los peores tiempos de “Hannibal” o “Las cenizas de Ángela” (y ya que nos ponemos por la aberración de “En el estanque dorado”, destrozando una de las mejores bandas sonoras de la historia, compuesta por Dave Grusin).
En total apenas 15 minutos de score en sentido estricto editado. En resumen: un nuevo ejemplo de la “enorme importancia” que algunas discográficas dan a la música de cine.
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