Miguel Ángel Ordóñez
“A pleno sol” es una película que ha trascendido su marco temporal, finales de los años 50, para situarse por derecho propio entre las grandes obras rodadas para el cine. Su director, Rene Clement, sin embargo, no puede considerarse entre los diez mejores autores del cine galo. ¿Qué provoca en realidad que un filme como este sobrepase las propias dotes de su realizador?. No cabe duda que Clement es un director interesante (incluso sugerente y apasionado como muestran trabajos anteriores -”Gervaise”- y posteriores a éste -“Les felins”-), que va a lograr su mejor contribución al cine con una película formalmente prodigiosa que camina sobre dos aguas, por lo que quizás ha logrado trascender a muchas otras, más obsesionadas por enmarcarse en una corriente concreta: una estructura narrativa clásica que le sirve de soporte y un juego de miradas que transporta la obra hacia los nuevos ensayos que para el cine comienzan a realizar sus coetáneos de la Nouvelle Vague. Partiendo del Neorrealismo italiano, en cuánto otorgan protagonismo a la gente sencilla que vive historias cotidianas, los cineastas salidos del “Cahiers du cinema” propugnan una libertad no solo temática sino técnica. Los Truffaut, Chabrol, Rivette o Rohmer otorgan su espacio al protagonista ambiguo. Sociedad cerrada en la que no encajan obras similares en planteamiento pero con otro tipo de preocupaciones técnicas, como las de Malle o Resnais, éste último principal valuarte de la llamada Rive Gauche (erróneamente enmarcada en ocasiones en la Nouvelle Vague), nueva tendencia auspiciada por la revista Positif, preocupados mas por la retórica, lo literario y el cuidado formal, tendencia sobre las que se apoyarían parte de las ideas de Clement en su “Plein soleil”, especialmente tras trabajar con una de las promotoras de esta nueva tendencia, la guionista Margarite Duras, en su “This Angry Age” de 1958 . Cine crítico surgido de los críticos.
La maravillosa fotografía de Henri Decae, plena en cromatismos y de poderoso contrapunto, al jugar con espacios iluminados de colores intensos y vivos a la Fra Angelico para una historia a la postre turbia y oscura, es sin duda otro de los baluartes claves de la cinta. Mucho más allá de los puros resortes del cine negro, “Plein soleil” nos habla de la suplantación, de los bajos deseos, de la consecuencia de los actos (de hecho las escenas a priori mas importantes o de género, aquellas que giran alrededor de la muerte, son despachadas por Clement sin énfasis, como un coletazo de breves segundos), de la avaricia y la envidia social. Basada en la novela de Patricia Highsmith “El talento de Mr. Ripley” (abominable el remake perpetrado por Anthony Minghella hace unos años), Clement realiza una adaptación que centra su atención en el juego de miradas. Los ojos delatan el deseo de todos los protagonistas. Tres actores (Delon, Laforet, Ronet) que juegan el peligroso juego de las apariencias y cuyas pupilas revelan sus verdaderas ambiciones (es tal la obsesión por este elemento que Clement alcanza el paroxismo total en la secuencia posterior al reconocimiento del cadáver de Freddy, donde todos los personajes encuadrados giran sus ojos a la izquierda sin motivo aparente, sin orden ni concierto).
Las ideas de la Rive Gauche, tras la experiencia con Duras en “This Angry Age”, primera colaboración de Clement con Nino Rota, son el sustrato sobre el que el maestro italiano plasma “Plein soleil”. El interés de Clement porque la presencia de Italia no se circunscribiera en exclusiva al escenario de la acción, sino a su hálito musical (casi corpóreo) justificaba por si sola la inclusión de Rota en el proyecto. Como el director francés, Rota se preocupa en subrayar las consecuencias de los actos de Tom, no los actos en sí (estos raramente aparecen musicados). Ejemplo espléndido es la tensa partida de poker que entablan en el yate Tom y Philippe y tras cuyo funesto desenlace, arranca la explosión de metales (“Meurtre de Philippe”).
La presencia del Mediterráneo, como lugar de veraneo de una sociedad opulentamente clasista, derrochadora y en el fondo tan vulgar como los propios modales de Ripley (por lo que tan fácilmente suplantará la personalidad de Philippe), adquiere lugar destacado en el trabajo de Rota. Roma es el espejo de una ciudad alocada, donde estos acaudalados jóvenes pasean su próspero bolsillo, una ciudad ligera que no hace justicia a su historia, a su arte, entre acordes de mandolina (“Via Veneto”). Convertido en escaparate diegético, sorprende la astucia de Nino para utilizar una simple tarantella cuando los protagonistas embarcan en el yate de la muerte, tan aparentemente inocente como premonitoria en su título (“Tarentelle meurtriere”).
Precisamente, el tema central del filme, aquel que queda asociado a la localidad de recreo de Mongibello, sirve a Rota (quien también acaba seducido por el juego de las apariencias) de elemento principal sobre el que cimentar dobles lecturas. Emergerá oscuro y turbio durante los títulos de crédito (“Plein soleil”), el único momento donde asocia tenebrismo al paisaje idílico italiano, y servirá admirablemente a su verdadera función: la de quedar relacionado con el mundo al que aspira Ripley, a la cohorte de jóvenes ricos que no olvidan su condición de lacayo. Así el tema reaparece en momentos clave donde Tom suplanta la personalidad de Philippe, se adueña de su mundo (“Meurtre de Philippe”, “Contrefaçon”), o emerge bellísimo en una escena final antológica donde Ripley, que ha alcanzado la suplantación plena, su auténtico leitmotiv, le ha sustraído el amor de Marge (ya es Philippe y lo que representa), camina ajeno a su dramático destino (“La plage”).
La ambigua personalidad de Ripley se refleja en cortes psicológicos que acuden a reverberaciones y ecos para mostrar su insano deseo (“Falsification”, “Face au miroir”). En el fondo no es extraño que Rota decida otorgar todos los temas relacionados con Philippe al propio Ripley, de hecho es su decisión mas genial, la que concede a la partitura un valor añadido mas allá de su indudable calidad musical. Inolvidable el momento en el que maestro italiano decide conferir el mismo pasaje musical, sensual y romántico, al beso en la mejilla que Marge concede a Tom (“Le baiser”), tras haberlo expuesto por primera vez en una escena de pasión en el yate donde Ripley come un bocadillo de chorizo mientras Philippe devora los labios de su amada. Metáforas de Clement que Rota secunda con sutileza.
Poco importa que muchos pasajes musicales fueran cercenados o rechazados (en especial el incipiente tema de acción que aparece en cortes como “Le yacht” y “Arrivée a Taormine”), incluso que la edición no incluya el score completo diseñado por el maestro romano (contando Universal France con los masters completos). Tras 45 años en la oscuridad, “Plein soleil” acaba por ver la luz. Un gran trabajo de Rota inmerso en una obra maestra del cine. Moralejas aparte, aislado de condicionamientos sociales que abogan porque el mal debe siempre obtener su merecido, me pregunto, ¿quién alguna vez en su vida no ha deseado ser otra persona? ¿Quién no ha jugado a ser Tom Ripley?.
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