Pablo Nieto
En el año 1997, Hollywood era un hervidero de activismo anti-chino y pro-tibetano. Con películas como “Kundun” o “Siete Años en el Tibet” como adalides de la causa, y con Richard Gere, íntimo amigo del Dalai Lama, como cabeza visible y portavoz del movimiento. Lo único que le quedaba a Richard por hacer era aportar su granito de arena cinematográfico, y es ahí donde aparece “El Laberinto Rojo”. La historia Jack Moore un brillante abogado que trabaja para una gran corporación norteamericana, como negociador, y que es enviado a China a firmar un importante acuerdo de colaboración con el Gobierno de aquel país. Sin embargo, allí se verá envuelto en una oscura conspiración, que le llevará a ser acusado de asesinato y a ser juzgados por la implacable e injusta Legislación China. Su único apoyo será una idealista abogada china, cuya vida junto a la de Moore comenzará a correr serio peligro según vayan descubriendo comprometedores secretos.
Dirigida por Jon Avnet, “El Laberinto Rojo” nos presentó una nueva colaboración del director con su compositor habitual desde los tiempos de “Tomates Verdes Fritos”: Thomas Newman. Si al hijo pequeño de Alfred, ya de por si todo lo que sea la experimentación musical le vuelve loco, si encima le añadimos la posibilidad de introducir sonoridades orientales, pues pasa lo que pasa. Al habitual efecto de contraste entre música occidental y oriental, para mostrar el choque de culturas, y posterior fusión de las mismas, Newman le añade ese eclecticismo New Age, de riquísima instrumentación, obsesivas percusiones y ambientación susurrante que le han situado a la vanguardia en cuanto a inventiva en el Hollywood actual.
El score en sí, es etéreo y contenido en su mayor parte; obsesivo en cuanto al uso de referencias étnicos, y como comentábamos antes, generoso en el recurso de instrumentación tan variada y diferente como el erhu, el zheng, el saz o la moon guitar. Esta diversidad de matices, y en principio, tan atractiva propuesta, no se traduce después en la brillantez esperada. “El Laberinto Rojo”, peca de incidentalidad, es excesivamente plano en su desarrollo y realmente su trascendencia en el film es bastante limitada.
Aún así, siendo Newman el autor de la banda sonora, siempre hay alguna perla para el recuerdo que ayuda a quitar el mal sabor de boca. Por ejemplo, los “main titles”, donde se nos presentan los dos temas principales del film. Por un lado, un hermosa tema de amor de melodía oriental, utilizado para reflejar le incipiente relación entre Moore y la abogada; y por otro, un oscuro y obsesivo motivo asociado a la represión china, y en el caso particular de Moore, a su injusta condena.
Continuamente referenciados a lo largo del film, conviene destacar las brillantez referencias al tema de amor en cortes como “Shen Yuelin” y sobretodo, en el épico crescendo orquestal de “Remarkable Things”.
Junto a los temas de Newman, conviene destacar la presencia de tres cortes tradicionales chinos, perfectamente integrados en la armónica linealidad de una composición, que promete mucho más de lo que da.
|